domingo, 25 de abril de 2021

La rueca continuó girando...

 




La rueca continuó girando…

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El tiempo continuó girando la estrujante rueca* con la satisfacción infinita de trascendencia, incrementando minuto a minuto el fragor interno del sufrimiento y desesperación que él sentía. 

En el oscuro bar, la humedad enquistada y el olor ácido del ambiente contribuían a aumentar la depresión por la muerte de Aurora. Con la última copa de tequila en la mano, deshebraba culpas del revoltijo angustiante de recuerdos. En la barra, el barman y un hombre con gabardina y sombrero junto a él, reflejaban en el espejo frontal, la decadente simpleza de una existencia rutinaria.

—¿Te puedo invitar una copa?, el perfil rectilíneo del vecino lo observaba con bondad, como si conociera su trascendencia y circunstancia. Asintió, con triste sonrisa.

Si me permites la intromisión, conozco tú problemática: segundo a segundo te he acompañado en el recorrido, quisiera que entendieras la vida: no se puede luchar contra lo inevitable… ¡el pasado!  Registro cada momento. Te quedan algunos años por delante, no los desperdicies.

Cerró lo ojos al escuchar las palabras del vecino y La humedad resbaló por sus mejillas. Cuando volvió a abrirlos, ¡estaba sólo!... El dependiente se acercó y preguntó: ¿la cuenta?

—¿Y, el señor que estaba al lado?...

—¿cuál?…

Deambuló por calles intemporales, oscuras y vacías, con la sombra del tiempo al resguardo. Llegó a casa, abrió la puerta y escuchó la voz infantil:

—¡Papi, papi, ¡qué bueno que llegaste! ¡Mamá, papá, está aquí!... 

*Daniel González Dueñas.                                        

25 de abril 2021







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