Una
ciudad en la oscuridad
Gárgamel
Se
oyó un gran estruendo en la noche iluminada de la ciudad, la estructura de las torres de alta tensión que circundan
la población se llenaron de color y grandes llamaradas las envolvieron en un
manto amarillo candente que rugía con el furor de animal herido; danzaban oscilantes, azuzadas por el fuerte
viento caprichoso de principios del mes de noviembre. La ciudad oscureció, solo
el resplandor del siniestro y los faros de los vehículos en circulación, que
como caravana de luciérnagas se movían centellando sin rumbo fijo, perturbaba
las tinieblas.
Lilia caminaba con paso presuroso
cuando escuchó las explosiones y vio al cielo teñirse de fugaces ráfagas
amarillentas; sintió el peso enorme de la negrura intimidándola, acrecentando
el temor por la seguridad de Julio, el hijo de diez años, que había dejado solo en casa mientras
realizaba unas compras. Asustada encendió la lámpara de su teléfono celular y
se guió centenas de metros bajo el amparo de esa débil luz que evidenció
obstáculos hasta morir lentamente en sus manos por falta de energía. Caminó por
los tortuosos callejones tropezando continuamente con bultos que se disculpaban,
o lanzaban interjecciones, haciéndola a un lado con brusquedad. Con la ansiedad
a cuestas y dando rienda a la imaginación apuraba el paso, fantaseando
accidentes terribles sufridos por el menor, lo que aumentaba su angustia. El
mutismo de la ciudad la desasosegaba, no se acostumbrada al silencio de un barrio
bullicioso.
Se acercó a su casa, luces
vacilantes parpadeaban detrás de las ventanas. Se extrañó. Había dejado
encerrado a Julio: “¡No podía haber nadie más!”, pensó alterada.
Con nerviosismo, introdujo la llave
y abrió la puerta de entrada llamando a su hijo, nadie respondió. Caminó unos
pasos hacia una débil luz que oscilaba al final del pasillo, gritándole con
insistencia: ¡Julio!, ¡Julio!...
Sin obtener respuesta, apresuró la
marcha hasta cubrir la distancia faltante: ¡Julio!, ¡Julio!...
¡Una sombra oscura cayó sobre ella
emitiendo alaridos!...
—¡Es
noche de muertos, mamá!, dame mi calaverita…
¡Mamá!, ¡mamá! ¡Qué te pasa, mamá!,
¡despierta!...
Marzo
24 de 2019
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