domingo, 10 de noviembre de 2019

Juego de naipes

Juego de naipes



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El torso desnudo y húmedo se ensombrecía ligeramente alrededor de los firmes pectorales masculinos rubricados por una tenue vellosidad, que descendía en insinuante recorrido hasta cobijarse bajo la cintura de unos jeans desgastados. La camisa, en una contorsión amorfa, abandonada en el piso entre zapatos y calcetines,  evidenciaba la molestia por la pérdida de la última mano de poker.  En el respaldo de una , colgaba la ligera falda gris con la hilera de botones dorados al frente, y una blusa alba; y sobre el asiento, descansaban lánguidas y serpenteantes, las sedosas medias blancas.
El ambiente de taciturna oscuridad y música apacible, estimulaba el halo erótico que inundaba el lugar. La iluminación de la mesa destacaba la tensión del juego, la curiosidad y el goce de Carolina por descubrir nuevas emociones. Ella aún no perdía, conservaba  el delicado brasier de encaje que resaltaba sus pequeños senos, y las diminutas bragas que cubrían atractivamente, lo necesario. Con sonrisa ingenua resguardaba el abanico de cartas. Al tocarle el turno descubrió su rostro bajando los naipes, y con el destello de una pícara mirada en sus ojos verdes, esparció sobre la mesa un ramillete de cuatro ases de la mano de un orgulloso rey. Con un gesto de decepción, Rafaél se despojo de los jeans, quedándose como única prenda con sus boxers.
Carolina tomó un trago de la bebida que especialmente le había preparado su acompañante. Dejó el vaso y lo besó apasionadamente, restregando su cuerpo con la sensualidad y el deseo de intimidad que la consumían. Rafaél, con una estimulación evidente, que no se molestó en ocultar, le preguntó:
⏤Ahora, ¿qué apuestas?
⏤¡El resto!, contestó ella, con la eufórica intención de culminar a la brevedad  el juego.
Repartieron cartas, y ambos cambiaron dos. Carolina tomó un trago, y descorrió lentamente el abanico de naipes. Dos pares... cantó.
Rafaél, comenzó a sonreír y sutilmente le susurró al oído: 
Full de Reyes y Damas… desnúdate. Y aunque gané, te voy a acompañar. Y al momento que ella se quitaba el resto de la ropa, él deslizó el boxer, que cayó con dificultad, al salvar el erguido obstáculo
La acercó tiernamente, y tomándola con ambas manos de los glúteos, la besó apasionadamente mientras la penetraba...
No oyeron el crujir de la puerta, sólo escucharon el desaforado grito… ¡Carolinaaaa!...
⏤!Papáaaa!... ¡No!, ¡no!. ¡Por favor!...
Un doble estruendo opacó el alarido de Carolina, que aterrorizada, vio cómo se desplomaba el cuerpo inerte de Rafaél y escuchó el bramido del padre, que desesperado, le gritaba al muerto:
⏤¡Imbécil, sólo es una niña!



10 de noviembre de 2019

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