Ojo por ojo
Jorge Llera
La noche era pesada y oscura,
flotaba en el ambiente una bruma que arropaba las consciencias con una fría
humedad que entumecía el sigiloso andar del grupo. El callejón iluminado
vagamente por la débil y amarillenta luz proyectaba las sombras hasta confundirlas con la negrura del horizonte y el lodo del
camino colgándose de los zapatos dificultaba el caminar de todos,
acompañándolos con un chapaleo sordo. El silencio del ambiente, era
interrumpido esporádicamente por el lejano ladrido de un perro insomne buscando cobijo para pernoctar. Comandados por la pequeña figura, llegaron a la
última e improvisada casucha, se pusieron los pasamontañas, desenfundaron sus
armas y...¡Con una fuerte patada echaron abajo la endeble puerta! sorprendiendo
a los tres individuos qué ahí se encontraban y que entre gritos de asombro, trataron de huir.
Los maniataron, encapucharon y los llevaron a la casa acordada donde los encerraron en una estrecha habitación.
- Estimados
vecinos: los he reunido en mi casa para que deliberemos sobre las acciones de protección contra las bandas de maleantes
que asolan diariamente a nuestra colonia. Todos hemos sufrido constantes
asaltos en las calles y robos en nuestras casas. Conocemos a los ladrones y los
hemos delatado a la policía, pero no se hace nada y al rato ya andan de nuevo
en la calle. - La que hablaba era Matiana, dueña de la casa y líder reconocido
en el barrio.
En un caos de intervenciones, donde
prevalecieron las pasiones, gritos y enojos, se discutieron durante horas las
medidas de seguridad y, ante la desesperación del grupo promotor de la reunión,
sólo se llegó a recomendaciones de precaución individual. La asamblea se disolvió
y sólo quedaron los vecinos que habían convocado. Matiana dijo enfurecida:
No
los entiendo, su pasividad ha motivado
que los ladrones hagan lo que se les antoje en este barrio. Creo que debemos
darles su merecido: ¡Ojo por ojo y diente por diente! ¿No les parece?. Su metro y medio de estatura pareció crecer ante
el enojo y la decisión del discurso. Y agitando con su iracundo hablar la corta melena pajiza, su tez morena adquirió tonalidades violetas que
vigorizaban su discurso. Hizo una pausa, y posteriormente, propuso la creación
de la Brigada de la justicia.
¿La qué?...preguntaron todos.
Matiana les señaló que esos pandilleros
no entenderían hasta que la gente de la colonia tuviera el valor de defenderse,
por lo que proponía la formación de un grupo que se encargara de castigar a los
ladronzuelos.
Se abrió la puerta de la habitación
y una voz femenina se dirigió a ellos violentamente:
¡Hola
trío de imbéciles! ¿Creyeron qué no sabíamos quienes eran o, que seguirían
protegidos por las autoridades? ¡Sepan que toda su pandilla está identificada y
que sabemos cómo localizarlos! , que han
sido juzgados y sentenciados por la Brigada de la justicia, que sus robos en las calles y a casas tendrán
consecuencia siempre. La gente del barrio está unida y se defenderá . Su
sentencia en esta primera ocasión es: darle una calentadita a su friolenta
humanidad y mandarlos a casa como lo que son: ¡ratas!, pero si vuelven a
robar en esta colonia, se les cortará un
brazo por cada robo. ¡Avísenle a su pandilla!
Se abrieron las puertas traseras del
vehículo en marcha y rodaron por el pavimento tres fardos, que se incorporaron
lenta y dificultosamente. Sus ojos y bocas sellados con cinta adhesiva . Desde
la cabeza a los pies se veían vestidos con una cubierta de chapopote y aserrín que les daba apariencia de roedores gigantes al caminar por
el centro de la ciudad conducidos por la policía que había sido avisada de sus
atracos.
8 de mayo de 2013
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