martes, 9 de agosto de 2016

El secuestro





El secuestro


Jorge Llera


La vida sin libertad
es solo la muerte oculta
en un manto de oscuridad.
Rncer


La sensación de asfixia era exasperante, transpiraba copiosamente por nerviosismo y ansiedad. El áspero costal que cubría la cabeza, le raspaba; la resequedad escozaba su garganta, y una saliva pastosa, enlodada, con sabor a tierra seca, le pegaba la lengua cuarteada  al paladar; dolía al moverla, como si rocas calientes le friccionaran al interior. El calor extenuante lo sofocaba, el sudor profuso que le recorría el cuerpo, empapaba su ropa. Oyó el grito triunfador desde el otro cuarto: ¡Ya pagaron!... ¡Mátalo! Las pisadas lentas resonaron en los adoquines, cronometrando sus últimos momentos; sintió la respiración ronca del sicario junto a él, e inhaló en una náusea un aliento pestilente. Con terror, percibió el sonido metálico del cargador, y… sus esfínteres se aflojaron al escuchar el disparo. El fétido hedor, invadió el ambiente amable de su recámara.


8 de agosto de 2016




           



lunes, 1 de agosto de 2016

El Conde desnudo

El Conde desnudo



Antes de que los daneses llegaran a Erin,
 vivía en Muskerry un rey que tenía tres hijas.
  La menor, llamada Fiongall (“Mejillas doradas”),
sentía especial fascinación por la historia que hablaba del “caballero-gnomo”.
“El caballero-gnomo”
Leyenda Irlandesa

