jueves, 28 de septiembre de 2023

La taquería homeopática

 La taquería homeopática



Su trabajo en la Secretaría de Salud era el de sellar las recetas médicas para evitar que  fueran adulteradas, hasta que un día llegó la máquina que hacía lo mismo, más eficiente y rápidamente y... lo mandaron a descansar. Tras su jubilación los compañeros comentaban que la oficina se veía distinta desde que se fue el Chava, como que faltaba algo: faltaban sus camisas de cuadros y el termo del café en el escritorio.

Pronto se dio cuenta de que la pension  jubilatoria no le alcanzaba para mantener a la familia y que tendría que poner un negocio. Estuvo meditando durante largas horas en su sofá preferido, acompañado de cervezas y botanas para estimular su creatividad. La estimuló hora tras hora hasta que llegó la gran idea: 

¡Una taquería homeopática!

Había leído en algún lugar, que la homeopatía utiliza para curar las mismas sustancias que dañan al organismo, pero en dosis reducidas. Por lo que ideó administrar los medicamentos dentro de los tacos y bebidas preparadas. Así, alimentaba y curaba al mismo tiempo. ¡La gran solución! ¡La integración de los servicios de salud y alimentación!

Puso su puesto enfrente de una clínica del Seguro Social —amparándose de inmediato para que no lo desalojaran las autoridades— con un vistoso anuncio en la parte alta y a todo lo largo del negocio, que decía en color rojo bermellón: 

Tacos homeopáticos de El Salvador 

Y en letras más pequeñas de color amarillo contundente: 

bebidas curativas y energizantes a base de hierbas, frutas y sales minerales"

No tardó en tener éxito, pues los pacientes de la clínica —después de cinco horas de espera y quince minutos de consulta— desesperados porque no les daban los medicamentos, caían bajo las garras de El Salvador.

— ¡Pásale güero...pásale! ¿Qué te duele? ¿ Que te aqueja?... para tú mal del corazón ¡Aquí tengo tú molleja!

Se acercaba la clientela y después de diagnosticarlos en menor tiempo que lo hacía el médico, les surtía la receta.

—para tu diarrea: tres tacos de tripa y un licuado de epazote con perejil y limón. El tratamiento dura tres días, así que mañana te espero a la misma hora. Pasa a la caja, son cincuenta de los tacos y el licuado; y treinta de la consulta.

¿Que tienes flebitis? ¡No, lo que pasa es  que la sangre se te está amorongando! Necesitas 2 tacos de moronga en chile verde y un atole de membrillo. Venme a ver cada tercer día, pero vente caminando, porque necesitamos que circule la medicina. 

—¡Don Chava, dos tacos de carnitas!

—¡Espérate, que estoy dando consulta¡ Y no te auto mediques, deja que yo te recete.

Tenía tres meses funcionando exitosamente la taquería-consultorio, cuando se presentaron los inspectores sanitarios acompañados de policías y clausuraron el changarro, no sin antes haberle gorreado un "menudo" y unos tacos de chorizo.  

Lo llevaron con el Ministerio Público y le imputaron al menos siete delitos que implicaban penas por más de diez años, por lo que no alcanzó fianza. Lo recluyeron en prisión hasta ser enjuiciado. 

El Salvador  lleva tres años en prisión y aun no le dictan sentencia porque, por extraño que parezca, nadie ha confirmado los cargos. Los incriminantes, murieron de fuertes dolores intestinales y convulsiones. En el acta de defunción el forense asentó: Deceso por accidente de trabajo

Don Chava sigue practicando su ciencia en la crujía cuatrocientos quince del Reclusorio Central. Las autoridades se lo permiten —yo diría que fomentan su ejercicio profesional— porque ha contribuido a reducir el hacinamiento y los gastos de mantenimiento del lugar, logrando, en poco tiempo, que cada recluso cuente con su propia celda.




Águila o sol

 Águila o sol…


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"Se llama sueño americano porque 

hay que estar dormido para creerlo." 

George Carlin.



El movimiento lento y ruidosamente mecánico, acompasaba el traqueteo constante,  monótono, adormecedor, eterno, que lo llevaba a imaginar el latir del corazón de aquel gigante animal que con su potente rugido avisa a los desamparados que los llevará a alcanzar un mundo de riquezas materiales (el regreso del humano a un paraíso perdido por la ambición, consustancial a la especie). Un mundo de abundancia en alimentos, lujos, comodidades, vida placentera, como lo había visto en infinidad de películas  en el televisor de  Don Gervasio, dueño de la tienda del pueblo, que por unas cuantas monedas, los acercaba a un mundo diferente y envidiable. 

Había dejado a la Toñita y a sus cuatro hijos con sus padres, prometiéndole que, en menos de un año, iba a mandar por ellos: “Seremos gabachos, tendremos coche, casa con jardín, un bonito perro y todos hablaremos inglés”, les dijo.

No podía dormir de contínuo por miedo a rodar y caer del lomo de la bestia y ser masacrado en las vías, o que sus pertenencias fueran robadas, especialmente el teléfono celular, que era el medio de comunicación con sus seres queridos. El atroz cansancio lo consumía, era el décimo tren que abordaba desde su salida de Ixtepec. El lugar en la línea central del vagón, era un privilegio que implicaba cierta seguridad. Cuando la fisiología de su organismo le demandaba atención, solicitaba ayuda para que lo sostuviesen, esa era la única solidaridad que recibía de los acompañantes.

