viernes, 23 de octubre de 2020

La última Bernarda Alba

La última Bernarda Alba

Gárgamel

En la bandera de la libertad
bordé el amor más grande de mi vida.
Federico García Lorca
(1898-1936)

La permanente penumbra se enseñoreaba en la añosa vivienda, mientras una tenue claridad entrecana bregaba palmo a palmo por invadir los intersticios de las puertas y ventanas clausuradas. El luto jurado por Bernarda a su esposo y respetado por las cinco hijas, tras ocho años de vigencia, actuaba bajo la represión del bastón emblemático que encarnaba la añoranza del patriarca. 
Esa noche, marcaría la rebeldía e independencia de Adela, la hija menor. Bajó a cenar vestida con un ropaje verde oliva, largo vestido escotado, que se deslizaba con fruición hasta llegar al piso. Al descender la escalera con lentitud, tratando de dominar el temor a la insubordinación, su resplandeciente imagen ondulaba con elegancia e iluminaba el entorno oscuro de sus cuatro hermanas en la mesa. La estupefacción y envidia irrumpió el recinto con el  clamor oscuro del respeto al juramento inducido. Las recriminaciones fraternas estaban plagadas de contradicción: por un lado, la observancia del designio materno, por el otro, la necesidad de una vida libre…
En el sombrío ambiente de la fría noche, se escuchó el trabajoso caminar de la anciana remarcado por el sonido duro y admonitorio del órgano rector. Escalón por escalón, la cacofonía aumentó el nerviosismo de las espectantes hermanas. La matriarcal figura, perforó con lentitud la penumbra impulsada por el halo débil que la rodeaba…
Un grito estentóreo rompió la tensión:
—¡Adela, has roto el juramento!, ¡manchaste el honor de la familia!. ¡Te vas de la casa y no vuelves!
Cabizbaja y rezumando lágrimas de miseria, alcanzó a balbucear… también, estoy embarazada.
Ante la respuesta iracunda y furiosa de una cachava blandida con intención de lastimar, las cuatro hermanas formaron un muro oscuro de protección, abrazaron a su madre y tras, un tiempo de violencia verbal, volvió la momentánea calma. 
Largos días de argumentaciones, reflexiones y explicaciones, fueron derrumbando la tozudez del carácter férreo de la rústica Bernarda. En un desbastamiento ligero y constante, las abrasivas palabra desgastaron la tosca madera de la intolerancia. 
La  tranquilidad en el ámbito familiar se reveló exiguamente al permitir la entrada de luz por las ventanas, el paulatino cambio de colorido en las vestimentas y el estallido jubiloso, con el nacimiento del primer nieto en la familia Alba.
 23 de octubre de 2020




domingo, 18 de octubre de 2020

El último deseo de Dorian

 

El último deseo de Dorian

 Gárgamel


La mejor manera de librarse

 de una tentación, es caer en ella.

Oscar Wilde

 

 

A los veinte años, Dorian se sabía hermoso, viril y atractivo. Hijo único de comerciantes prósperos, vivía un mundo de diversión, despilfarro, y vagabundeo.  Al regreso de un viaje a África sintió fuertes dolores corporales y fiebre incontrolable. A pesar de la atención médica y hospitalaria, los facultativos no lograban su curación. Una noche, postrado en cama, con temperatura alta, sudoración excesiva y dolor de cabeza, escuchó una susurrante voz pronunciar palabras que llegaron a su oído en un vaho tibio y carente de emoción:

            ­—“¿Ya vez qué frágil es la vida?... vives alimentando un enorme ego y la superficialidad existencial, no respetas normas y conductas de la sociedad; solo el hedonismo en el que subsistes, te alimenta… En el filo ondulante por el que caminas tendrás que definir tú destino, buscarás cual equilibrista que pendula bajo el cobijo de su pértiga, la estabilidad física y emocional con la que enfrentarás el futuro.

