domingo, 12 de mayo de 2019

Samaritano




Samaritano
Gárgamel

¿De milanesa?  ¾Si, don Trini, con todo, y un vaso de horchata, por favor. El olor de cocimiento se esparció incitando mis papilas gustativas. Al recibirla le di una gran mordida, saboreándola la mastiqué lentamente… Estaba por dar la segunda cuando sentí una mirada fija, lastimera. Bajé la vista: un perro flaco no separaba los ojos de mi torta, de sus belfos escurría saliva, anticipando un mendrugo; movía la cabeza solicitando compasión. No pude comer más, mi espíritu samaritano fue más grande que el hambre… aflojé los dedos, y el alimento cayó al suelo, el animal, agradecido,  movió alegremente  la cola.













Cuarta transformación




Cuarta transformación
Gárgamel
Rumbo a la escuela, preguntó Alejandro: Papá ¿qué es la cuarta transformación?
Mira hijo, ha habido tres etapas en la historia del país, en las que el pueblo se ha cansado de que la gente rica se aproveche de los pobres y se ha levantado en contra de ellos. La cuarta transformación busca combatir la corrupción, impunidad y violencia, estableciendo un régimen de honestidad y transparencia. Una sociedad moralmente intachable, en la cual cada uno de nosotros, sea honesto…
¡Papá, te pasaste el alto!...
Buenas tardes oficial, sé que cometí infracción, pero ¿de que manera  podríamos arreglarnos?...


domingo, 5 de mayo de 2019

Los topos


Casi una palabra
(Los topos)
Gárgamel
La alborada introducía por las ventanas del autobús pizcas de la bruma fría. Se veían a través del translúcido cristal los contornos grisáceos de construcciones enmascaradas en la semioscuridad. Pedro y Antonio, cubiertos con jorongos, ropa de manta, huaraches, y cargando cada uno su morral, bajaron del transporte al llegar a la terminal para hacer sus transacciones en el Banco de México. Padre e hijo, venían a vender oro. Por las condiciones de pobreza después de la Revolución, habían trocado la actividad campesina por la minera.
Eran “topos”: trabajaban en las montañas del norte del país, sin más herramientas que picos y palas, buscando el oro y la plata que la naturaleza resguardaba en la entraña misma  de la serranía. Al detectar la veta, horadaban pequeños túneles un poco más anchos que el grosor de sus cuerpos, con el suficiente espacio para trabajar recostados pecho a tierra, y sacar el material en costales, jalándolos mientras retrocedían. Un trabajo peligroso, pues había “coyotes” que los seguían y espiaban.

 Pedro se levantó con el amanecer arrastrando claridad dentro de la tienda de campaña. Arropado con su sarape, salió sintiendo bajos sus pies la tiesura y frialdad del zacate congelado; se puso huaraches,  avivó la brasas de la fogata, y preparó café. Le extrañó que Antonio, estuviera aún dormido ¾anoche se sentía un poco mal, pensó. Fue a su lado y comprobó que tenía fiebre. No quiso despertarlo, tomó sus útiles de trabajo, cargó a la mula con el equipo, y partió hacia la abrupta cañada dónde estaban explorando. En el talud del cerro, cubierto de maleza, arbustos y cactus, descubrió el pequeño túnel que habían ocultado; tomó pala y pico, especiales para el trabajo, un costal, se persignó y comenzó a introducirse boca abajo, arrastrándose cual reptil en la galería. El sonido hueco al picar la piedra, se oía sordo y muy disminuido en la superficie.
Llevaba varios costales llenos con material, y estaba por sacar el último, cuando escuchó al descansar el pico, movimientos de la maleza, el rodar de piedras, y ruidos de pasos alrededor del túnel.  Alzó la voz, y saludó:
            ¡Te tardaste, Antonio!
            Nadie respondió al reclamo, sólo oyó el arrastrar de objetos, sintió la invasión fría de piedras y tierra en los pies y observar estupefacto apagarse la lámpara de su casco, y seguidamente,  el oscurecimiento absoluto de la cavidad.
            Comenzó a gritar, trató de patear el taponamiento, sin lograr mover las extremidades, ni poder empujar hacia atrás con los brazos: ¡no se podía mover!
            El aire se enrareció, sudaba abundantemente, la tierra a su alrededor se reblandecía y pegaba al cuerpo. La saliva, lodosa, cubría la boca y lo ahogaba en cada aullido de desesperación que lanzaba…
Arañando angustiosamente la roca, en un estertor de impotencia asfixiante, vomitó en espasmos desgarrantes, bocanadas de lodo,  y en un arresto de furia, antes de desmayar, emitió un gemido, casi una palabra suplicante… ¡Ant…!

No alcanzó a escuchar el disparo, ni la remoción desesperada del material que obstruía el pequeño túnel.

5 de mayo del 2019