Faltaba poco para llegar a Nogales, Sonora, última parada para la entrada al ensueño americano. Su organismo le exigió una liberación y solicitó ayuda a dos vecinos para que lo sostuvieran: se bajó los pantalones, trusa y tomando ambas manos de los apoyos, se acuclilló…

Las manos se abrieron… El sentimiento de vacío se acompañó de un alarido amortiguado por el rugido de la bestia avisando su llegada al poblado.

La mochila abierta descubrió el celular. El sonido persistente, como una angustiosa premonición, fue acallado por el ganador del volado… 


28 de septiembre de 2023


jueves, 21 de septiembre de 2023

Mutismo sórdido

 Mutismo sórdido

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Era su segundo café, el sabor ácido en la boca le indicaba una halitosis molesta causada por las emociones negativas en el transcurso del día y la tensión de la espera para definir el transcurso de vida; tomaba agua para disminuir la incomodidad que le causaba una resequedad en la garganta y la pastosidad chiclosa de su lengua. Las manos nerviosas, apoyadas sobre la mesa, entrelazaban los dedos y acariciaban el delicado anillo de compromiso, con impaciencia. La poca clientela del pequeño restaurante poco a poco abandonaba el lugar cubriéndose con sus abrigos, sombreros y embozados en abrigadoras bufandas. Al exterior el invierno crudo fustigaba con violentos vientos helados la ciudad de New York. Las temperaturas alcanzadas en ese invierno eran las más bajas en muchos años. 

Casi la medianoche y no llegaba… 

Los meseros se preparaban para cerrar el lugar, era la última cliente y, decidió salir.

Con lentitud se incorporó, acomodó el sombrero flapper de modo que la cabellera quedara cubierta por las alas caídas de la prenda en la parte posterior y las laterales. La mirada triste y cansada confirmaba la desilusión del sueño que la inclemencia de una realidad infausta le azotaba la cara en el vendaval gris de su historia. Se cubrió el cuello con las solapas de pelo de marta del grueso abrigo y salió a enfrentar la crudeza de la intemperie.

Caminaba lentamente entre fárragos húmedos que le rebasaban las botas, sin rumbo fijo, sin interés en nada que le rodeara, con solo un pensamiento rondando en su mente: 

“Se perdió el saber que ha engendrado una nueva vida…”


Abrió los ojos deslumbrándose con la claridad de una mañana fría, la comodidad de un lecho tibio, el adormecimiento de las piernas, manos y un dolor sordo en el bajo vientre…

Al llamado del timbre entró la enfermera, le explicó que la ambulancia la había recogido en la calle, en atención a el aviso de un automovilista que la vio inconsciente en la banqueta. La llevaron a urgencias y debido a la hipotermia tan intensa con la que llegó, el feto no había resistido. El dolor que sentía era consecuencia de un legrado…

La enfermera, compungida y con cierto nerviosismo, le entregó el anillo de compromiso que habían recuperado al amputar el dedo congelado…

El gemido de un corazón palpitante vociferando la negación de la información provocó un alarido sordo que, desbordando sus párpados, resbaló a través de las mejillas y empapó el ambiente de tristeza y soledad. 

El mutismo fue la respuesta, el llanto interior consumió su escasa energía, cerró los ojos y desfalleció…


21 de septiembre de 2023


miércoles, 13 de septiembre de 2023

Concierto de justicia

 Concierto de justicia

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La imaginación imagina de noche

 aquello que no haya de día.

Ramón Llull


La bruma oscura fría y húmeda, enmarcaba la habitación acobardando al albo haz, qué con timidez se deslizaba en la entreabierta ventana y reptaba sigilosamente por la pared posterior. En el suelo, el escritor, reclinado sobre el muro y abrazando las rodillas, fijaba la vista en el contorno alargado de aquella colorida máscara africana que colgaba en la pared de enfrente, adquirida en su último viaje a Senegal en un bazar de la aldea de Tambacounda. Representaba el rostro de un ser mítico de grandes poderes. Su boca plana, alargada y los párpados abultados semiabiertos, le impresionaban por su frialdad y crudeza.

Estaba angustiado, desesperado y pesimista. Le habían detectado cáncer hepático y metástasis en órganos adyacentes, con pronóstico terminal. Seis meses, dijo el médico…

En ese trance, después de horas de victimización, compilación de recuerdos y análisis de vida, un rumor leve en el interior de su organismo, cómo un quejido lastimero en un principio se fue acrecentando al percutir las paredes internas y desbordar en su garganta en un grito: ¡Permanencia!... ¡trascendencia!... No quería morir, ¡aún no! No había terminado de transmitir sus pensamientos, conceptos, creencias, pasiones, visiones…

           ¡Trascender!, necesitaba trascender y la narrativa era su única manera de hacerlo.

“¡Pensamientos y sentimientos, es lo que vaga en el etéreo, la herencia de la humanidad que ha dejado el lastre físico!”, oyó en su interior. Instintivamente, miró a la máscara, los ojos entreabiertos, de un brillo amarillento, se fijaban en él.

“Tienes poco tiempo de vida física y una necesidad enorme de trascendencia. Te haré un favor con un pago recíproco. Abriré el acervo etéreo del pensamiento universal para alimentarte de las ideas para tú obra, con la condición de que en los relatos describas la historia de sufrimiento y maldad que han sufrido los pueblos africanos…”

Con fervor luminoso la claridad de la tibia mañana desplazó a la oscuridad arrumbándola en las comisuras de las paredes y en su transitar, le dio calor al entumido cuerpo del escritor e iluminó el escritorio dónde permanecía el inconcluso relato.


Septiembre 13 de 20