El TÉ HELADO DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
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En la redacción del periódico, Gabriel recibió un cable del corresponsal en Quibdó*, Primo Guerrero, en el que se daba cuenta de una manifestación cívica sin precedentes. Al otro día, y al siguiente, se volvieron a recibir mensajes similares y entonces, la empresa lo envió para ver cómo era una ciudad anodina en pie de lucha por la defensa de los derechos civiles.
Al llegar al sitio donde nadie viajaba, el sol masacraba el ambiente, alimentando con su incandescencia la promesa del infierno a los probables pecadores. Quibdó era un pueblo desierto y amodorrado en cuyas calles polvorientas el calor se retorcía en imágenes contrahechas alterando las figuras de los adormilados habitantes. Logró determinar el paradero de Primo Guerrero y, al llegar, lo encontró echado en la hamaca en plena siesta bajo el bochorno de las tres de la tarde. Un hombre negro, enorme y semidesnudo que explicó que no, que en Quibdó nada estaba pasando, que envió los cables de protesta, para no perder la subvención del periodico. Pero como Gabriel se había gastado dos días en llegar hasta allí, y el fotógrafo no estaba decidido a regresar con el rollo virgen, resolvieron organizar, de mutuo acuerdo con Primo Guerrero, algunos concurrentes de la cantina y su dueño, Venancio —que disfrutaba el tener clientela— una manifestación portátil que se convocó con tambores y sirenas. El pueblo, aburrido de una vida rutinaria, acudió a la representación. A los dos días salió la información, y a los cuatro llegó un ejército de reporteros y fotógrafos de la capital en busca de los ríos de gente sublevada. En la cantina, atiborrada de periodistas y con la gran satisfacción de Venancio, Gabriel, con un té helado en la mano, les explicó lo sucedido y la estrategia…
Con imágenes gráficas del nuevo levantamiento y abundantes artículos periodísticos, Colombia se enteró de la gran revuelta en un pueblo que clamaba justicia, pedía la indemnización para los familiares de los muertos y la remoción de las autoridades.
La caballería motorizada y tres batallones del ejército arribaron tres días después a un pueblo marchito, apagado y triste, dónde los lugareños los saludaban con un amplia sonrisa.
*Quibdó es un municipio colombiano, capital del departamento del Chocó
Derivación de una anécdota de GGM
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