viernes, 11 de diciembre de 2020

Mar de nostalgia

Mar de nostalgia


 Gárgamel


La enfermedad lo fue deteriorando paulatinamente hasta apoderarse de su cuerpo, una barca a la deriva en el mar indolente de la circunstancia, al cuidado solícito y tierno de la amada Maria. Había perdido el control del cuerpo, mas no el de la jovialidad e interés por vivir. En permanente espíritu de lucha, intentaba  comunicarse con el entorno; la susurrante voz era brisa que acariciaba con la afabilidad de sus palabras. El proceso duró meses… El término llegó una tórrida noche de verano, con la luz pálida de la luna filtrándose por la ventana y el sopor somnoliento enmarcando el ambiente. Al sentir el estertor, se  despidió de María con una mueca que deseaba ser sonrisa, en un vaho de amor y agradecimiento.

Meses duró ella en ese departamento abrumada de soledad y tristeza, cada objeto un recuerdo, anécdota u olor de aquél ser inigualable que había sido su pareja, la razón de vida, el complemento perfecto de una relación de amor y comprensión. Se negaba a dejarlo partir, a olvidarlo; el rechazo no era un duelo, era un reclamo permanente y egoísta al Dios supremo al que había entregado su devoción. Se sentía traicionada…

Decidió cambiar su residencia: Vendió su departamento de Barcelona y adquirió uno en Madrid. El trajín de la mudanza la mantenía ocupada durante el día, pero al llegar la noche la añoranza la abrigaba con un manto de dolor y soledad. Para distraerse, visitó museos. Así fue cómo llegó al de la Reina Sofía. Recorrió varias salas y ya cansada, creyó sentir una suave caricia sobre su hombro, se detuvo frente a un pequeño cuadro de la época realista de Salvador Dalí: Muchacha en la ventana —estudio que le hizo a su hermana en 1920—. “Una joven se asoma al puerto desde su ventana abierta, se vierte una luz azul y apacible, como una promesa surrealista. Pareciera que el mar se infiltra a través de las cortinas, que vuelan con la caricia suave de la brisa salada…”* Un aura meditativa circundaba la figura de la chica recargada en la ventana, llamando su atención; le  sedujo la serenidad, placidez y frescura de la obra.

¿Qué estaría pensando?, se preguntó…

—Tal vez está vertiendo en las olas del mar su nostalgia y recibiendo respuesta con las caricias de la brisa, oyó en su interior.

—¿¡Pepe!?, pronunció en voz alta… Algunas gentes a su alrededor, voltearon a verla, extrañadas y siseando el respeto al protocolo de silencio del museo.

—No tienes que hablar, exprésalo en tu mente, escuchó...

Mi querido Pepe, en los recuerdos teñidos por la bruma del tiempo, se han ido los días, semanas y  meses…✪  y así bogo hacia mi destino, sin renunciar a tú inefable memoria, en este oleaje taciturno y permanente de añoranza…


—Hola Roberto, ¿cómo va la ronda?

—Igual de aburrida, Juan. Las mismas esculturas y cuadros de los que me voy a jubilar pronto, y la vieja que diariamente se sienta a contemplar la pintura de Dalí: Muchacha en la ventana, desde hace varios años, sonriendo, asintiendo o negando y envolviendo suavemente a la figura frente a la ventana, en suspiros de sal* que resbalan sobre su rostro.


*Andrea Fisher

 ✪Mi escritura en tiempos del COVID

11 de diciembre de 202


 

 

 



    


lunes, 7 de diciembre de 2020

La habitación

 La habitación

 

 

Gárgamel

 

…el  terror me invade, paraliza y exprime hasta mojar la ropa. Grito e imploro la muerte cada noche, padre, cuando  aparece la imagen de mi amada Carla bañada en sangre, con el rostro desfigurado por la agresión, señalándome amenazante. Me repliego a la húmeda pared y escondo mi cara entre las piernas, hasta que desfalleciente suplico que dejen de golpearme en esta jaula compartida…