sábado, 22 de junio de 2024

El vigilante


 El vigilante

JLLM

El miedo a la oscuridad nocturna escondió los más diversos temores en mi infantil espíritu. Al ir a dormir, el closet ligeramente abierto, encubría la sombra de un espectro buscando robarme el alma o,  las esqueléticas manos ocultas bajo la cama, esperaban que me durmiera y reptar sigilosamente en el cobertor para llegar al cuello con la finalidad de estrangularme, en venganza por haber moqueteado al insoportable mantecas en el callejón donde se dirimían los conflictos escolares. Cuando sentía sed, a mitad de la noche, el temor de bajar a la cocina para tomar agua se atemperaba al encender las luces de los sitios a transitar. Pero se acrecentaba de regreso, al apagarlas apresuradamente y subir corriendo la escalera hacia mi cuarto, porque sentía que presencias extrañas me perseguían.
En la desesperación de una inquieta noche, perseguido por extraños seres ¡salté al vacío!... Me levanté del suelo, sudoroso, lagrimoso y muerto de miedo. Abrí la ventana para dar paso a la refrescante brisa nocturna y permitir al fulgor albo,  proyectar la imagen de un majestuosos buho ululando sobre la rama del vetusto árbol, que con su sonido me  transmitió en ese momento, certeza de protección, seguridad y paz, sentimientos que angustiosamente  necesitaba. Al sensibilizar mi ser con su tranquilizante modo, me reconforté. A partir de esa noche, confié mis temores a ese “vigilante” nocturno que, con asiduidad, cumplió su cometido; me dio la serenidad suficiente para evitar las angustiosas noches de oscuridad nubosa y terribles presagios.
Varios años después de la muerte de mis padres regreso a la casa abandonada, envejecida, plagada de recuerdos engastados en los sitios más oscuros y en  rincones lúgubres de añoranzas, que entreveradas por pinceladas de humor y dicha familiares, arroparon mi niñez y juventud.
“Es de mala suerte ser supersticioso”, pensé y sonreí al  recordar la imagen del buho sobre la rama del viejo roble. Sin embargo, agradecí que la afirmación de mi ser juvenil se inició con el blindaje emocional que me proporcionó ese evento.  
Abrí la ventana de mi antigua habitación y observé por un rato al anciano roble e imaginé, prendido de la rama, al “vigilante” moviendo su plumosa testa y ululando, para advertir a las presencias extrañas de su presencia protectora. Concluyo que soy un ser rebosante de recuerdos y tal vez por eso, reconozco que hay algo triste en la vida. Es difícil definir lo que es, pero supongo que, al final, el cúmulo de añoranzas es tan grande y pesado, que el tiempo romperá la talega  en el Universo Infinito.                                                      
22/06/2024



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