domingo, 11 de agosto de 2019

¿DÓNDE ESTÁ MI CABEZA?

¿DÓNDE ESTÁ MI CABEZA?
Gárgamel

Como anteriormente expliqué, hace varias noches perdí físicamente mi cabeza. Parece inverosímil, sé que no es fácil entenderlo, pero no tendría por qué mentirles. Fue el resultado de haber laborado horas interminables en la ponencia sobre la Aritmética filosófico-social. Después del arduo trabajo, me dolía terriblemente el apéndice, así que la tomé entre las manos y suavemente la giré para desarticularla del cuerpo. Sentí un alivio inmediato, y por el cansancio, pronto me dormí. Por la mañana me levanté y no la encontré. Pasé desesperado las horas buscándola y… nada. Angustiado, me entrevisté con entrañable amigo, el doctor Miquis.
Después de auscultarme, me tranquilizó  con su plática y la sabia respuesta ofrecida: “La cabeza existe. ¿Dónde está?, ese es el problema”. Me convenció de que ese órgano seguía controlando al cuerpo a distancia. “No podría estar muy lejos”, me dijo, “ya que  las ondas mentales se debilitan con la lejanía”.
Supuse que algún ladrón había penetrado por la noche a mi alcoba y al ver el preciado trofeo, la había hurtado. 
Decidido a encontrarla, recorrí varias calles alrededor de casa; después de mucho trajinar,  de reojo, observé en la vitrina de una elegante peluquería una hermosa cabeza idéntica a la mía, con una peluca que le otorgaba aires de juventud. 
            La bella dependiente me informó que recién la habían adquirido en un mercado de segunda mano. Insistí en su compra implorando la necesidad imperiosa de conservar algo que era mío por naturaleza. Al fin la adquirí a un alto precio y me llevé la peluca de pilónen el trato.
            Llegué feliz a casa, y le presumí a Pepe, mi ayuda de cámara, la recuperación total de mi anatomía. Me miró —impávido como de costumbre— movió la cabeza varias veces,  dio media vuelta, y se retiró.
            De inmediato fui al estudio a proseguir con la elaboración de mi ponencia sobre la Aritmética filosófico-social. Leí varias veces lo anteriormente escrito y no entendí nada, revisé otros textos, con el mismo resultado. ¡Comprendí con tristeza y desesperanza, que mi cabeza había perdido el intelecto con la mutación. ¡Estaba perdido!... ¡Era mi vida!... ¡De eso vivía!…
            Al darse cuenta de mi inutilidad, y con la frialdad de una sustracción aritmética eliminando un dígito, el Instituto de Ciencias y la Universidad, cancelaron mi contrato. Ningún amigo me auxilió a salvar este difícil trance, se desvanecieron como mi sueldo quincenal, a la semana de cobrado. 
            Sobreviví varios meses con la venta de los bienes, hasta que llegaron los males… Terminé viviendo en un miserable cuartucho de los suburbios de la ciudad, y mendigando los alimentos.
            Hace poco tiempo, hurgando comida en los botes de basura me ensucié la cara con residuos pegajosos de grasa; fui a una fuente del parque cercano a limpiarme. Me senté en el cerco del espejo de agua, tomé mi cabeza con ambas manos, la giré lentamente, la separé del tronco, la deposité a un lado, y continué con la limpieza. Un hombre que pasaba se quedó mirando mi labor, y cuando estaba reinsertando la testa, se sentó a un lado, y se presentó. Platicamos largamente, y antes de despedirnos, me propuso un negocio, que dijo que iba a  cambiarme literalmente la vida:
            
Llevo cuatro meses viajando de ciudad en ciudad en remolques astrosos, en una artificial y continua algarabía nocturna de música, luminosidad y risas, y la apatía matutina de una vida trashumante. He encontrado por fin el sustento en la Función económico-socialde mi vida, y no en la filosofía de la aritmética.

