viernes, 7 de octubre de 2016

Armonía







 Armonía





Sin una familia, el hombre,
solo en el mundo, tiembla de frío.
   André Maurois


Murió la abuela y heredé su espejo. Al descolgarlo me sorprendieron unos olores salobres y una suave brisa acarició mi rostro al contemplar desde la ventana el plácido turquesa del mar caribe. Era una reliquia ancestral como las fotografías familiares que lo rodeaban, enmarcando generaciones en disonancia. La abuela pasaba horas enteras en la recámara. Tras la puerta se le escuchaba platicar, discutir, reír y llorar. En vida le preguntamos sobre el extraño comportamiento, y nos respondía: actualizo mi historia familiar. La edad la chifló, decíamos, y la dejábamos disfrutar sus locuras. Ubiqué el espejo frente a mi cama, y mi vida cambió… Traje los retratos familiares al cuarto, rescindí el contrato de televisión, y desde entonces paso las noches armonizando a mi ancestral familia.



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