Marinero
Gárgamel
Desembarcó
oliendo a pescado y con la ilusión de realizar su fantasía: una noche de
parranda y el tatuaje de una mujer escultural en la parte superior del brazo. A
partir de ahí, sus sueños eróticos principiaban con la contracción de la musculatura...
y terminaban con un grito de placer. Hoy, a los setenta años y con artritis
reumatoide, la mujer pasó de ser esbelta
contorsionista, a una flácida y arrugada matrona qué en cada movimiento de su colgante figura, provoca un grito…
de dolor.
30 de noviembre
de 2014
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