lunes, 22 de abril de 2019

Fatal teriantropía


Fatal Teriantropía
Gárgamel
Había sido un solitario desde la infancia; su introversión lo hacía refugiarse en los únicos amigos… sus libros,   motivadores de sentimientos y pasiones que con intensidad vivía junto a los personajes de las novelas. 
Creció con sus dos hermanas y su madre, huérfanos de padre desde muy temprana edad. Trabajaba como corrector de estilo en una editorial, labor que cumplía  sin entusiasmo, esperando con ansia la hora de ir a su mundo lúdico. Relegado por la sociedad por su timidez y mansedumbre, se sentía agredido, y actuaba en consecuencia, rechazando a la gente, huyendo al ostracismo del molusco, buscando refugio entre paredes.
            Desde pequeño se identificó con los  héroes de las novelas, en especial con el unicornio azul, animal mítico del que se atribuía sus características: solitario, independiente, esbelto, grácil, fuerte y audaz. Así, entre soñar y soñar, evadía el mundo con el que no congeniaba. Pasaba horas enteras en el sillón de la biblioteca, imaginando aventuras, excitando su teriantropía: con la imaginación se transformaba en ese bello animal, galopaba por la estepas acompañando a ejércitos invencibles, transportando sobre su lomo a los más extraños seres fantásticos.
           
 Leía desde hacía unas  tres horas, era de noche:
 ¡Un ruido seco y de cristales rotos lo sacó de su ensimismamiento! Angustiado, se levantó abruptamente y caminó hacia el pasillo; cuando estaba por entrar a la cocina oyó una voz vociferar:
            ¡Al suelo cabrón, y no te muevas!
            La sangre se le fue a los pies, temblando de pavor obedeció la imperiosa orden y vio a sus dos hermanas y madre tiradas en el piso, boca abajo. Un individuo con gorra de lana cubriéndole la cara les apuntaba con una pistola. El otro, con el arma larga bajo el brazo, le ordenó se situara junto a las mujeres.
          Con dificultad se incorporó, estaba conmocionado y aterrorizado, lo sofocaba un miedo como nunca lo había sentido; sudaba y no lograba coordinar sus pensamientos. Caminó hasta donde estaban ellas y se tendió boca abajo.
            ¾¡Rápido, espetó el que parecía ser el jefe! ¿Dónde está el dinero y las joyas?
            ¾Busque en los burós de las  recámaras y en el escritorio de la biblioteca, ahí encontrarán todo lo que tenemos, dijo la madre.
            Estaban aterrados. Las hermanas y su madre lloraban, y él se orinó en los pantalones.
            El hombre de la gorra inició la búsqueda. Oían el ruido de los cajones al ser tirados al piso y los pasos rápidos del ladrón al trasladarse de un lugar a otro. Por fin bajó, traía tres bolsas cargando.
            ¡Las llaves del carro!
            Están en la mesa de entrada, dijo una de las hermanas.
            Cuando regresó, le comentó a su compañero:
            ¡Desvístelas, nos vamos a divertir!
            Se oyó un resoplido y un fuerte grito ¡Noooo!:
 El relincho fuerte de un animal enfurecido dominó el ambiente, seguido del galope atropellado, y el impacto sordo de un golpe; el asaltante de la gorra cayó al piso al recibir una aplastante coz en la cara, que le destrozó el cráneo. El jefe volteó al momento de sentir la proximidad del animal con la cabeza gacha embistiéndolo, y aulló de dolor al ser perforado en el plexo solar por un puntiagudo cuerno. Al ser lanzado al vacío, alcanzó a apretar el gatillo del fusil… El hermoso animal, rodó por el piso, en un estertor agónico.
           7 de abril de 2018

Ser o no ser



Ser o no ser…

Gárgamel

Mi mente comenzó a preñarse de sueños sugeridos por Julio Verne, al amparo de una pequeña lámpara de buró. Página tras página, de pequeño abordé junto con el profesor Aronnax la fragata que iría tras un cetáceo destructor de  embarcaciones. El naufragio  de la nave proporcionó el encuentro con el capitán Nemo y su increíble submarino de tecnología desconocida. Esas noches, conforme el cansancio me doblegaba y la fantasía tomaba el timón de los sueños, viajé y luché en  los paraísos insinuados. El amanecer era triste, costaba trabajo vencer la pesadumbre y el adormilamiento me sujetaba sentado al borde de la cama en un juego de ensueños, mientras mis padres me apuraban para ir a la escuela, y  hacía el esfuerzo por reunir el ánimo necesario para iniciar un día de hazañas a la hora del recreo, tal vez dirigiendo un bote de basura como si fuera el gran “Nautilus”.
Las noches representaron  la posibilidad de viajes y peripecias: De la tierra a la luna, Cinco semanas en globo, La vuelta al mundo en 80 días… En la oscuridad de mi cuarto se exacerbó mi imaginación con Emilio Salgari, cuándo de la mano de Sandokan, “El tigre de la Malasia”, salí a sorprender embarcaciones inglesas en los mares del Sudeste Asiático o, en pos de la hermosa dama: la “Perla de Labuán”; también, fuí conducido por Aejandro Dumas, a batirme con los esbirros del Cardenal Richelieu, acompañado de Athos, Portos y Aramis.

La juventud rebelde me confrontó con la fe, diluyéndola en una vorágine de certezas hasta masacrarla con El origen de las especies  de Darwin y El materialismo dialéctico de Engels y Marx.  Mi gran conflicto comienza a fraguarse al pensar en el desarrollo de la humanidad: viviendo la dicotomía de una sociedad capitalista, cuya subsistencia se basa en el egoísmo, y pensando en una economía social que propone la distribución equitativa de los recursos. Leer a Víctor Hugo en  Los miserables, me ubicó en un mundo cruel de pobreza y ambición.  Cinco razones para ser liberal, de Diego Sánchez de la Cruz, en favor de una economía de mercado, me confirmó lo injusto e inequitativo del sistema en que vivimos, contrariamente a la tésis del libro.
“Ser o no ser, esa es la cuestión… “ escribió Shakespeare, y eso hago todos los días:
Comencé a coexistir con mi némesis primero en el interior, y posteriormente en la diaria existencia. Por un lado, los placeres del consumismo me llevaron al abuso de las tarjetas hasta caer en el buró de crédito y a esconderme de mis acreedores, tratando de conservar la imagen de buen burgués ante la sociedad; y por el otro, sufriendo la vida proletaria retrechado en  un lúgubre cubículo de una oficina de gobierno.
soy fifí de medio pelo viendo los noticieros de Televisa, leyendo el periódico Reforma, escuchando a Loret de Mola y López Dóriga, y comentando en los bares de Polanco en contra de la política actual, pero estoy afiliado a Morena, voté por el Peje, y apoyo férreamente a la Cuarta Transformación en las discusiones con los compañeros de oficina.
Ser o no ser… ese es mi dilema
21 de abril de 2019