domingo, 9 de diciembre de 2012

El Ladrón de metáforas


El Ladrón de metáforas

Jorge Llera

“Robar una metáfora es un acto inmoral pero
 válido porque no existe derecho de autor.”


Se supo siempre incapaz de hacer literatura de calidad. Era un escritor mediocre como su figura: baja , rechoncha y desaliñada. Su lenguaje, coincidía a la perfección con su ser, era plano como su imaginación. Incapaz de transmitir  sentimientos al papel, lo más que lograba era describir hechos lineales -como el monitor del hospital anunciando el fin de la vida de un enfermo o, la simpleza de una fotografía en blanco y negro. Sin embargo, era periodista y estaba dispuesto a todo para  construir figuras literarias con las cuales transmitir sensaciones y emociones de intensidad y colorido.
            Una tarde, se presentó en la oficina del diario en que trabajaba, un individuo alto,  delgado, bien parecido, que con ademanes y lenguaje elegante le dijo que le traía una propuesta. Intrigado, lo invitó a sentarse y escuchó:
            - Don Francisco, las personas a las que represento están enterados de su problemática en la producción literaria y han decidido que a cambio de un pequeño sacrificio después de su vida terrenal, le proporcionarán los medios para que usted sea un magnifico escritor. Sorprendido, pero encantado con la perspectiva de la propuesta, firmó su contrato. Pensó: “Total después me arrepiento y se me perdonarán mis pecados”.
            Metódicamente inició la recolección y clasificación de figuras  literarias, resguardándolas en su computadora mediante el programa que le proporcionaron. Comenzó a escribir las líneas planas de costumbre. La sorpresa fue brutal al ver que se intercalaba su texto con las metáforas más hermosas y famosas de la historia de la literatura, transformándolo en una sublime prosa, llena de encanto y emotividad.
            De la noche a la mañana su lenguaje literario adquirió tonalidades poéticas e incorporó, mediante  escenas vívidas, las situaciones que anhelaba  dar a conocer a sus  lectores. Comenzó a adquirir fama de buen escritor, a gustar a los lectores y a las editoriales que se interesaron rápidamente en sus obras.
            Las metáforas robadas a los más famosos escritores, al no ser reconocidas en su paternidad, transitaron como inmigrantes a la clandestinidad del pragmatismo literario. 
            Se hizo famoso y con el triunfo se elevó a las alturas a similitud de un globo aereostático, sin dirección ni control. Y con la fatuidad propia de su espíritu pequeño, se llenó de vacíos  fincando el futuro en un oropel de vida.
            Participaba en todas las reuniones culturales que organizaba la clase aristócrata del país, codeándose con lo más granado de los intelectuales. Lo invitaban como ponente a la presentación de libros y de jurado a certámenes literarios. Su vida transcurría en la melosa placidez del halago y el reconocimiento.
            El destino cruel y misterioso tomó ventaja y adelantándose a un probable arrepentimiento, introdujo en la  vida del exitoso escritor al “hacker” vengador, que mediante un virus en la computadora, destruyó todo el acervo literario acumulado y el programa que le daba vida a sus obras. Angustiado,  trató de localizar sin éxito al gentil emisario, para pactar un nuevo trato.
            Pronto volvió a hacer la literatura plana y lineal que siempre le caracterizó en su grisácea vida.
             
9 de diciembre de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario