domingo, 10 de febrero de 2013

Aniversario inolvidable






Aniversario inolvidable

Jorge Llera

Por fin terminaron los trámites en el módulo y tomaron  las bicicletas, estacionadas en una pequeña fila. Hacía mucho tiempo que no montaban en uno de esos aparatos, pero como dice el refrán:  "lo que bien se aprende no se olvida". Avanzaron tambaleantemente en un principio, pero ya equilibrados, cada uno en sus respectivos vehículos, iniciaron su viaje por el histórico bosque de Chapultepec protegidos por la sombra de centenarios árboles, y disfrutando de la humedad del ambiente que acariciaba su caras al transitar por las veredas circundantes a los espacios verdes. Recorrieron varios kilómetros en el bosque hasta llegar a la orilla del lago, el cual bordearon caminando con las bicicletas a ambos lados, tomados de las manos como lo habían hecho frecuentemente hacía más de treinta años. Se sentaron al pie de un viejo árbol y compartieron espacios con las raíces, mientras entre los reflejos de un sol radiante caían sobre la superficie  del agua salpicada de balsas veían en el horizonte el imponente Castillo. Había sido una buena idea la de Juana de celebrar un aniversario más de casados con un paseo en bicicleta, como cuando eran novios. El Programa de Eco-bici, les facilitó  cumplir sus deseos.
            Acurrucados bajo el árbol reafirmaban con tiernas caricias, los sentimientos que un día los llevó a unir sus vidas y que en el transcurso de un azaroso matrimonio, los mantenía más unidos que nunca.
            -¿Me quieres aún Alfredo?
Volteando levemente la cara hasta quedar frente a ella le dijo:
            -Desde el primer día en que te vi, me sentí inundado de una pasión tan grande que el tiempo ha transformado en el amor más puro de mi vida. Me has dado tanto amor que me siento inmerso en un mar de felicidad…¡Te amaré por siempre! Y se besaron como dos adolescentes, bajo la sombra de aquel mudo testigo que continuó arropándolos en el atardecer.
            Tomaron sus bicicletas y emprendieron rápidamente el regreso, pensando en llegar a casa para continuar la celebración del aniversario y con la evidente intención de  profundizar  en las caricias parcialmente esbozadas. Rodeaban el lago y alegremente comentaban algún suceso cotidiano cuando apareció una sombra negra que se atravesó en el camino; trataron inútilmente de evadirla y la arrollaron  volcando y rodando por la ladera, acompañados por el aullido de dolor del infortunado animal. Dando tumbos cayeron aparatosamente dentro del lago, sumergiéndose completamente en la achocolatada superficie, entre ruedas, manubrios y pedales.
            Emergieron chorreando agua y cubiertos de lodo; después de comprobar que ambos estaban bien, él le musitó al  grisáceo oído…¡me siento inundado de una pasión permanente por ti e inmerso en un mar de felicidad que deseo perdure hasta el fin de mis días! Yabrazándola por la cintura, le dio un sentido beso.
1 de mayo de 2013

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