domingo, 20 de enero de 2013

Ojo por ojo




Ojo por ojo
Jorge Llera
La noche era pesada y oscura, flotaba en el ambiente una bruma que arropaba las consciencias con una fría humedad que entumecía el sigiloso andar del grupo. El callejón iluminado vagamente por la débil y amarillenta luz proyectaba las sombras  hasta confundirlas  con la negrura del horizonte y el lodo del camino colgándose de los zapatos dificultaba el caminar de todos, acompañándolos con un chapaleo sordo. El silencio del ambiente, era interrumpido esporádicamente por el lejano ladrido de un perro insomne buscando cobijo para pernoctar. Comandados por la pequeña figura, llegaron a la última e improvisada casucha, se pusieron los pasamontañas, desenfundaron sus armas y...¡Con una fuerte patada echaron abajo la endeble puerta! sorprendiendo a los tres individuos qué ahí se encontraban y que  entre gritos de asombro, trataron de huir. Los maniataron, encapucharon y los llevaron a la casa acordada donde  los encerraron en una estrecha habitación.
         - Estimados vecinos: los he reunido en mi casa para que deliberemos sobre las acciones  de protección contra las bandas de maleantes que asolan diariamente a nuestra colonia. Todos hemos sufrido constantes asaltos en las calles y robos en nuestras casas. Conocemos a los ladrones y los hemos delatado a la policía, pero no se hace nada y al rato ya andan de nuevo en la calle. - La que hablaba era Matiana, dueña de la casa y líder reconocido en el barrio.
     En un caos de intervenciones, donde prevalecieron las pasiones, gritos y enojos, se discutieron durante horas las medidas de seguridad y, ante la desesperación del grupo promotor de la reunión, sólo se llegó a recomendaciones de precaución individual. La asamblea se disolvió y sólo quedaron los vecinos que habían convocado. Matiana  dijo enfurecida:
            No los entiendo,  su pasividad ha motivado que los ladrones hagan lo que se les antoje en este barrio. Creo que debemos darles su merecido: ¡Ojo por ojo y diente por diente! ¿No les parece?.  Su metro y medio de estatura pareció crecer ante el enojo y la decisión del discurso. Y agitando con su iracundo hablar la  corta melena pajiza, su  tez morena adquirió tonalidades violetas que vigorizaban su discurso. Hizo una pausa, y posteriormente, propuso la creación de la Brigada de la justicia.
¿La qué?...preguntaron todos.
       Matiana les señaló que esos pandilleros no entenderían hasta que la gente de la colonia tuviera el valor de defenderse, por lo que proponía la formación de un grupo que se encargara de castigar a los ladronzuelos.
           Se abrió la puerta de la habitación y una voz femenina se dirigió a ellos violentamente:
 ¡Hola trío de imbéciles! ¿Creyeron qué no sabíamos quienes eran o, que seguirían protegidos por las autoridades? ¡Sepan que toda su pandilla está identificada y que sabemos cómo localizarlos! ,  que han sido juzgados y sentenciados por la Brigada de la justicia, que  sus robos en las calles y a casas tendrán consecuencia siempre. La gente del barrio está unida y se defenderá . Su sentencia en esta primera ocasión es: darle una calentadita a su friolenta humanidad y mandarlos a casa como lo que son: ¡ratas!, pero si vuelven a robar  en esta colonia, se les cortará un brazo por cada robo. ¡Avísenle a su pandilla!
      Se abrieron las puertas traseras del vehículo en marcha y rodaron por el pavimento tres fardos, que se incorporaron lenta y dificultosamente. Sus ojos y bocas sellados con cinta adhesiva . Desde la cabeza a los pies se veían vestidos con una cubierta  de chapopote y aserrín que les daba  apariencia de roedores gigantes al caminar por el centro de la ciudad conducidos por la policía que había sido avisada de sus atracos.
8 de mayo de 2013

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