domingo, 22 de octubre de 2017

El tañer de la esperanza



El tañer de la esperanza
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Tomó conciencia de la oscuridad absoluta, la fúnebre totalidad que esbozada en el silencio abrumador y pegajoso, lastimaba con su mutismo, la obligaba  a resguardarse en la soledad helada y temerosa de su profundo desamparo. Flotaba en laingravidez de un confuso mundo en su fortuíta realidad: áspero, oscuro, frío, y rodeada de objetos que cercaban ycomprimían su cuerpo en un abrazo sofocante e inmovilizador; la mantenían petrificada, respirando por la boca, por lo turbio del ambiente. Trató de mover sus extremidades, y sus músculos no le respondieron. Pretendió hacerlo varias veces, y las órdenes rebotaban en el límite del dolor de su angustiada conciencia, como eco lastimero de voces extrañas. Emitió  gritos de desesperación pidiendo auxilio, y de la boca reseca no salió ningún sonido. Se imaginó embalsamada dentro de un ataúd… “muerta en vida”, pensó. Percibía los penetrantes humores de su cuerpo, que el calor exacerbado por la escasez de oxígeno, evidenciaba. El hedor nauseabundo y el permanente terregal penetraban con cada bocanada, provocando arcadas constanteque no concluían en el vómito liberador.   
​            No sentía dolor, solo la sensación extraña de ser espectadora, de estar fuera de la acción, vagamente inmersa en ella. Estaba sedienta, necesitaba con urgencia un sorbo de agua. Su lengua cuarteada por la resequedad, se pegaba al paladar ante la falta de saliva. 
En un caos de pensamientos que fustigaban su afiebrada mente, trató de recordar los últimos sucesos:
...¡El escritorio se mueve!... ¡Truenan las paredes!... ¡Está temblando!... ¡Salgan, corran!... fue el último recuerdo antes de que una pared se desplomara sobre su costado, golpeándola en la cabeza.
Ahora esperaba, comprendía que habían comenzado las labores de rescate, mas no estaba segura de que llegaran a tiempo de liberarla. Sus pensamientos eran dispersos, desvariaba; llegaban a su mente imágenes de familia, amigos ¾recuerdos que la marcaron en sus cuarenta años de existencia¾. Le angustiaba que sus hijos quedaran sin apoyo… 
¡La consumía la sed!, ¡la implacable necesidad de un sorbo de agua! No podía mover la lengua, le dolía al tratar de desprenderla del paladar, la carne viva de las grietas causadas por la resequedad, le ardían con cada movimiento… Comenzaron a dolerle los golpes recibidos. La presión sobre la cadera comenzó a causarle un dolor agudo y punzante… Sentía clavos perforándole el vientre, incrustándose en la pelvis. En sus desvaríosescuchó el tañido lúgubre de las campanas que anunciaban la hora del día, supuso que era el reloj de la cúpula de la iglesia cercana a su oficina. Pensó que ese sonido era lo único constante y rutinario dentro de las circunstancias caóticas por las que estaba pasando y se propuso aferrarse a él, para hacerlo con la vida. Cuatro campanadas que registró en su mente: un tatuaje, una marca indeleble que la anclaba a la existencia. 
            Entre la somnolencia que le producía la debilidad, los dolores de cabeza y de cadera, alcanzó a escuchar el tañer débil de seis campanadas. Seis toques de esperanza,  de aliento, de exigencia en la lucha por sobrevivir. Sin embargo, la respiración gutural, y el ardor al pasar el aire contaminado a los pulmones, hacían de cada aspiración una tortura, que se sumaba a la desesperante sed y a los dolores del cuerpo. “Cada vez más débil, más cercana a la muerte”, pensó con angustia.
            Antes de desmayar nuevamente, creyó oír  en lo más lejano de su conciencia, el tañer de diez campanadas,  y enmascarado en el sonido,  el ladrido de un perro…
22 de octubre de 2017

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