Autocrítica
Gárgamel
La fama es efímera, el éxito es
peligrosísimo,
si pierdes autocrítica, pierdes sentido de
realidad.
Paco
Ignacio Taibo II
Las
letras se iban ordenando en palabras conforme los dedos tecleaban las
instrucciones giradas. La pantalla del computador reverberaba sutilmente y
mostraba el texto que los caracteres negros iban delineando. El escritor, asombrado
observaba las frases que intempestivamente aparecieron a la mitad de su relato:
Observo con curiosidad la labor de escritor que
desarrollas. Vivo con entusiasmo las historias que nuestra mente fragua; las
emociones plasmadas, los ambientes descritos, las caracterizaciones de los
personajes. Me consta el esfuerzo de
imaginar esas historias, concebirlas estructuralmente, limar las piezas para
embonarlas en un planteamiento congruente; los largos días en que los
pensamientos rondan por tu cabeza tratando de cumplir con las indicaciones y
condiciones que deberán respetarse, para elaborar ese cuento en particular. El
rompecabezas que se va formando desde el momento en que en base a un tema,
imaginas el ambiente, los personajes y el conflicto generado entre ellos. El
clímax y el desenlace final, generalmente lo tienes vislumbrado desde un
principio, guardado celosamente para insertarlo, como las esferas convirtiendo
un pino en el árbol de navidad.
Pasmado, descansó las manos haciéndolas a un lado, y con curiosidad
preguntó mentalmente, ¿ era su crítica?
Mira, ¡no te hagas el que la Virgen te habla!, sabes
que tu pecado es de vagancia, de falta de compromiso con la labor de escritor;
le dedicas poco tiempo y dejas todo para el final, lo que trae por consecuencia
relatos no explotados a cabalidad en la potencialidad de la idea; problemas
para la concreción de los planteamientos; deficiencias en la sintaxis de las
oraciones, errores ortográficos y de presentación de los trabajos. En fin… ¡Dedícate
a escribir! Por otra parte, no todos tus cuentos deben ser humorísticos,
algunos temas no se prestan y los fuerzas hacia soluciones chuscas, quitándoles
sentido...
El escritor echó la cabeza para atrás cerrando los ojos y meditó un
rato sobre lo redactado. Se levantó del sillón, vio la hora en su reloj de
pulsera: 1:30 a.m. Estiró lo brazos hacia la computadora, y sin guardar lo
escrito, la apagó mientras pensaba: tienes
razón… otro cuento sin terminar.
14 de septiembre de 2015.
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