La orquesta inició la estruendosa interpretación de “La Entrada de los Gladiadores, de Julius Fučík” .El presentador,  vistiendo elegante frac  llegó al centro de la pista, y con el sombrero de copa en la mano anunció estentóreamente:
—¡ Querido público!... ¡por fin, en esta ciudad!, ¡el espectáculo que ha causado sensación en el mundo!....
¡No es la mujer, que se convirtió en araña por engañar a su marido!, ¡No!, ¡es algo real y fantástico! ¡Es el único e inigualable humano capaz de hablar con su cabeza a distancia!... ¡
Con ustedes!... ¡El Doctor  Pepper y su testa parlanchina!...

Recreación y continuación del cuento ¿Dónde está mi cabeza? De Benito Pérez Galdóz

12 de agosto del 2019
Gárgamel


sábado, 3 de agosto de 2019

EL SEPULTURERO

EL SEPULTURERO
Gárgamel


En el cálido y murmullante atardecer de la montaña, la tibia brisa acarició la espalda sudorosa de Donaldo, el sepulturero al terminar  el foso para un féretro más del elegante panteón Jardines del Humaya, de Culiacán, Sinaloa última morada de algunos narcotraficantes famosos.  Con la herramientas al hombro y paso cansino subió las tres cuadras que lo separaban de su lugar de residencia: el mausoleo dela familia deHéctor Luis, el "güero palma": edificio climatizado, con dos recámaras, suite nupcial, sala, comedor, baño, cocina integral,  pantallas de televisión y servicio de “Wi-Fi”. 
            Donaldo abrió la puerta y saludó  a sus hijos que hacían la tarea sobre los contenedores fúnebres que albergaban los ataúdes de los dos vástagos del traficante asesinados por la mafia al tirarlos desde un puente. Se acercó y besó a su esposa, recostada sobre la cubierta de los restos incompletos de Guadalupe Leija, la esposa del “Güero Palma” degollada por la organización contraria. Se apresuraron a cenar, tenían que hacerlo antes de las doce de la noche, porque a partir de esa hora, comenzaban los movimientos: se apagaban las luces, y una bruma fría invadía el recinto. En la oscuridad del lugar, sólo los murales de la bóveda, con representación de la familia, se destacaban como coloridas fosforescencias que centellaban con la irradiación de los haces lunares filtrados a través de los vitrales. Estaban acostumbrados al transitar de las translúcidas figuras por las habitaciones. A sentir las presencias infantiles al borde de las camas, al deambular lento y levitante de la trunca y pálida presencia de la mujer en . quejido, lamentando el asesinato de sus hijos: …¡hay mis hijos!, escuchaban en su interior, como un martilleo sordo y constante. Aun acostumbrados a los movimientos, sentían miedo,  pero no lo comentaban, tratando de que la situación pareciera normal: 
“Por desgracia, una cosa es sentir y otra expresar bien lo sentido.”* Siguieron viviendo esa situación hasta una noche de lluvia torrencial, en completa oscuridad, por carecer de electricidad y alumbrados sólo con el torpe y pálido fulgor de una luna capturada, escucharon abrirse la puerta del mausoleo y el taconeo brioso de unas botas sobre las baldosas…
La lámpara en un zigzagueo constante, los descubrió. Alumbrando a Donaldo, un hombre alto, de bigote ancho y sombrero texano, con voz grave e insultante, lo incriminó: 
¡Quienes son ustedes!, y ¡¿qué carajos hacen en la tumba del jefe?!…
¡Se los va a llevar la chingada!...
Acto seguido, y sin esperar respuesta, echó mano a la pistola que cargaba en el costado,  y cuando la intentaba sacar, dos resplandores, seguidos del tronar de los disparos, lo tiraron al suelo herido de muerte. Donaldo tomó la lámpara y alumbró a Susana, su esposa, que sostenía el arma, y turbado por el momento, le agradeció la intervención.
Ensabanaron  el cuerpo y, en una carretilla, lo llevaron a la fosa recién abierta, dónde lo depositaron y cubrieron de tierra.
Ya en casa, Donaldo comentó con su mujer:
Susanita, este es el cuarto, mañana abro otra fosa, pero creo que debemos ir pensando en cambiar de mausoleo, aunque sea un poco más austero. ¿No crees?

*Juan Valera
(1809-1905)

Agosto 3 del 2019