El rey de Muskerry, al ser avisado por la guardia real que se acercaba al castillo la princesa Fiongall, desaparecida días antes, acompañada de un individuo desnudo, ordenó se abrieran las puertas y le proporcionaran al hombre el atavío requerido para ser presentado ante la corte.
            Después de escuchar a su hija decir que su acompañante era el caballero Crimthan, famoso guerrero y poeta en los tiempos de su abuelo, embrujado por la reina Aine y convertido en gnomo. La princesa contó la obsesión que desde pequeña tenía de comprobar la veracidad de la leyenda. Había oído contar las hazañas del famoso caballero y la curiosidad la impulso a explorar el prohibido bosque de Clemneth y a los seres fantásticos que lo habitaban. Relató cómo había encontrado al gnomo, el interés que le había suscitado la figura deforme y la voz de angustia, chillante e incomprensible del pequeño ser; y cómo intuyó que dentro de esa horrible cobertura se hallaba el ente hermoso, tierno y valiente del que hablaba la leyenda. Enteró a su padre de la liberación mediante el rompimiento del ritual que la comunidad de seres fantásticos llevaba a cabo, y la persecución a la que fueron expuestos; así como de las vicisitudes confrontadas para llegar al reino. Culminó, explicando que después de la liberación surgió entre ellos una pasión tan intensa, que les era imposible vivir separados.
Viendo tal firmeza y decisión por parte de su hija, el rey ordenó la celebración de las nupcias y los festejos; nombró al guerrero derwydd* del reino, ya que la magia del bosque pervivía y lo protegía al aparentar veinte años de edad, cuando en realidad tenía más de cien.
            La dote de la princesa Fiongall fue el condado de Tipperary, incluía a el bosque de Clemneth donde reinaba Aine, la hechicera que había mantenido embrujado a Crimthan por cien años, soberana de la comunidad de las gnómidas, gnomos, elfos y demás seres mágicos malignos, aliados de los enemigos del  Reino de Muskerry. Al dotar al nuevo matrimonio con el condado, el rey les hizo prometer el desalojo de esos seres de sus fronteras.
            El derwydd estuvo meditando por un tiempo la forma de hacer el trabajo, sin encontrar respuesta. Decidió entonces, invitar a los más sabios druidas celtas y galos a Tipperary.
            Al poco tiempo, los granjeros del condado comenzaron a comentar el paso  de animales extraños por sus tierras. Hablaban de dragones, arpías, estirgas, grifos, mantícoras, que por la noche sigilosos se encaminaban al castillo de Tipperary. Los druidas habían llegado de lejanos reinos.
            El derwydd ofreció riquezas a los druidas que pudieran encontrar el medio para expulsar a esos seres. Los hechiceros comenzaron a explorar el bosque, a recorrerlo tratando de identificar flora y fauna. De noche y día, palmo a palmo, con bruma o sol, recorrieron Clemneth. Al atardecer, en los salones se escuchaban sus pláticas, disertaciones y controversias.
            Por fin, después de largos meses, Crimthan  fue citado por los druidas que le explicaron: Los gnomos viven  en ese bosque porque se alimentan de un hongo singular que crece adosado a varios árboles concentrados en el centro de la arboleda. Este alimento les proporciona los poderes que manifiestan. Si se quiere expulsarlos, hay que acabar con los hongos. Sin embargo,  para hacerlo, se debe entrar en el mundo fantástico inmerso en el ambiente. Sólo es posible durante los equinoccios, cuando se abre la puerta entre los dos mundos. Usted, Crimthan, que ha estado ahí, puede intentar destruir su fuente alimenticia. Tendrá que llegar a los árboles, comer algunos hongos, incendiar la floresta y salir rápidamente antes de que se vuelva a cerrar la puerta, le dijeron.
            El derwydd esperó pacientemente la fecha; un día antes, los druidas le entregaron la túnica de espejos que le cubriría el cuerpo y reflejaría las corrientes energéticas con que lo acometerían los gnomos.
Por la mañana cuando ingresó al bosque, los rayos del sol llegaban aún horizontales a su cuerpo reflejados por la túnica que iluminaba las partes oscuras del entorno, los dispersos haces parpadeaban desparramando colores, pringando la floresta como efímeras mariposas. Aguardó en la misma encina en la que Fiongall lo había rescatado con anterioridad, de los seres malignos. Cuando el corcel enano apareció llevando a la reina en el inicio de la procesión, corrió sigilosamente a través de la cobertura vegetal sorteando arbustos y maleza, saltando rocas hasta llegar al centro del bosque. Advirtió a corta distancia seis frondosos árboles con la corteza cubierta de una gran masa grisácea que circundaba su grosor. Con ambas manos, arrancó del árbol más próximo, pedazos de ella y engulló un bocado con rapidez,  el resto lo embolsó en sus calzas. Acumuló ramas delgadas en la base de cada árbol y les prendió fuego. Las llamas pronto encendieron las cortezas, y las masas grisáceas consumidas por el calor comenzaron a desprenderse, desintegrándose con rapidez. El derwydd oyó el tropel estruendoso a su espalda, volteó y la visión de una avalancha de monstruosos animales enfurecidos haciendo un ruido ensordecedor, lo impactó. Levantó los brazos a la altura del pecho como queriendo detener el alud, y sorpresivamente se formaron delante de él varios dragones que volaron a enfrentar con fuego a los atacantes. Corrió hacia la salida, mientras la batalla continuaba. Pocos metros adelante paró en seco cuando frente a él, una barrera de gnomos, elfos, hadas y demás seres mágicos,  impedían la huida. Lanzaban rayos que lo tambaleaban al impactarse en su cuerpo y ser dispersados por la túnica de espejos. Avanzó contrarrestando el ataque con sus brazos en alto; igual que ellos, él también lanzaba rayos. La batalla fue disminuyendo en intensidad, la energía comenzó a faltar en los adversarios, y ya no tenían forma de abastecerse; a lo lejos, el incendio continuaba y las llamas alcanzaban las copas de los árboles.
