El pacto
JLLM La luna palidece tras los arcos de la iglesia conforme un incipiente manto de luz la invade. Huidiza, se aleja, refugiándose en el oscuro horizonte para iniciar su rutinario periplo. Hebras doradas en un alud de gratificante fulgor, estimulan a la vegetación de los jardines de la iglesia a exhalar emanaciones y aromas que gratifican el despertar de los religiosos. Los sacerdotes, terminadas sus oraciones diarias y desayunado frugalmente, acompañan al tan, tan, sonoro y grave de las campanas, a iniciar la primera misa del día. Dionisio, un joven sacerdote llegado a la comunidad llega al confesionario, abre la ventanilla y reza las palabras introductorias:
⏤Ave María purísima
⏤Sin pecado concebida, contesta nerviosamente el interlocutor.
⏤Dime tus pecados…
⏤¡Padre, un terrible maleficio ha caído sobre mí! ¡He hecho un pacto con el Diablo de vender mi alma a cambio de riqueza y felicidad! El pacto está a punto de vencer porque me han diagnosticado cáncer terminal.
Pacté porque estaba desesperado, sin trabajo, ni dinero para lo más indispensable ⏤mi familia sin comer varios días y desalojados del cuchitril en que habitábamos⏤. Lo imploré y… negocié el contrato.
El silencio frío, pesado, asfixiante, invadió el confesionario, como si el peso de todos los pecados oídos en el confesionario colmara el lugar.
El mutismo, prolongado y tenso, precedió a las palabras titubeantes del sacerdote:
⏤¿Cuál es tu nombre?
⏤Pascasio
Con lenguaje pausado, titubeante y sudando profusamente, el sacerdote expresó: ⏤Pascasio, implora nuevamente a ese malhechor y dile que negocie conmigo la salvación de tu alma, que aquí lo espero resguardado por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo…
Pasaron los días, las campanas de la iglesia, como reloj de la vida, marcaron el paso del tiempo y Pascasio, murió…
Dionisio ahora es hombre rico, está casado con una mujer hermosa y vive con su familia en una casa en la Lomas de Chapultepec
• Metáforas, anáfora y sinestesia
18/11/25
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