domingo, 18 de julio de 2021

TENTACIÓN

 Tentaciones

Herlinda Caballero

A la calle de Tajín 273, Narvarte —le indique al chofer del taxi— y me concentré en mis recuerdos:

“…celebraremos en casa de mi querido Pedro Ruvalcaba, los veinte años de haber egresado de la Facultad de Filosofía. Tantos años y aún, seguimos reuniéndonos… Bueno, nos faltan Gustavo y Etelvina, ya fallecidos. extraño el carácter alegre de él; ella era agradable pero muy creída, sentía que por ser hija de un Procurador, le debíamos consideraciones especiales; lo cierto es que sus puntos de vista siempre fueron avasallados por los de Weber, Marx, Engels, Lenin y otros espíritus socialistas, moradores permanentes en la Facultad de Filosofía de la UNAM.  Agradecí a Antonio que no quisiera acompañarme, se aburre con las pláticas sobre gente y eventos desconocidos; ciertamente sola, disfruto más a mis amistades…”

Me abre la puerta  la figura alta y deportiva de Mauricio Coral (coralillo, por su sarcasmo). Sus negros ojos resplandecen al mirarme y me recibe con una gran sonrisa:

—Hola Herlinda, ¡Qué guapa! Cómo los vinos… ¡mejoras con los años!, pasa. “Me sentí gratamente halagada. Vinieron a mi mente los paseos en “las islas de la UNAM” tomados de las manos y los encuentros amorosos arropados por los árboles…”  Sonreí al revivir emociones juveniles y me incorporé a la reunión. Recorrí el departamento saludando a los grupos que encontraba y me  planté en el de  Frida, Ana y Margarita. Conversaban sobre sus trabajos y familia.

Y, tú, Herlinda a ¿qué te dedicas?, me cuestionó Frida.

—Estoy casada, tengo dos hijos varones de dieciocho y diez y seis años. Imparto la catedra de Historia de la Filosofía, en La UNAM  y escribo cuentos. —¿Cuentos para niños? preguntó Margarita. —No, para adultos. Sobre distintos temas. Me encanta explorar en la fantasía de mi ser y estructurar ficciones que conmuevan o impresionen al lector. Es una diversión, tal vez un vicio, que se ve satisfecho con el análisis crítico de mis compañeros del taller en el que participo…

—¡Bueno, bueno!, es mucho cuento, se oyó la voz de Mauricio al acercarse. Están tocando una balada ¿Bailamos, Herlinda? “Un tinte de emoción me recorrió la piel y la lluvia de remembrantes imágenes salpicó mi mente…”  Le tendí la mano… Bailamos muy juntos durante un tiempo. La recurrencia a la añoranza se fue haciendo presionante: una parte de mi, estimulada al sentirlo, disfrutaba el momento, otra, me cargaba de culpas… Ya es muy tarde, Mauricio, me voy. —No, no, te llevo. Insistió varias veces, hasta que acepté.

—¿A dónde? —Pues, a mi casa. —Podríamos ir a un bar o… ¿al hotel? “…la emoción me desborda, el deseo me empuja a abrazarlo, la tentación es muy grande…”

Con voz grave, apenas audible, le contesto: —A mi casa…

18 de julio de 2021

  


domingo, 11 de julio de 2021

FUGAZ Y SEMPITERNA DIABLURA

 






Fugaz y sempiterna diablura


Gárgamel


Ojalá vivas todos los días de tu vida. 
Jonathan Swift


Una ancestral casa en ruinas, la curiosidad infantil y un vidrio roto del sótano, permitió la entrada a lo insondable… En la penumbra, un polvoso baúl con una leyenda desgastada: “#a v#da #fímera”, leyó el infante —sin entender—. Se acostó en el acolchonado fondo. El desvanecimiento lo inmovilizó y en un maremágnum de confusas imágenes… ¡vio transcurrir su existencia! El viejo, rengueando y lloroso, abandonó su ruinosa aventura. 

 


domingo, 4 de julio de 2021

CRÍTICA LITERARIA

 CRÍTICA LITERARIA

Herlinda Caballero

En una mesa al costado del restaurante, al abrigo de frondosos y  ancestrales testigos Jorge levantó el brazo, con amplia sonrisa, me dirigí a su mesa. Hola Gárgamel, le dije con entusiasmo —recordando que Antonio, mi marido, le puso el mote—. 

El aroma del café exprés acariciaba el ambiente cuando abordamos el tema; 

—Herlinda, leí los relatos e hice mis comentarios en el texto, espero hayan sido acertados. Creo que, en general, tu prosa es literaria, amena. 

Exultante, con una sonrisa que comencé a desdibujar lentamente conforme encontré notas y señalamientos, hojeé el escrito… El rubor me avasalló y con turbación, agradecí la lectura al amigo escritor, mientras la ebullición interna me consumía:

“¡Pendejo, creído!... se siente un buen crítico literario, más certero en cuanto mayor es el número de observaciones… ¡Pero la estúpida soy yo, al dejarle mi trabajo para su análisis!...”

Me despedí con la cordialidad que merece nuestra entrañable amistad, aunque la visceralidad contenida desgastara mi rostro de alegría.

Llegué a casa por la noche después de regresar de trabajo en la Facultad de Filosofía, saludé a mis dos hijos, entretenidos en un videojuego y fui al estudio. Relajada, después de un día ajetreado, y con una copa de vino en la mano, grité a Joel y Adrián: ¡ordenen una pizza para cenar!, y me enfrasqué en la lectura:

“¿A ver qué me corrigió éste pendejo?... Hmmm, puede ser válida esta anotación… sí, lo cambio. Sigo leyendo: a ver, ésta nota… ¡vaya, podría ser una salida, no lo había pensado así… Otra página… ¡Nooo, Gárgamel, estás jodido! eso no es lo que quería decir… ¿Sugieres un sinónimo? ¡claro que sí, puedo encontrar uno!... ¡¿Mi sintaxis?! ¡No, Así quiero decirlo! aunque no te guste!… “ 

—¡Mamá, ya llegó mi papá y la pizza, vente a cenar.

—Hola cariño ¿Cómo te fue con Gárgamel?

—¡Bien!, es lindo. Se tomó la molestia de leer todos mis cuentos y me hizo acertados comentarios. Es un buen amigo, Te manda saludos.