viernes, 22 de enero de 2021

El cuaderno marrón


El cuaderno soterradamente sugerente al escritor solitario


Cada libro, cada volumen que ves aquí, tiene un alma.
El alma de la persona que lo escribió y de aquellos
 que lo leyeron, vivieron y soñaron con él…
(La Sombra del Viento, Carlos Ruiz Zafón)


El invierno lo acompañó por el viejo parque. Cubierto con un abrigo largo, bufanda, sombrero y el periódico bajo el brazo, Eleuterio Campos caminó lento sobre la terrosa superficie del sendero cubierto de hojas muertas, pensaba en la serie de cuentos y relatos que quería editar. La brisa suave le acarició el rostro con la sensualidad sedosa, volátil y efímera de una tenue frialdad; su aterida nariz… sollozaba. 

Atisbó los dos añejos arboles resguardando la banca verde en la que día a día, fingía informarse con el diario, escapándose horas enteras en la añoranza. Al desplegar el informativo, miró bajo la banca un ajado cuaderno marrón meciendo sus hojas al manso capricho del viento. Dejó el periódico y lo levantó. Comenzó a hojearlo y se dio cuenta de que estaba lleno de citas e ideas para posibles relatos. Leyó algunas que le interesaron por estar cercanas a su vida:

Estar solo no tiene nada que ver con cuantas personas hay alrededor.* 

Sí, vivía sólo, pensó. Su esposa, muerta; y sus dos hijos en el extranjero; y pocos amigos, que no frecuentaba. Sin embargo, sonrió, disfrutaba su soledad. Su vida estaba repleta de libros y escritura. 

Siguió hojeando:

El buen escritor no sabe nunca si sabe escribir.**

Meditó la frase y pensó: ¿Quién lo determina? Si es arte, la calificación es subjetiva ¿no?, porque está sujeta a la apreciación personal...  Por otra parte, ¿para qué, o quién, escribes?... Yo lo hago por placer, porque me siento a gusto al plasmar pensamientos en una hoja de papel y leer lo escrito tiempo después. Eso me lleva a revivir el momento y la circunstancia, volver al pasado. Pero también, es una forma de que mis cavilaciones trasciendan al encontrar algún despistado lector que explore mis fantasías… Sonrió y pasó la página.

Por el sendero veo a un perro amarillo, viejo y derrengado, que en su andar zizagueante se detiene de vez en vez en los arboles, los orina para marcar su territorio,  fijar su ruta,  comunicar a sus congéneres que por ahí pasó él. Marca su individualidad y presencia en la vida (tema para cuento). 

Eleuterio, cerró el cuaderno, lo depositó sobre la banca y se retiró meditando sobre las diferentes formas en que el humano, similarmente a los perros, va marcando en la vida su territorio, forjando su destino y estableciendo su individualidad dentro de una sociedad competitiva.


*Revolutionary Road, Richard Yates

**Ramón Gómez de la Serna

22 de enero de 2021