viernes, 5 de diciembre de 2014

Amor (Minificción)

Amor

Gárgamel


El rey Salomón preguntó al sacerdote: ― ¿Cuál de mis setecientas esposas o 300 concubinas  me ha querido. El religioso consultó al prisma sagrado; las diferentes caras que conformaban el cristal se iluminaron y un torbellino de aire helado cubrió el templo con una capa de hielo. Tiritando el sacerdote habló: ―Astarté dice: de las mil mujeres, sólo te has acostado con siete y ninguna ha quedado satisfecha,  sigue impartiendo justicia y… conserva a tu eunuco.

10 de noviembre de 2014






domingo, 30 de noviembre de 2014

Marinero (minificción)





Marinero



Gárgamel


Desembarcó oliendo a pescado y con la ilusión de realizar su fantasía: una noche de parranda y el tatuaje de una mujer escultural en la parte superior del brazo. A partir de ahí, sus sueños eróticos principiaban con la contracción de la musculatura... y terminaban con un grito de placer. Hoy, a los setenta años y con artritis reumatoide, la  mujer pasó de ser esbelta contorsionista, a una flácida y arrugada matrona qué en cada  movimiento de su colgante figura, provoca un grito…  de dolor.


30 de noviembre de 2014

lunes, 17 de noviembre de 2014

El último pasajero

El último pasajero



Comentan los viajeros nocturnos del Metro de la Ciudad de México haber oído el rumor de que por las noches, en las últimas partidas de los trenes se aparece una mujer anciana vestida de negro, asedia a alguno de los últimos pasajeros y lo atormenta con sus propios pecados, evidenciando hechos de su vida escondidos y pertrechados en el fondo de su ser, que por ningún motivo quieren exponer al juicio de una sociedad ávida de cotilleos para el escarnio y el juicio moral.
            Yo no lo creía, es más, ni siquiera me interesaba comentar algo tan banal, producto de mentes supersticiosas y deseosas de inventar falacias para espantar a los crédulos.

Salí de la fiesta de Toño cerca de la medianoche, con el tiempo justo para trasladarme a casa en el transporte colectivo. Me había tomado algunas copas, y mi estado de ánimo rebosaba felicidad y tranquilidad. Llegué a la estación Tlaltelolco un poco antes de que cerraran las puertas de entrada. Mi destino era Copilco, de dónde tomaría el pesero que me dejaría a una cuadra de mi casa.
            El andén, desierto, frío, y solitario, se percibía como la entrada a una caverna. Imaginé en mi exaltación alcohólica, que estaba habitada por vampiros transitando en las noches por la red de túneles, como avenidas de una gran ciudad subterránea. Las familias se cruzaban de una estación a otra y se saludaban cordialmente:
—¿Cómo está usted, conde Drácula?
—Bien, mi estimado señor Nosferatu, saludos a la familia.
Éstas y otras imaginaciones lucubraba mi mente, mientras llegaba el tren.
            La luminosidad y el aire tibio impulsado por el gusano anaranjado acarició mi rostro, anunció la llegada del último tren de la noche. Escuché el pitido persistente del largo monstruo y el rechinar de frenos al detenerse. Abrió sus amplias mandíbulas y me engulló. En su interior sentí el calor de la humanidad acumulada en el transcurso del día, y me reconfortó. Al iniciar el avance levanté la vista para escudriñar la presencia de otros pasajeros. Al fondo del vagón observé una sombra, una presencia difusa que no podía clarificar, lo atribuí a los siete u ocho tequilas tomados en la casa de Toño y le resté importancia. Me senté y comencé a pensar en la excusa que sostendría al llegar a casa tarde y borracho. Le echaría la culpa a mi jefe, diría que tuve que acompañarlo a una reunión y que al estarlo esperando, me ofreció algunas copas y no pude hacerle el desaire. ¡Sí!, eso estaba bien, Amanda respetaba mucho a mi jefe, y aunque no le gustara la situación, la comprendería.
            No la sentí cuando se acercó, sólo escuché su fétido aliento y cavernosa voz  cercana a mis oídos que me cuestionó:
—¿Y las manchas de pintura labial en el cuello de la camisa?
            Desconcertado volteé mi cara y enfrenté la mirada fría y cruel de una mujer de rostro arrugado, nariz aguileña y pelambre cano, que sobresalía de la capucha de un abrigo negro. Su vestido largo, sucio y maltrecho cubría unos pies garrosos cubiertos por unas desgastadas zapatillas.
            —¿Le vas a contar que los labios estampados eran los de Toño?  ¿Qué llevas una doble vida?
            Espantado, exudando remordimientos y temblando por el temor de que se hiciera público mi secreto, comencé a llorar, a pedir perdón, a jurar que dejaría de vivir esa mentira. Me arrodillé y recé…
            —No te lamentes por tú cobardía, estúpido. Si has logrado mantener tu secreto por tanto tiempo, no te delataré. Ella también los tiene. uno de los hijos, no es tuyo… Ahora vivirás guardando dos secretos.


domingo, 19 de octubre de 2014

La cena (minificción)









La cena
Gárgamel

La embarcación española varada en la playa requería reparación y necesitaba madera. Los antropófagos les negaron ayuda y aprehendieron a los tripulantes. El almirante de la nave amenazó al cacique con borrar la luna del cielo si no lo auxiliaba. Por la noche, una gran hoguera animó la luminosidad rojiza del satélite, y el silencio expectante se materializó cuando la negrura fue cubriéndola paulatinamente. La tribu disfrutó su cena y celebró el augurio del eclipse de su sacerdote.


20 de octubre de 2014