Temor
Gárgamel
Francisco
tenía un pie en la ilusión y otro en la realidad secreta. Era un renombrado
científico de acendrados valores morales, practicante de la religión y fiel
creyente. Había vivido sus setenta y cinco años en la honrada sencillez de
quien quiere estar en la plácida armonía que otorga la cercanía con el Creador.
Pero albergaba en su interior el virus del conocimiento científico, que lo corroía
mostrándole la realidad: el choque de la fe en creencias que no estaban sustentadas con
pruebas, contra la realidad fría y secreta de la inmensidad del universo
desarrollado circunstancialmente. La vida diseñada por un ente superior o, la
génesis como producto del azar.
El cáncer le royó las entrañas y lo postró en cama. Ya para
morir, se dio cuenta de que la enfermedad también había carcomido al virus científico que le había complicado la
existencia. Así qué, mandó llamar al cura e… inició el camino de la intimidad
con Dios.
7 de mayo de 2017
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