Aniversario
inolvidable
Jorge Llera
Por fin terminaron los trámites en el módulo y tomaron las bicicletas, estacionadas en una pequeña fila. Hacía mucho tiempo que no
montaban en uno de esos aparatos, pero como dice el refrán: "lo
que bien se aprende no se olvida". Avanzaron tambaleantemente en un
principio, pero ya equilibrados, cada uno en sus respectivos vehículos, iniciaron su viaje por el histórico bosque de Chapultepec protegidos por la sombra
de centenarios árboles, y disfrutando de la humedad del
ambiente que acariciaba su caras al transitar por las veredas circundantes a
los espacios verdes. Recorrieron varios kilómetros
en el bosque hasta llegar a la orilla del lago, el cual bordearon caminando con
las bicicletas a ambos lados, tomados de las manos como lo habían hecho frecuentemente hacía más de treinta años. Se sentaron al pie de un viejo árbol y compartieron espacios con las raíces, mientras entre los reflejos de un sol radiante
caían sobre la superficie del agua salpicada de balsas veían en el horizonte el imponente Castillo. Había sido una buena idea la de Juana de celebrar un
aniversario más de casados con un paseo en bicicleta,
como cuando eran novios. El Programa de Eco-bici, les facilitó cumplir sus
deseos.
Acurrucados
bajo el árbol reafirmaban con tiernas caricias,
los sentimientos que un día los llevó a unir sus vidas y que en el transcurso de un
azaroso matrimonio, los mantenía más unidos que nunca.
-¿Me quieres aún Alfredo?
Volteando levemente la cara hasta quedar
frente a ella le dijo:
-Desde
el primer día en que te vi, me sentí inundado de una pasión
tan grande que el tiempo ha transformado en el amor más puro de mi vida. Me has dado tanto amor que me
siento inmerso en un mar de felicidad…¡Te amaré por siempre! …Y se besaron como dos
adolescentes, bajo la sombra de aquel mudo testigo que continuó arropándolos en el
atardecer.
Tomaron
sus bicicletas y emprendieron rápidamente el regreso,
pensando en llegar a casa para continuar la celebración del aniversario y con la evidente intención de profundizar en las caricias parcialmente esbozadas.
Rodeaban el lago y alegremente comentaban algún
suceso cotidiano cuando apareció una sombra negra que
se atravesó en el camino; trataron inútilmente de evadirla y la arrollaron volcando y rodando por la ladera, acompañados por el aullido de dolor del infortunado animal.
Dando tumbos cayeron aparatosamente dentro del lago, sumergiéndose completamente en la achocolatada superficie,
entre ruedas, manubrios y pedales.
Emergieron
chorreando agua y cubiertos de lodo; después de comprobar que
ambos estaban bien, él le musitó al grisáceo oído…¡me siento inundado de una pasión permanente por ti e inmerso en un mar de felicidad
que deseo perdure hasta el fin de mis días! Y…abrazándola por la cintura,
le dio un sentido beso.
1 de mayo de 2013
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