Tecnología
Jorge Llera
Llegó temprano como de costumbre. El chofer le abrió la
puerta del auto y subió los quince pisos que lo distanciaban de su oficina en
el elevador panorámico. Se deleitó al recorrer el paisaje urbano que se
ampliaba sobre el amanecer gris en la ciudad, perforada por rayos amarillentos infiltrados
en la nubosidad, luchando por hacerla a
un lado para inaugurar un día soleado.
Entró en sus modernas oficinas con paredes de cristal: cubículos individuales alineados a
ambos lados de los pasillos - como modernas zahúrdas, con ocupantes de traje y
corbata, que gruñendo en sus teléfonos, tratan de hacer negocios al costo que
sea. El lugar estaba plasmado de Pantallas, altavoces y videocámaras que
acechando como buitres en espera de la presa más débil, merodeando en las alturas del área de
oficinas.
Saludó a su secretaria, que estaba de espaldas a él,
acercándose a su cuello y rozándola con su colorida corbata. La mofletuda y
rolliza imagen invadió el espacio vital de ella incomodándola y poniéndola de
mal humor.
- Buenos días Susanita ¿Cómo le amaneció la mañana?
Apartándose de la tibieza del vaho que emanaba de su gruesa
boca y del fuerte olor a loción que impregnaba el ambiente a "Carolina
Herrera", con voz cortante y gesto frío le contestó:
- Bien señor Bretman, enseguida le llevo la correspondencia
y los recados telefónicos.
Él levantó la cabeza, se acomodo los lentes y entró en su
oficina. Inmediatamente encendió el sistema de intercomunicación con el personal.
Comprobó en el monitor que su imagen transmitía la seguridad y firmeza que un Director debería poseer y,
de frente a la cámara, dio las instrucciones para las actividades diarias:
- Buenos días a todos. Hoy necesitamos darle preferencia a
los mercados de futuros en granos y habrá que mejorar nuestras ofertas en
petróleo. A las doce horas, tendremos reunión para ver avances. ¡A trabajar
todos!
Sentada frente al escritorio del señor Bretman, Susana
escribía las notas. Él se paseaba
mientras hablaba y acercándose sigilosamente por detrás puso sus manos en los
hombros de ella:
- Susanita, la invito a cenar.
- ¡No señor Bretman! Ya le dije que soy casada y no me
interesa tener con usted más que una relación de trabajo.
- Es que yo la amo, y si usted quisiera podríamos tener una
relación en la que le satisfaría todos sus deseos...
- ¡No señor! Nunca le he dado motivos para que usted piense
que podríamos tener algo en común ¡Qué vergüenza para su señora y sus hijos que
esté haciendo estos papelitos!
Se levantó enfurecida y dirigiéndose a la puerta le gritó:
- ¡necesito
el trabajo, pero renuncio...viejo rabo verde!
Hasta ese momento, se dio cuenta de que las cortinas estaban
bajadas y cerrada con llave la puerta. Sintió que él se acercaba por detrás y
vio de reojo sus manos tratando de tomarla por la blusa. No pudo impedirlo,
sintió que las gordas manos exploraban
bruscamente su cuerpo. Con un esfuerzo llegó tropezando al escritorio, gritando
y pidiendo auxilio. Trataba de defenderse, pero él ya estaba sobre ella, era
demasiado pesado y la inmovilizó. Tumbándola sobre el escritorio, le sostuvo
con un brazo las manos y con el otro comenzó a
hurgar en su intimidad. Desesperada, pateaba, se revolvía y hacía vanos
intentos por morderlo. Jadeando y
sintiendo los latidos del corazón en la cabeza, logró liberar una mano con la
que intentó arañar a su agresor. Al no conseguirlo, comenzó a tantear en el
escritorio en busca de un objeto contundente para golpearlo. Apretó varios
hasta que sus dedos tocaron algo duro y...con un movimiento circular, poniendo
toda su energía, impactó con el control de mandos la cara del señor Bretman, que trastabillando
y brotándole sangre por nariz y boca, cayó sentado en el sillón frente a su
escritorio.
Un estruendo de indignadas voces invadió el ambiente. Los gritos y los
insultos al señor Bretman se veían y escuchaban en el monitor de la oficina.
1 de diciembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario