Ser o no ser…
Gárgamel
Mi
mente comenzó a preñarse de sueños sugeridos por Julio Verne, al amparo de una
pequeña lámpara de buró. Página tras página, de pequeño abordé junto con el profesor
Aronnax la fragata que iría tras un cetáceo destructor de embarcaciones. El naufragio de la nave proporcionó el encuentro con el capitán
Nemo y su increíble submarino de tecnología desconocida. Esas noches, conforme el
cansancio me doblegaba y la fantasía tomaba el timón de los sueños, viajé y
luché en los paraísos insinuados. El
amanecer era triste, costaba trabajo vencer la pesadumbre y el adormilamiento
me sujetaba sentado al borde de la cama en un juego de ensueños, mientras mis
padres me apuraban para ir a la escuela, y hacía el esfuerzo por reunir el ánimo necesario
para iniciar un día de hazañas a la hora del recreo, tal vez dirigiendo un bote
de basura como si fuera el gran “Nautilus”.
Las noches representaron la posibilidad de viajes y peripecias: De la tierra a la luna, Cinco semanas en
globo, La vuelta al mundo en 80 días… En la oscuridad de mi cuarto se
exacerbó mi imaginación con Emilio Salgari, cuándo de la mano de Sandokan, “El
tigre de la Malasia”, salí a sorprender embarcaciones inglesas en los mares del
Sudeste Asiático o, en pos de la hermosa dama: la “Perla de Labuán”; también,
fuí conducido por Aejandro Dumas, a batirme con los esbirros del Cardenal
Richelieu, acompañado de Athos, Portos y Aramis.
La
juventud rebelde me confrontó con la fe, diluyéndola en una vorágine de
certezas hasta masacrarla con El origen
de las especies de Darwin y El materialismo dialéctico de Engels y
Marx. Mi gran conflicto comienza a fraguarse al
pensar en el desarrollo de la humanidad: viviendo la dicotomía de una sociedad
capitalista, cuya subsistencia se basa en el egoísmo, y pensando en una
economía social que propone la distribución equitativa de los recursos. Leer a
Víctor Hugo en Los miserables, me ubicó en un mundo cruel de pobreza y ambición. Cinco
razones para ser liberal, de Diego
Sánchez de la Cruz, en favor de una economía de mercado, me confirmó lo injusto
e inequitativo del sistema en que vivimos, contrariamente a la tésis del libro.
“Ser o no ser, esa es la cuestión… “ escribió Shakespeare, y
eso hago todos los días:
Comencé
a coexistir con mi némesis primero en el interior, y posteriormente en la
diaria existencia. Por un lado, los placeres del consumismo me llevaron al abuso
de las tarjetas hasta caer en el buró de crédito y a esconderme de mis
acreedores, tratando de conservar la imagen de buen burgués ante la sociedad; y
por el otro, sufriendo la vida proletaria retrechado en un lúgubre cubículo de una oficina de
gobierno.
soy fifí de medio pelo
viendo los noticieros de Televisa, leyendo el periódico Reforma, escuchando a
Loret de Mola y López Dóriga, y comentando en los bares de Polanco en contra de
la política actual, pero estoy afiliado a Morena, voté por el Peje, y apoyo férreamente
a la Cuarta Transformación en las discusiones con los compañeros de oficina.
Ser o no ser… ese es mi dilema
21 de
abril de 2019
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