jueves, 18 de septiembre de 2025

El Amigo

 El amigo


“Nunca perdemos amigos.

 Simplemente aprendemos

   quiénes son los verdaderos.”

Reflexión


La oscuridad del bar, con paredes de madera, cuadros de ilustraciones deportivas y música tenue, provocaba un ambiente de tranquilidad, propicio para largas  conversaciones  y confesiones íntimas.

            Ramiro tomó su tequila de un solo trago y pidió otro. Sus pequeños  ojos oscuros, enmarcados en unas cejas delgadas, armonizaban con la cara triangular; la nariz larga y labios delgados —en permanente sonrisa— proyectando la imagen de superficialidad y cinismo características de su época de estudiante. Su pelo negro y lacio caía con descuido hacia un lado cubriendo parcialmente la amplia frente. Destacaba su altura con el elegante traje gris y el toque de color lo daba una corbata azul. A sus cuarenta y tantos años no había perdido su esbeltez. 

Palmeó el hombro de Daniel y le preguntó:

—¿Qué es de tu vida, Danielito? ¿Sigues siendo tan tímido y dedicado como en la escuela? ¿Ya conoces a las mujeres? O, los libros y el trabajo te lo han impedido. Debo reconocer que si no es por ti y mi vista de larga distancia, no hubiera terminado mis estudios.

            Incómodo  por los comentarios  y ⏤más aún, arrepentido de haberlo reconocido en los pasillos del centro comercial⏤ Daniel volteó ligeramente la cara hacia él y fijando su mirada en el tarro de cerveza a medio consumir y ajustándose los lentes con el dedo índice, le  comentó escuetamente que estaba casado y que tenía dos hijos, que trabajaba en un despacho de abogados ganándo medianamente para vivir.

⏤En cambio yo, Danielito, he dedicado mi vida a las mujeres, soy divorciado y mi trabajo es divorciar. Me ha ido muy bien económicamente y disfruto de los placeres que se me van presentando. ¿Te acuerdas de cómo era en la escuela?… pues, sigo igual.

            Y comenzó a rememorar sus aventuras en la universidad: las fiestas que duraban hasta el amanecer, las amigas, las quejas de los vecinos a la policía, las peleas. Y en la constante añoranza de un pasado de sexo y lujuria, hizo alarde de sus conquistas amorosas, acompañando cada relato con su respectivo tequila.

⏤La verdad, amigo, no es por presumir, pero lo comido y lo bailado nadie me lo quita.

Daniel movía inquietamente su grueso cuerpo en el  banquillo, pensando: “De lengua me como un taco…”. 

Ramiro prosiguió vanagloríandose…

⏤Recuerdo en especial a tres locas de la Facultad de Leyes: Rosa María, Florencia y Lourdes...¡eran insaciables!, ¡las más promiscuas de la escuela!

¡Qué orgías, hermano! ¡qué orgías!... Dignas de los Romanos. 

¿No las conociste?

⏤ No, Ramiro, yo iba a la escuela a estudiar, y por la tarde trabajaba.

            Daniel decidió terminar la plática. Pidió la cuenta y se despidió:

⏤Tengo que llegar a casa temprano. Me dio gusto volver a verte.

           ⏤¡Qué lástima mi querido “mandilón”! Nos estábamos divirtiendo. Aquí te dejo mi tarjeta, háblame para volver a tomarnos unos tragos.

Al bajar por las escaleras eléctricas de la plaza comercial, Daniel rompió la tarjeta de presentación y los pedazos tuvieron el mismo fin que los pensamientos sobre su “amigo”.

            

Subió pesadamente los tres pisos del edificio, abrió la puerta del departamento y con voz fuerte dijo: ¡Florencia, ya llegué!... 

Poco a poco, se tranquilizó al recordar que: “lo que no fue en tu año, no fue en tu daño”. Al verla, la besó cariñosamente:

⏤Hola, amor, ¿qué tienes para cenar?