El
reencuentro
Jorge Llera
Se
trataba de un muchacho con una necesidad enorme de demostrar su valor y
osadía. Siempre andaba metiéndose en dificultades. Sus padres no lo podían
controlar. Ni pláticas, ni represiones habían logrado que disminuyera su belicosidad
y rebeldía. En el grupo de adolescentes al que pertenecía, la jerarquía
se tenía que ganar con acciones intrépidas. Era el líder y demostraba su
individualidad con su inconformidad a lo establecido, lo formal, lo
tradicional. Iba por la vida contraviniendo los ordenamientos que limitaban su
libertad personal. Sin embargo, en la intimidad de su cuarto Esteban era
un muchacho desorientado, tímido, melancólico e inseguro, cuyas incoherencias
le provocaban fuertes depresiones.
Fue en
uno de esos momentos de depresión que levantó la vista, y lo vio parado frente
a él. Era su doble, igual en todo, menos en su aspecto afable y en su atractiva
sonrisa. Desde su infancia había convivido con él: jugando, platicando y en
ocasiones discutiendo. Eran amigos y enemigos, luz y sombra de su vida y sus
contradicciones vitales.
Estebanl
le dijo:
-
Estoy perdiendo popularidad con los amigos, necesito hacer alguna acción
espectacular para recuperarla.
- No
es necesario, tú tienes presencia ante ellos y te aprecian.
-¡No
te metas dónde no te llaman! Cogió su gorra y salió de su habitación.
Llegó
emocionado con sus amigos y con los folletos promocionales en las manos, les
dijo:
-
¡Vamos a participar en una competencia de balsas por el río Amacuzac! Ya
inscribí al equipo. Es el fin de semana, así que no tenemos tiempo que perder,
vamos a empezar a hacer la balsa.
Los
tres amigos lo escucharon con atención y era tal su entusiasmo, que se
involucraron activamente en el proyecto.
Llegaron
temprano a las grutas de Cacahuamilpa, dónde iniciaba la competencia. Llevaban
una amplia balsa compuesta de infinidad de cámaras -de diferentes tamaños,
unidas con cuerdas- en la cual cabían apenas los cuatro amigos. Observaron que
los otros participantes iban con equipos profesionales y adecuados al riesgo de
la aventura. Ellos no llevaban protección alguna.
Escucharon
un bramido ensordecedor que estremeció sus conciencias y sembró el miedo
a la represión de la naturaleza por la usurpación de sus espacios. Dieron
algunos pasos más hasta lo alto de la cañada cerca de la gruta y ¡lo que vieron
los espantó! La boca de un gigante de piedra que vomitaba espasmódicamente montañas
de agua, que en borbotones y con fuerza, se elevaban hasta los bordes más altos
de la gran garganta y que al chocar
contra las paredes del barranco, lanzaba a la atmósfera voluminosas masas de
agua que formaban de nubes y humedecían el ambiente cientos de metros a la
redonda.
Los
amigos asustados ante el reto, manifestaron su negativa a participar, lo que
provocó que Esteban se enfureciera y decidiera hacerlo solo.
Ante
el encolerizado Esteban se presentó su "similar" y lo exhortó a
desistir. Como de costumbre, lo ignoró y empujando la balsa al torrente,
aferrándose a ella con desesperación se precipitó en una vertiginosa carrera
que devoró a la frágil balsa y la impulsó contra la pared como a un guijarro invasor de su dominio.
Sólo
la balsa completó el recorrido y... comenzó la desesperada y ardua
búsqueda. Lo encontraron al atardecer desmayado sobre las rocas de un recodo.
Se
presentó el “similar” cuando lo estaban reanimando, se dieron un abrazo virtual
e iniciaron el viaje compartido al resto de su existencia.
10 de noviembre de 2012
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