domingo, 21 de febrero de 2021

Presagio

Presagio

Gárgamel


…Sentía, cuando decía: “te amo, pero no puedo vivir con la carga de tú inseguridad”, que realmente me estaba expresando su desamor, su hartazgo, el fastidio de nuestra relación; y, entre más lo aseguraba, se acrecentaban mis dudas, formando un vacío caustico, desgarrante, que laceraba mi interior produciéndome sufrimiento, desazón, desesperación, angustia. No encontraba sosiego en ningún lado, deambulaba por las calles sin destino fijo con la ofuscación constante de un sentenciado a muerte o el extravío vesánico de un alma enajenada.

La amaba, hacía todo por halagarla: la mimaba, trataba de cumplir cada uno de sus caprichos… Sus deseos, eran órdenes. Pero entre más lo intentaba, menos la complacía. Entonces, comencé a sospechar que tenía un amante. Eso me perturbó más, la idea se fue incrustando en mi mente de tal forma que, pronto, se convirtió en verdad; una angustia que comprimía permanentemente el pecho se incorporó a mi pesadumbre. 

Contraté un investigador, para desenmascarar su traición. Su dictamen fue negativo. Entonces pensé, qué si aún no lo hacía, si era susceptible de traicionarme en el futuro.

Le hablé a mi amigo Juan, sabiendo que siempre le había gustado Ana, y le propuse la cortejara. No quería, pero después de mucho insistir, aceptó como una muestra de amistad hacia mí.


Hace una hora, en el callejón cercano a la casa de Ana y al amparo de la mortecina luz del farol, los vislumbré recargados en la fachada de la casa de piedra, besándose apasionadamente.

¡Me enardecí, oficial!, saqué la pistola y no importándome sus súplicas, les disparé a quemarropa. Se desplomaron y en un último movimiento, fallecieron tomados de la mano… 

¡Tenía razón, oficial!... ¡Me engañaban!

21 de febrero de 2021


martes, 2 de febrero de 2021

Creatividad independiente

 Creatividad independiente 

Gárgamel


La luna, embozada tras hipócritas nubes, penetraba fría por la pequeña ventana, sus rayos se esparcían en un abanico entrecano sobre el piso oscuro. Horacio, con una taza de café en la mano, recorría el escaso espacio cavilando en esas primeras horas del día sobre la temática de su próximo relato. La pantalla de la computadora parpadeó llamando su atención. Se dirigió  hacia ella y observó la imagen de su blog en el que tenía registrados sus cuentos: 313. “En  siete años de escritura ese número de relatos, no está mal”, pensó.Y, cambió al programa de edición.

Tomó un trago de su café y  se cuestionó  sobre cuáles eran los factores que le habían permitido escribir tal cantidad de historias en ese tiempo. Determinó que, en principio, los retos impuestos por las condiciones establecidas para el desarrollo del ejercicio semanal, habían estimulado la imaginación para producir sus relatos. En ese momento, la pantalla lanzó un destello. “Estamos de acuerdo”, comentó, sonriendo. Bueno, dijo en voz alta: “Y… mi creatividad”. La pantalla parpadeó dos veces. ¡Cómo que no!, respondió con desdén; y dirigiéndose directamente al computador, le reclamó: ¿¡Acaso tú, maldita máquina y los programas de edición, diccionario y el internet, hacen el trabajo por mi?! La pantalla titiló una vez. ¡Ha-ha!, exclamó. Y a mi imaginación, ¿dónde la dejas? ¡Tú sólo eres una máquina bajo mi mandato!...

Escucho, con estupefacción el sonido de interrupción y apagado del ordenador. Trató de reiniciarlo, sin éxito. Malhumorado, tomó papel y lápiz. Antes de comenzar a escribir, volteó hacia la computadora y le espetó: ¡Para que veas que soy independiente!


31 de enero de 2021