Vida Conyugal
Azotaste
la puerta, el sonido sordo y hueco se extendió atemorizante por el cubo de las
escaleras. Con el rostro descompuesto y el rubor tiñendo tus emociones, bajaste
los cuatro pisos certificando en cada paso la molestia que sentías. El entreabrir
curioso de las puertas, embozando ojos escrutadores, te acompañó en el descenso. Sabes que las mentes
puritanas no aprueban el estilo de vida que llevas con Cristina, y que este
incidente va a dar un tema más a la insidia cotidiana. Iniciaron la relación de
pareja hace cinco años; los últimos tres, viviendo juntos en tú departamento.
Cuando lo decidieron, establecieron reglas muy claras: libertad absoluta ¾sólo se avisarían con quién saldrían y la
hora aproximada de regreso. Era muy fácil, pensaste: si los dos estamos enamorados, y tenemos confianza mutua, no habrá problema
con la restricción. La otra
condición, que te agradó sobremanera, fue que se repartieron los gastos del
departamento; era justo, pues los dos trabajaban: Mismos derechos, mismas obligaciones ¾se dijeron¾ sellando el compromiso con un
tierno beso.
Caminaste
sin rumbo fijo por las calles adoquinadas del sur de la ciudad, y en tú
deambular, se cruzó el viejo bar donde solías departir con los amigos. Ya más
tranquilo, saludas al mesero y pides la bebida que te relajará, permitiendo ordenar
las ideas. Sentado en la mesa del fondo del local, consumes tres tragos
mientras analizas la situación:
“…No soporto a sus amigos de la
oficina, y tampoco que una o dos veces por semana llegue tarde por estar en
reuniones con ellos. Creo que anda saliendo con Manuel, el contador. ¡Y ahora
los trae a la casa!, tendré que hacer buena cara, aunque me revientan el
hígado.”
“…Por otra parte, necesito tener un
momento de tranquilidad con ella, para explicarle los resultado de los análisis
de laboratorio y la plática con el doctor. No se porqué tenía que invitarlos ahora, debería haberme
consultado.”
Subiste
lentamente los cuatro pisos. El ánimo turbio por el alcohol consumido dificultó
el caminar; apoyado en el barandal,
escuchaste en cada nivel cómo aumentaba la sonoridad de la música tropical. Al
Abrir la puerta, los humores calientes de los compañeros de Cristina, mezclados
con el nebuloso ambiente de los cigarrillos, te envolvió. La música se
interrumpió al darse cuenta los invitados que entrabas. Del fondo de la sala se
oyó la voz de Manuel gritar: ¡Felicidades, Federico!, ¡felicidades por el
próximo papá! Cristina corrió hacia ti cubriéndote con un abrazo y te dio el
más amoroso de los besos.
—¡Ésta era una sorpresa, amor!
Por eso, no te consulté…
Sentiste una contracción en las
entrañas al escuchar a Cristina. La lividez en tú cara denotó la impresión causada por la noticia. Una humedad lenta resbaló
sobre las mejillas y conmovido, sonreíste con levedad antes de disculparte para
introducirte a la recámara.
Sentado en el borde de la cama,
leíste nuevamente el resultado de la prueba de laboratorio:
Azoospermia secretora:
0% de espermatozoides en
el semen
2 de abril de 2017
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