lunes, 8 de febrero de 2016

El aleteo de la mariposa de colores y la niña que no quería tomar leche

El aleteo de la mariposa de colores y la niña que no quería tomar leche

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El vuelo vagabundo de la mariposa agita el aire con rápidos y nerviosos movimientos de sus coloridas alas, mortificando a los rayos del sol matutino que trabajosamente la persiguen en su errático deambular; acalorados, descansan cuando el insecto se posa en alguna de las abundantes flores del jardín, a libar el néctar que la sustentará en su efímera vida. Como en un tapiz multicolor de estampado cambiante, las mariposas se entremezclan con la vegetación creando dinámicas pinturas al aplaudir con sus policrómicos apéndices.
            Casi todos nuestros actos diarios se sujetaban a un ritual distinto*, las mariposas en el jardín alimentándose y polinizando flores, cumpliendo con su ritual de supervivencia. Yo, a mis doce años consumando el mío, atada a una silla de ruedas observando florecer la vida en el jardín, incapacitada para disfrutarla con la intensidad que anhelo. Se presentaba a mis sentidos en armónicos colores: ocres árboles, con los diferentes verdes de las hojas y arbustos; la humedad, plagada de aromas del aire filtrado por el ventanal, distracciones de mi estancia paralítica. 
Contemplo con envidia a la naturaleza porque tengo los días contados. La enfermedad deformante que padezco, limita los más sencillos movimientos. Estoy varada en una silla de ruedas, con un esqueleto quebradizo y un monstruo interno devorando paulatinamente mi organismo, y escasamente me permitirá más tiempo de vida.
            Dependo de los cuidados cariñosos de mi madre y paso los días frente al ventanal de la sala que da al jardín; a veces leo y escucho música, pero la mayor parte del tiempo la paso observando los acontecimientos, como si estuviera pendiente de un televisor. Los vasos con leche que solícitamente acerca mamá, se acumulan, sin importar la súplica para que los consuma. ¡No tengo hambre de alimentos, la tengo, de vida!
            Desde hace tiempo me deleito viendo a las mariposas, he sentido la obsesión de ser como ellas: de ser libre y volar; aletear sintiendo transitar el aire a través del cuerpo, acariciándome cuando lo impulso con las alas; disfrutar aromas y sabores; ser colorida y estéticamente hermosa; soberana como el aire y radiante como el sol. Su vida es corta… la mía, también.
            Con la ensoñación duermo, y con ella despierto. La idea confunde, atosiga todo el día, cansa… Tengo dificultad para respirar, el cuerpo se debilita,  duelen los brazos. Creo que  estoy desvaneciéndome... ¿Estaré muriendo?


Floto en un mundo de inquietud, me siento rara. Una ligera brisa refrescante me acaricia al pasar por el cuerpo; volteo hacia los lados y descubro el origen del hálito: ¡dos hermosas y coloridas alas!, estampadas en una geometría iridiscente. Las agito con entusiasmo y recorro la estancia; franqueo el ventanal… ¡Al fin, libre!


*Carlos peralta