sábado, 10 de noviembre de 2012

El reencuentro



El reencuentro
Jorge Llera
Se trataba de un muchacho con una necesidad  enorme de demostrar su valor y osadía. Siempre andaba metiéndose en dificultades. Sus padres no lo podían controlar. Ni pláticas, ni represiones habían logrado que disminuyera su belicosidad y rebeldía. En el grupo de adolescentes al que pertenecía,  la jerarquía se tenía que ganar con acciones intrépidas. Era el líder y demostraba su  individualidad con su inconformidad a lo establecido,  lo formal, lo tradicional. Iba por la vida contraviniendo los ordenamientos que limitaban su libertad personal. Sin embargo, en la intimidad de su cuarto Esteban era un muchacho desorientado, tímido, melancólico e inseguro, cuyas incoherencias  le provocaban fuertes depresiones.
Fue en uno de esos momentos de depresión que levantó la vista, y lo vio parado frente a él. Era su doble, igual en todo, menos en su aspecto afable y en su atractiva sonrisa. Desde su infancia había convivido con él: jugando, platicando y en ocasiones discutiendo. Eran amigos y enemigos, luz y sombra de su vida y sus contradicciones vitales.
Estebanl le dijo:
- Estoy perdiendo popularidad con los amigos, necesito hacer alguna acción espectacular para recuperarla.
- No es necesario, tú tienes presencia ante ellos y te aprecian.
-¡No te metas dónde no te llaman! Cogió su gorra y salió de su habitación.
Llegó emocionado con sus amigos y con los folletos promocionales en las manos, les dijo:
- ¡Vamos a participar en una competencia de balsas por el río Amacuzac! Ya inscribí al equipo. Es el fin de semana, así que no tenemos tiempo que perder, vamos a empezar a hacer la balsa.
Los tres amigos lo escucharon con atención y era tal su entusiasmo, que se involucraron activamente en el proyecto.
Llegaron temprano a las grutas de Cacahuamilpa, dónde iniciaba la competencia. Llevaban una amplia balsa compuesta de infinidad de cámaras -de diferentes tamaños, unidas con cuerdas- en la cual cabían apenas los cuatro amigos. Observaron que los otros participantes iban con equipos profesionales y adecuados al riesgo de la aventura. Ellos no llevaban protección alguna.
Escucharon un bramido ensordecedor que  estremeció sus conciencias y sembró el miedo a la represión de la naturaleza por la usurpación de sus espacios. Dieron algunos pasos más hasta lo alto de la cañada cerca de la gruta y ¡lo que vieron los espantó! La boca de un gigante de piedra que vomitaba espasmódicamente montañas de agua, que en borbotones y con fuerza, se elevaban hasta los bordes más altos de la gran garganta  y que al chocar contra las paredes del barranco, lanzaba a la atmósfera voluminosas masas de agua que formaban de nubes y humedecían el ambiente cientos de metros a la redonda.
Los amigos asustados ante el reto, manifestaron su negativa a participar, lo que provocó que Esteban se enfureciera y decidiera hacerlo solo.
Ante el encolerizado Esteban se presentó su "similar" y lo exhortó a desistir. Como de costumbre, lo ignoró y empujando la balsa al torrente, aferrándose a ella con desesperación se precipitó en una vertiginosa carrera que devoró a la frágil balsa y la impulsó contra la pared como a un  guijarro invasor de su dominio.
Sólo la balsa completó el recorrido y... comenzó la desesperada y ardua búsqueda. Lo encontraron al atardecer desmayado sobre las rocas de un recodo.
Se presentó el “similar” cuando lo estaban reanimando, se dieron un abrazo virtual e iniciaron el viaje compartido al resto de su existencia.

10 de noviembre de 2012

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