martes, 18 de noviembre de 2025

Un pasado lijurioso

Un pasado Lujurioso


Hasta las cicatrices bien curadas

 vuelven a doler de vez en cuando.

Anónimo

La oscuridad del bar, con paredes de madera, cuadros de ilustraciones deportivas y música tenue, provocaba un ambiente de tranquilidad, propicio para largas  conversaciones  y confesiones íntimas.

            Ramiro tomó su tequila de un solo trago y pidió otro. Sus pequeños  ojos oscuros, enmarcados por cejas delgadas, armonizaban con su cara triangular; nariz larga, y labios delgados, en permanente sonrisa, que proyectaban la imagen de superficialidad y cinismo características de su época de estudiante. A sus cuarenta y tantos años no había perdido su esbeltez. Palmeó el hombro de Daniel y le preguntó:

            ⏤¿Qué es de tu vida Danielito? ¿Sigues siendo tan tímido y dedicado como en la escuela? ¿Ya conoces a las mujeres? O, ¿los libros y el trabajo te lo han impedido? Debo reconocer qué sí no hubiera sido por ti y mi vista de larga distancia, no habría terminado mis estudios.

            Incómodo  por los comentario y arrepentido de haberlo reconocido en los pasillos del centro comercial, Daniel volteó ligeramente la cara hacia él y fijando su mirada en el tarro de cerveza a medio consumir, comentó escuetamente, que estaba casado y que tenía dos hijos, que trabajaba en un despacho de abogados y que ganaba medianamente para vivir.

⏤En cambio yo, Danielito, he dedicado mi vida a las mujeres, estoy separado y mi trabajo es divorciar. Me ha ido muy bien económicamente y disfruto de los placeres que se me van presentando. ¿Te acuerdas cómo era en la escuela?… Pues, sigo igual.

            Y comenzó a rememorar sus aventuras en la universidad: las fiestas que duraban hasta el amanecer, las amigas, las quejas de los vecinos a la policía, las peleas. Y en la constante añoranza de un pasado de sexo y lujuria, hizo alarde de sus conquistas amorosas, acompañando cada relato con su respectivo tequila.

⏤La verdad, amigo, no es por presumir, pero lo comido y lo bailado nadie me lo quita.

Daniel. moviéndo inquietamente su grueso cuerpo en el  banquillo, pensó: “De lengúa me como un taco…”. 

Ramiro prosiguió vanagloríandose…

⏤Recuerdo en especial a tres locas de la Facultad de Leyes: Rosa María, Florencia y Lourdes... ¡Eran insaciables! ¡Las más promiscuas de la escuela!

¡Qué orgías, hermano!, ¡qué orgías!... Dignas de los Romanos. 

¿No las conociste?

⏤No, Ramiro, yo iba a la escuela a estudiar, y por la tarde trabajaba.

            

⏤Sintió un escozor en el estómago, la incomodidad con la plática se agudizó, pero su prudencia le dictó su comportamiento:“En boca cerrada no entran moscas”, pensó. Y, decidió terminar la plática. Pidió la cuenta y se despidió:

⏤Tengo que llegar a casa temprano. Me dio gusto volver a verte.

           ⏤¡Qué lástima mi querido “mandilón”!, nos estábamos divirtiendo. Aquí te dejo mi tarjeta, háblame para volver a tomarnos unos tragos.

Al bajar por las escaleras eléctricas de la plaza comercial, Daniel rompió la tarjeta de presentación y los pedazos tuvieron el mismo fin que los pensamientos sobre su “amigo”.

            

Subió pesadamente los tres pisos del edificio, abrió la puerta del departamento y con voz fuerte dijo: ¡Florencia, ya llegué!... 

Poco a poco, se tranquilizó, al recordar qué: “lo que no fue en tu año, no fue en tú daño”

24/08/25 JLLM


 

El pacto

El pacto 

JLLM La luna palidece tras los arcos de la iglesia conforme un incipiente manto de luz la invade. Huidiza, se aleja, refugiándose en el oscuro horizonte para iniciar su rutinario periplo. Hebras doradas en un alud de gratificante fulgor, estimulan a la vegetación de los jardines de la iglesia a exhalar emanaciones y aromas que gratifican el despertar de los religiosos.  Los sacerdotes, terminadas sus oraciones diarias y desayunado frugalmente, acompañan al tan, tan, sonoro y grave de las campanas, a iniciar la primera misa del día.  Dionisio, un joven sacerdote llegado a la comunidad llega al confesionario, abre la ventanilla y reza las palabras introductorias: 

  ⏤Ave María purísima 

  ⏤Sin pecado concebida, contesta nerviosamente el interlocutor. 

  ⏤Dime tus pecados… 

  ⏤¡Padre, un terrible maleficio ha caído sobre mí! ¡He hecho un pacto con el Diablo de vender mi alma a cambio de riqueza y felicidad! El pacto está a punto de vencer porque me han diagnosticado cáncer terminal. 

  Pacté porque estaba desesperado, sin trabajo, ni dinero para lo más indispensable ⏤mi familia sin comer varios días y desalojados del cuchitril en que habitábamos⏤. Lo imploré y… negocié el contrato. 

  El silencio frío, pesado, asfixiante, invadió el confesionario, como si el peso de todos los pecados oídos en el confesionario colmara el lugar.   

  El mutismo, prolongado y tenso, precedió a las palabras titubeantes del sacerdote: 

  ⏤¿Cuál es tu nombre? 

  ⏤Pascasio 

  Con lenguaje pausado, titubeante y sudando profusamente, el sacerdote expresó:  ⏤Pascasio, implora nuevamente a ese malhechor y dile que negocie conmigo la salvación de tu alma, que aquí lo espero resguardado por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo… 

   

Pasaron los días, las campanas de la iglesia, como reloj de la vida, marcaron el paso del tiempo y Pascasio, murió… 

 

Dionisio ahora es hombre rico, está casado con una mujer hermosa y vive con su familia en una casa en la Lomas de Chapultepec 

Metáforas, anáfora y sinestesia 

18/11/25