Enfocó sus disparos al centro del grupo atacante y abrió un pequeño hueco por el que se impulsó con el resto de la fuerza que le quedaba, pasando entre brazos y cuerpos que pretendían detenerlo. Al traspasar el orificio, una masa gelatinosa lo envolvió formando un capullo. Sin poder moverse, en el silencio y oscuridad absolutos, con dificultad para respirar, se desvaneció…
            Despertó al sentir el movimiento de la cápsula en la que se encontraba aprisionado, no supo cuánto tiempo había transcurrido. Primero una sacudida, como si el fuerte viento lo empujara. Después, el deslizamiento brusco y un choque; le pareció haber impactado con una roca. El golpe abrió una grieta por la cual se filtró un delgado rayo de luz que le permitió observar las paredes reticulares de su celda. Escuchó a lo lejos el rugido del viento y el bandeo de la cápsula al comenzar a rodar. De pronto, la parte baja dejó de restregarse con la superficie, y sintió la sensación de vacío, la velocidad aumentó y, tras unos segundos de caída libre, impactó sobre el agua. Su prisión flotaba y balanceaba con el movimiento. Atontado por el golpe, el derwydd comenzó a moverse, girando lentamente su cuerpo para separarse de la masa gelatinosa que lo tenía atrapado a las paredes rígidas. Por la grieta, comenzó a filtrarse agua, la cápsula lentamente se inundó. La sensación de asfixia lo invadió, y en un esfuerzo desesperado estiró las extremidades, partiendo un costado de la cubierta. Trató de salir y al distender su cuerpo, sintió un peso sobre la espalda, un objeto largo y pegajoso que rebasaba la altura de su cabeza y lo presionaba hasta las corvas. El sol de mediodía concentró su rigor sobre ese cuerpo extraño que soportaba y comenzaba a endurecerse conforme se secaba, sus brazos sintieron un estiramiento progresivo y doloroso; tuvo la necesidad de moverlos, y aulló de dolor al sentir una nueva masa muscular que movía cuatro espléndidos apéndices multicolores de brillo nacarado. Los batió con firmeza y se desprendió definitivamente del cascarón al elevarse sobre la corriente mansa del ancestral río. El dolor  disminuyó con la agitación continua y prolongada. Con rumbo titubeante se dirigió a la orilla, plegó sus apéndices y se acercó a un remanso para observarse.
 En el espejo de agua vio reflejada su figura estilizada: brazos y piernas alargados, de color pardo cobrizo. Conservaba aún, los restos andrajosos de las calzas. Un par de antenas destacaban de la cabeza ovoide, y al moverlas percibía olores y aromas del ambiente con una nitidez nunca sentida. En su cara resaltaban dos globos formados por millares de pequeños ojos; su visión reticular lo desconcertaba en un principio, con la práctica logró sincronizar las imágenes.
En el atardecer, emprendió el vuelo de retorno a su reino, los rayos del sol se deslizaban por la parte central del la corriente, dorando las ondulaciones del agua e irisando los imponentes apéndices con reflejos cerúleos y ambarinos. En un vuelo impreciso, siguiendo el curso del río llegó a su castilo.
La impresión de Fiongall al verlo entrar por la ventana fue enorme. Se quedó inmovil recibiendo el beso de amor del lepidóptero. Ingirió solidariamente el hongo que el insecto puso en su boca y lo deglutió lentamente.  Crimthan continuó besándola apasionadamente, y con esa acción comenzó a generarse una masa gelatinosa que fue cubriendo paulatinamente el cuerpo hasta encapsularla. La acomodó cuidadosamente sobre la cama, se dirigó apresuradamente a los jardines del castillo y localizó varias encinas en las que plantó el resto de los hongos mágicos.
Los sirvientes del castillo comentaban temerosos la transformación del conde, intentando abandonar el castillo. El derwydd los detuvo e informó que el cambio sufrido era para bien, que se había convertido en un ser mágico y la condesa estaba en proceso de hacerlo, eso les proporcionó algunos poderes y cambió su forma de vida. Los invitó a vivir una aventura con ellos y formar una comunidad de seres mágicos. Hizo la misma invitación a todo el pueblo, y permitió a los que no aceptaran, abandonar el condado sin represalias.
La mayoría aceptó y se extendió el cultivo de los hongos y el de flores, se reforzó el resguardo de los árboles, y poco a poco, conforme los hongos se fueron reproduciendo, el cambio se fue dando en la población.
Cada eclosión fue motivo de júbilo. Comenzó con la de la condesa, emergiendo esplendorosa  con el dibujo que caracterizaría a la nueva especie, y los colores: azul, rojo, blanco y naranja, estampados sobre la superficie de sus amplios apéndices.

*Mago poeta