El Ladrón de metáforas
Jorge Llera
“Robar una metáfora es un acto
inmoral pero
válido porque no existe derecho de autor.”
Se supo siempre incapaz de hacer literatura de calidad. Era un escritor
mediocre como su figura: baja , rechoncha y desaliñada. Su lenguaje, coincidía
a la perfección con su ser, era plano como su imaginación. Incapaz de transmitir sentimientos al papel, lo más que lograba era
describir hechos lineales -como el monitor del hospital anunciando el fin de la
vida de un enfermo o, la simpleza de una fotografía en blanco y negro. Sin
embargo, era periodista y estaba dispuesto a todo para construir figuras literarias con las cuales
transmitir sensaciones y emociones de intensidad y colorido.
Una tarde,
se presentó en la oficina del diario en que trabajaba, un individuo alto, delgado, bien parecido, que con ademanes y
lenguaje elegante le dijo que le traía una propuesta. Intrigado, lo invitó a
sentarse y escuchó:
- Don
Francisco, las personas a las que represento están enterados de su problemática
en la producción literaria y han decidido que a cambio de un pequeño sacrificio
después de su vida terrenal, le proporcionarán los medios para que usted sea un
magnifico escritor. Sorprendido, pero encantado con la perspectiva de la propuesta,
firmó su contrato. Pensó: “Total después me arrepiento y se me perdonarán mis
pecados”.
Metódicamente
inició la recolección y clasificación de figuras literarias, resguardándolas en su computadora
mediante el programa que le proporcionaron. Comenzó a escribir las líneas
planas de costumbre. La sorpresa fue brutal al ver que se intercalaba su texto
con las metáforas más hermosas y famosas de la historia de la literatura,
transformándolo en una sublime prosa, llena de encanto y emotividad.
De la noche
a la mañana su lenguaje literario adquirió tonalidades poéticas e incorporó,
mediante escenas vívidas, las
situaciones que anhelaba dar a conocer a
sus lectores. Comenzó a adquirir fama de
buen escritor, a gustar a los lectores y a las editoriales que se interesaron
rápidamente en sus obras.
Las
metáforas robadas a los más famosos escritores, al no ser reconocidas en su
paternidad, transitaron como inmigrantes a la clandestinidad del pragmatismo
literario.
Se hizo
famoso y con el triunfo se elevó a las alturas a similitud de un globo
aereostático, sin dirección ni control. Y con la fatuidad propia de su espíritu
pequeño, se llenó de vacíos fincando el
futuro en un oropel de vida.
Participaba
en todas las reuniones culturales que organizaba la clase aristócrata del país,
codeándose con lo más granado de los intelectuales. Lo invitaban como ponente a
la presentación de libros y de jurado a certámenes literarios. Su vida transcurría
en la melosa placidez del halago y el reconocimiento.
El destino
cruel y misterioso tomó ventaja y adelantándose a un probable arrepentimiento,
introdujo en la vida del exitoso
escritor al “hacker” vengador, que mediante un virus en la computadora,
destruyó todo el acervo literario acumulado y el programa que le daba vida a
sus obras. Angustiado, trató de
localizar sin éxito al gentil emisario, para pactar un nuevo trato.
Pronto
volvió a hacer la literatura plana y lineal que siempre le caracterizó en su
grisácea vida.
9 de diciembre de 2012
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