Un pasado Lujurioso
Hasta las cicatrices bien curadas
vuelven a doler de vez en cuando.
Anónimo
La oscuridad del bar, con paredes de madera, cuadros de ilustraciones deportivas y música tenue, provocaba un ambiente de tranquilidad, propicio para largas conversaciones y confesiones íntimas.
Ramiro tomó su tequila de un solo trago y pidió otro. Sus pequeños ojos oscuros, enmarcados por cejas delgadas, armonizaban con su cara triangular; nariz larga, y labios delgados, en permanente sonrisa, que proyectaban la imagen de superficialidad y cinismo características de su época de estudiante. A sus cuarenta y tantos años no había perdido su esbeltez. Palmeó el hombro de Daniel y le preguntó:
⏤¿Qué es de tu vida Danielito? ¿Sigues siendo tan tímido y dedicado como en la escuela? ¿Ya conoces a las mujeres? O, ¿los libros y el trabajo te lo han impedido? Debo reconocer qué sí no hubiera sido por ti y mi vista de larga distancia, no habría terminado mis estudios.
Incómodo por los comentario y arrepentido de haberlo reconocido en los pasillos del centro comercial, Daniel volteó ligeramente la cara hacia él y fijando su mirada en el tarro de cerveza a medio consumir, comentó escuetamente, que estaba casado y que tenía dos hijos, que trabajaba en un despacho de abogados y que ganaba medianamente para vivir.
⏤En cambio yo, Danielito, he dedicado mi vida a las mujeres, estoy separado y mi trabajo es divorciar. Me ha ido muy bien económicamente y disfruto de los placeres que se me van presentando. ¿Te acuerdas cómo era en la escuela?… Pues, sigo igual.
Y comenzó a rememorar sus aventuras en la universidad: las fiestas que duraban hasta el amanecer, las amigas, las quejas de los vecinos a la policía, las peleas. Y en la constante añoranza de un pasado de sexo y lujuria, hizo alarde de sus conquistas amorosas, acompañando cada relato con su respectivo tequila.
⏤La verdad, amigo, no es por presumir, pero lo comido y lo bailado nadie me lo quita.
Daniel. moviéndo inquietamente su grueso cuerpo en el banquillo, pensó: “De lengúa me como un taco…”.
Ramiro prosiguió vanagloríandose…
⏤Recuerdo en especial a tres locas de la Facultad de Leyes: Rosa María, Florencia y Lourdes... ¡Eran insaciables! ¡Las más promiscuas de la escuela!
¡Qué orgías, hermano!, ¡qué orgías!... Dignas de los Romanos.
¿No las conociste?
⏤No, Ramiro, yo iba a la escuela a estudiar, y por la tarde trabajaba.
⏤Sintió un escozor en el estómago, la incomodidad con la plática se agudizó, pero su prudencia le dictó su comportamiento:“En boca cerrada no entran moscas”, pensó. Y, decidió terminar la plática. Pidió la cuenta y se despidió:
⏤Tengo que llegar a casa temprano. Me dio gusto volver a verte.
⏤¡Qué lástima mi querido “mandilón”!, nos estábamos divirtiendo. Aquí te dejo mi tarjeta, háblame para volver a tomarnos unos tragos.
Al bajar por las escaleras eléctricas de la plaza comercial, Daniel rompió la tarjeta de presentación y los pedazos tuvieron el mismo fin que los pensamientos sobre su “amigo”.
Subió pesadamente los tres pisos del edificio, abrió la puerta del departamento y con voz fuerte dijo: ¡Florencia, ya llegué!...
Poco a poco, se tranquilizó, al recordar qué: “lo que no fue en tu año, no fue en tú daño”
24/08/25 JLLM
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