El secuestro
Jorge
Llera
La
vida sin libertad
es
solo la muerte oculta
en
un manto de oscuridad.
Rncer
La sensación de asfixia era exasperante,
transpiraba copiosamente por nerviosismo y ansiedad. El áspero costal que
cubría la cabeza, le raspaba; la resequedad escozaba su garganta, y una saliva
pastosa, enlodada, con sabor a tierra seca, le pegaba la lengua cuarteada al paladar; dolía al moverla, como si rocas
calientes le friccionaran al interior. El calor extenuante lo sofocaba, el
sudor profuso que le recorría el cuerpo, empapaba su ropa. Oyó el grito
triunfador desde el otro cuarto: ¡Ya pagaron!... ¡Mátalo! Las pisadas lentas
resonaron en los adoquines, cronometrando sus últimos momentos; sintió la
respiración ronca del sicario junto a él, e inhaló en una náusea un aliento pestilente.
Con terror, percibió el sonido metálico del cargador, y… sus esfínteres se
aflojaron al escuchar el disparo. El fétido hedor, invadió el ambiente amable
de su recámara.
8 de agosto de 2016
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