El sobre
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En la negrura de una noche sombría, con el alicaído ánimo del ambiente, pertrechado por el cúmulo de oscuras nubes que conspiraban para impedir cualquier asomo de luz, el viento sibilante frisaba con lamentos de angustia y pesadumbre la ventana de la habitación de Alberto, acompañando el dolor del hombre tendido en el suelo, que lloraba con un sobre entre las manos, ante la incertidumbre de no saberse amado por Gerónima: ”La bella” ⏤la mujer más hermosa de Tepatitlán de los Altos⏤: morena oscura, de cara ovalada, ojos negros y pestañas redundantes; boca pequeña y labios que incitaban a la lujuria. De busto mediano y orgullosamente erecto que apuntaba al horizonte, caderas peraltadas y piernas de fantasía. Era famosa entre la sociedad local por su desenvoltura y flirteos en las fiestas y eventos con los jóvenes relevantes de la región.
El novio de Gerónima era Alberto, hombre apuesto, educado y afectuoso, hijo del hacendado más rico de la región.
Fue un acontecimiento social el compromiso matrimonial que se efectuó, con bombos y platillos, en la hacienda grande. Acudió todo el pueblo y la fiesta terminó a altas horas de la madrugada.
Faltando quince días para la boda, el padre de Alberto lo mando llamar y sin más palabras de por medio, le entregó un sobre lacrado.
La iglesia, flotando en un mar de flores, coros angélicos y colmada de euforia por los asistentes que, ataviados con sus mejores galas, esperaban ansiosamente el arribo de la elegante pareja acompañados por sus padres y una fila de damas de honor, fijaban su vista en la entrada. La marcha nupcial dio inicio al cortejo y con paso lento iniciaron el camino hacia el altar.
La ceremonia siguió su curso y el sacerdote, con los novios mirándose de frente le preguntó a Gerónima si aceptaba a Alberto como esposo, prometiendo amo y fidelidad hasta el final de sus días:
⏤SÍ, prometo.
El sacerdote se dirigió a Alberto con la misma pregunta:
El rostro de Alberto se endureció y con el semblante enrojecido por la ira dijo en voz alta:
⏤¡Esta vez, se acabó!... ¡vaya si se acabó!
En ese instante, varios individuos comenzaron a repartir sobres entre la audiencia. Le entregó uno a Gerónima y abandonó presurosamente el templo…
Un silencio mustio acalló la iglesia, mientras los ojos ávidos devoraban el que sería el mayor escándalo en la vida del pueblo…
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