domingo, 13 de septiembre de 2015

Autocrítica

Autocrítica

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La fama es efímera, el éxito es peligrosísimo,
si pierdes autocrítica, pierdes sentido de realidad.
Paco Ignacio Taibo II

Las letras se iban ordenando en palabras conforme los dedos tecleaban las instrucciones giradas. La pantalla del computador reverberaba sutilmente y mostraba el texto que los caracteres negros iban delineando. El escritor, asombrado observaba las frases que intempestivamente aparecieron a la mitad de su relato:
Observo con curiosidad la labor de escritor que desarrollas. Vivo con entusiasmo las historias que nuestra mente fragua; las emociones plasmadas, los ambientes descritos, las caracterizaciones de los personajes. Me consta  el esfuerzo de imaginar esas historias, concebirlas estructuralmente, limar las piezas para embonarlas en un planteamiento congruente; los largos días en que los pensamientos rondan por tu cabeza tratando de cumplir con las indicaciones y condiciones que deberán respetarse, para elaborar ese cuento en particular. El rompecabezas que se va formando desde el momento en que en base a un tema, imaginas el ambiente, los personajes y el conflicto generado entre ellos. El clímax y el desenlace final, generalmente lo tienes vislumbrado desde un principio, guardado celosamente para insertarlo, como las esferas convirtiendo un  pino en el árbol de navidad.
Pasmado, descansó las manos haciéndolas a un lado, y con curiosidad preguntó mentalmente, ¿ era su crítica?
Mira, ¡no te hagas el que la Virgen te habla!, sabes que tu pecado es de vagancia, de falta de compromiso con la labor de escritor; le dedicas poco tiempo y dejas todo para el final, lo que trae por consecuencia relatos no explotados a cabalidad en la potencialidad de la idea; problemas para la concreción de los planteamientos; deficiencias en la sintaxis de las oraciones, errores ortográficos y de presentación de los trabajos. En fin… ¡Dedícate a escribir! Por otra parte, no todos tus cuentos deben ser humorísticos, algunos temas no se prestan y los fuerzas hacia soluciones chuscas, quitándoles sentido...
El escritor echó la cabeza para atrás cerrando los ojos y meditó un rato sobre lo redactado. Se levantó del sillón, vio la hora en su reloj de pulsera: 1:30 a.m. Estiró lo brazos hacia la computadora, y sin guardar lo escrito, la apagó mientras pensaba: tienes razón… otro cuento sin terminar.


14 de septiembre de 2015.