Sabrina Duncan
El movimiento cadencioso de sus caderas acrecentaba la sensualidad que transmitía con su esbelto cuerpo impulsado por el constante y efervescente ritmo de los tambores, que subrayaban la música afroantillana del oscuro centro nocturno. El ánimo ruidoso de los parroquianos, crecía conforme Sabrina se despojaba lentamente de sus vaporosas prendas. Las rutilantes luces que la enfocaban, destacaban el movimiento de su cabeza provocando destellos de su rojiza cabellera, que como olas de un mar revuelto, se agitaban en el aire, para descansar finalmente en sus pecosos hombros. Sus senos pequeños y firmes esbozados en una tenue cubierta, apuntaban hacia un cenit insinuado de placer, acompañando con su movimiento el ritmo de la música. Suavemente iban cayendo cada una de las pequeñas prendas, hasta qué, el culto auditorio, pudo comprobar que era una pelirroja natural. Se despidió con un atronador aplauso y con el bikini repleto de billetes. Era la estrella principal de un bar de mala muerte ubicado en el centro de la ciudad. Los anuncios la presentaban como:"¡La excitante dama de fuego: Sabrina Duncan, el sol transformado en mujer!". Las utilidades del antro se vieron incrementadas desde su llegada y ella pronto alcanzó la estabilidad económica, con un saber intuitivo que hasta hace muy poco tiempo desconocía.
Hacía algunos meses era la pareja amorosa y el “blanco” de Mateo, un tirador de cuchillos del circo. Vivían un romance tormentoso entre noches de eterna lujuria y desenfreno, a escenas trágicas de celos, amenizadas con alcohol y lluvia de cuchillos de por medio. Fue una de esas noches, que casi perdió una oreja, cuando lo abandonó mientras él dialogaba con Baco. En su embriaguez sólo alcanzó a balbucear que a él nadie lo dejaba, que algún día la mataría.
Sabrina caminó sin rumbo por la ciudad, cargando sus recuerdos repletos de abandono, carencias, humillación y rencor, hasta llegar a la Alameda. Sentada en una banca, llegaron a su mente imágenes de sus padres, inmigrantes de Irlanda, muertos de disentería a su llegada a Veracruz y la interminable orfandad de cariño que la acompañó hasta conocer a Mateo cuando trabajaba de mesera en un restaurante del puerto. Le llamaban la Colorada Duncan y era famosa por el color de su pelo, por lo explosivo de su carácter y últimamente, por su atrayente figura. Al relacionarse con el gitano Mateo, su sueño de ser artista se había realizado y en cada función, sentía que los sufrimientos pasados eran al fin compensados por llegar al estrellato en el circo.
En su caminata por la Alameda, Juan notó la tristeza reflejada en la cara de la chica, le ofreció una paleta de limón del carrito que pasaba frente a ellos y se sentó a su lado a deshilvanar sus vidas. En la plática, Sabrina se enteró que era empresario de espectáculos.
Después de horas de conversación, le ofreció trabajo en el centro nocturno El Tuareg; le prometió una vida llena de lujo y placer. Él, regenteaba el lugar y administraba los servicios íntimos a la clientela.
El espíritu empresarial de Sabrina Duncan pronto dominó el ambiente y su ardiente y voluptuoso cuerpo, a Juan. Expandió el negocio y lo ennobleció trasladándolo a la colonia Condesa, dónde pronto se hizo de clientela de renombre. El lugar se conoció como el Rincón de la colorada Duncan y era abrevadero de políticos de diferentes partidos, pero con un interés común: el sexo y la lujuria.
⏤El Senador está esperando, señora.
⏤Dame veinte minutos para arreglarme…
Era uno de los más importantes políticos del país, controlaba el Senado y se rumoraba que podría llegar a la presidencia de la República en un futuro cercano. Fue Gobernador de su natal Sonora y hombre ligado con los poderes fácticos de la nación. Estaba enloquecido de pasión por Sabrina, la visitaba seguido y pensaba que la imagen de ella podría vestirlo muy bien en el futuro.
⏤Hola coloradita, ¡qué hermosa te ves hoy! Valió la pena esperarte.
⏤Hola licenciado, amable como de costumbre.
Tomaron unas copas, oyeron música suave e hicieron el amor acompañados de caricias suaves y voluptuosos momentos. El cuerpo del Senador cubría el de Sabrina, en movimientos lentos, ardorosos y sensuales cuándo, intempestivamente, se abrió la ventana de la habitación, se oyó el silbido del metal al cortar el aire y la penetración sorda de la daga en la espalda del político; el alarido prorrumpido provocó la entrada de los guardaespaldas a la habitación… ¡el caos en el elegante lupanar, y en los medios de información!
Mateo fue localizado en un circo cercano a la metrópoli y, perdió su libertad… El Senador…, su aspiración presidencial.