Sé que vivirás la transformación hacia la verdadera imagen que tú ser interior desea; las pasiones y disociaciones se irán reflejando conforme emerja la esencia oculta que te habita…”

Se restableció pronto ante la incredulidad de médicos y familiares. Consideró solo una pesadilla, el sueño pasado y siguió viviendo su inexorable forma de vida, aunque el espejo de su habitación le manifestaba día a día los cambios que sufría su aspecto físico.

 

Frente al revelador cristal admiraba su perfil rectilíneo, levantándo la barbilla mientras cepillaba el terso cabello oscuro, refocilándose con las caricias suaves del cerdamen. La luz de la habitación proyectó la imagen del cuerpo moreno, de torso largo y glúteos firmes. Fijó satisfecho su mirada zarca en la figura mostrada, giró lentamente, admirándose y  pensando: “…sigo viéndome bien”,  sonrió. Terminó de vestirse, alineó las medias, ajustó la falda, se calzó las zapatillas de tacón alto  y salió al mundo a disfrutar una noche más de lujuria, concupiscencia y libertinaje…

 

17 de octubre de 2020

sábado, 10 de octubre de 2020

AGUA DE VIDA Y MUERTE



AGUA DE VIDA Y MUERTE

Gárgamel

El bramido sordo de la turbulenta  Iguazú lo sentía en su interior como fluido de energía que aún la mantenía viva. Con tristeza veía desde el mirador en que se encontraba, a la nebulosa brisa ascender por la columna de agua desde el himen rocoso e impoluto de la virginal y selvática montaña, hasta sus pies. Un haz multicolor iluminó la nubosidad y penetró la catarata formando un pentagrama natural donde una parvada de garzas, en sincrónico vuelo de notas musicales, puntillaron de blanco el horizonte verdoso de la selva tropical. La última radiación del día iluminó el demacrado rostro y la liberó de la angustia y desesperación acumulada en años de sufrimiento. Con el temor supurando el cuerpo, dio el paso final para incorporarse a la partitura de luz…








jueves, 1 de octubre de 2020

Claroscuro

 Claroscuro
Gárgamel
El ocaso de un día de verano mostraba la dejadez del viejo astro, cansado de coruscar vida en el transcurrir diario; su azafranado fulgor penetraba por  la terraza, coloreándo el marco de madera de  la frágil mampara que protegía la sala. La radiación reptó hacia el centro de la estancia y cubrió paulatinamente el cuerpo en posición de Sukhasana. El anciano meditaba, como lo había hecho la mayor parte de su vida, en los atardeceres del poblado de Kakunodate que vislumbraba a la distancia matizado por un nimbo de ceresos en flor. En el horizonte, los colores se confundían con los reflejos moribundos de aquel sol en agonía. 
    Al sentirse tibiamente acariciado por un gratificante oreo, abrió los ojos y descansó su vista en el avance lento de la luz y las sombras proyectadas en los diferentes objetos de la habitación: “Algunos dirán que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica…”*, discurrió el viejo. Sin embargo, concordó con la idea de qué cuando avanza la luz, se producen movimientos fugaces de vida etérea, en la cual “…los orientales creamos belleza, haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes…”*, pensó.
El avance de la luz en la penumbra de la sala y su proyección sobre los objetos lo rebasó; comenzó entonces a imaginar la progresión de ésta a su espalda, la creación fantasiosa de sombras que al deslizarse topaban con los objetos, distorsionando sus figuras. La claridad imaginada llegó a  la mesa esquinera que soportaba la estatuilla del guerrero Honda Tadakatsu, con su famosa espada Nakatsukasa Masamune, en actitud de ataque; su ficción impelió la sombra alargada del arma hasta el retrato de su finada esposa Akira, iluminado aún por los postreros rayos del atardecer. La sombra del acero avanzó hasta situarse justo en el cuello de la mujer amada. La pasión invadió su cuerpo, los músculos se tensaron, y el dolor visceral de odio, angustia y desesperación, volvió a sentirlo como en el momento que había vengado la traición… 
La penumbra, encubrió el amor y el odio que escurrieron por su rostro… como lo han hecho a través de los años.
*Junichiro Tanizaki

30 de septiembre de 2020