jueves, 6 de junio de 2024

Desesperación

 Desesperación

Jorge

En el hermético verdor  interior de la selva alta ecuatorial, el  “Proyecto  Mercurio”: una planta generadora de biomasa,  ⏤materia orgánica que se usa como fuente de energía renovable, económica y limpia⏤ requería la localización de áreas específicas.   

  Con la bruma húmeda y gris de la madrugada permeándo sibilante la espesura, partieron del poblado: Lorenzo, el topógrafo, y Ramiro, el guía, con provisiones para dos días.


En la  pequeña oficina del “Proyecto Mercurio” de la aldea, un  bochorno gélido se adhirió untuoso a las personas que laboraban en el recinto, cuando la sofocada mujer, atribulada, y nerviosa, abrió la puerta y  con la angustia reflejada en el rostro informó que después de cuatro días, Lorenzo, su esposo, no había llegado. Preocupado, el funcionario encargado de la oficina se comunicó con el guía. Este Le informó qué, por la tarde del primer día habían localizado el lugar, pernoctaron ahí y el segundo día hicieron los trabajos correspondientes.  Partieron de regreso el tercer día, por la mañana. Después de caminar un largo trecho, discutieron sobre el rumbo a tomar y él, siguió por el que consideró correcto, llegando por la noche a su casa.

Se organizaron cuadrillas de búsqueda, avionetas y helicópteros rastrearon el espacio aéreo, sin éxito.

María, la esposa de Lorenzo, ante los resultados adversos, y desesperada, acudió con el chamán del poblado, un anciano de saberes primigenios. Enterado del problema, pidió ropa y objetos personales del topógrafo;  se encerró varias horas en una habitación y al salir, les señaló: 

—He logrado conectarme con el pensamiento de Lorenzo...  He sentido su desesperación y angustia; el miedo, la sed y el hambre que lo tiene derrotado. Exasperado, ha tratado de extraer agua de las hojas y tallos de las plantas, se ha alimentado con ellas, irritándo boca e intestinos. Ha caminado sin rumbo fijo, abriéndose paso en lo intrincado de la selva,  escuchando con desesperación el pasar de las aeronaves, sin ser avistado. Trae una revólver y le queda sólo una bala, cuatro las usó tratando de cazar animales para sus sustento. Está dispuesto a suicidarse si no logra salir de la selva, mañana… Voy a tratar de inducirlo a que camine en círculo, para que no se aleje más.

 

Llorando de desesperación, con la garganta seca y el paladar inflamado por la sed intensa que lo enloquecía, se dió cuenta que había llegado al mismo lugar de donde había partido. Era media mañana y el fatalismo se aferró a su ser, sacó el revólver de la cintura, dispuesto a cumplir la decisión tomada sobre su límite de lucha. Introdujo una bala en el cilindro, preparó el percutor, y con el brazo temblando acercó el cañón a la sien con el dedo puesto en el gatillo. Esperó un instante y respiró profundo antes de apretarlo... 

Al exhalar lentamente, creyó escuchar a lo lejos voces gritando su nombre...



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