domingo, 2 de abril de 2017

Vida Conyugal

Vida Conyugal


Azotaste la puerta, el sonido sordo y hueco se extendió atemorizante por el cubo de las escaleras. Con el rostro descompuesto y el rubor tiñendo tus emociones, bajaste los cuatro pisos certificando en cada paso la molestia que sentías. El entreabrir curioso de las puertas, embozando ojos escrutadores,  te acompañó en el descenso. Sabes que las mentes puritanas no aprueban el estilo de vida que llevas con Cristina, y que este incidente va a dar un tema más a la insidia cotidiana. Iniciaron la relación de pareja hace cinco años; los últimos tres, viviendo juntos en tú departamento. Cuando lo decidieron, establecieron reglas muy claras: libertad absoluta  ¾sólo se avisarían con quién saldrían y la hora aproximada de regreso. Era muy fácil, pensaste: si los dos estamos enamorados, y tenemos confianza mutua, no habrá  problema  con la restricción.  La otra condición, que te agradó sobremanera, fue que se repartieron los gastos del departamento; era justo, pues los dos trabajaban: Mismos derechos, mismas obligaciones ¾se dijeron¾ sellando el compromiso con un tierno beso.

Caminaste sin rumbo fijo por las calles adoquinadas del sur de la ciudad, y en tú deambular, se cruzó el viejo bar donde solías departir con los amigos. Ya más tranquilo, saludas al mesero y pides la bebida que te relajará, permitiendo ordenar las ideas. Sentado en la mesa del fondo del local, consumes tres tragos mientras analizas la situación:
            “…No soporto a sus amigos de la oficina, y tampoco que una o dos veces por semana llegue tarde por estar en reuniones con ellos. Creo que anda saliendo con Manuel, el contador. ¡Y ahora los trae a la casa!, tendré que hacer buena cara, aunque me revientan el hígado.”
            “…Por otra parte, necesito tener un momento de tranquilidad con ella, para explicarle los resultado de los análisis de laboratorio y la plática con el doctor. No se porqué  tenía que invitarlos ahora, debería haberme consultado.”
           
Subiste lentamente los cuatro pisos. El ánimo turbio por el alcohol consumido dificultó el caminar;  apoyado en el barandal, escuchaste en cada nivel cómo aumentaba la sonoridad de la música tropical. Al Abrir la puerta, los humores calientes de los compañeros de Cristina, mezclados con el nebuloso ambiente de los cigarrillos, te envolvió. La música se interrumpió al darse cuenta los invitados que entrabas. Del fondo de la sala se oyó la voz de Manuel gritar: ¡Felicidades, Federico!, ¡felicidades por el próximo papá! Cristina corrió hacia ti cubriéndote con un abrazo y te dio el más amoroso de los besos.
            ¡Ésta era una sorpresa, amor! Por eso, no te consulté…
            Sentiste una contracción en las entrañas al escuchar a Cristina. La lividez en tú cara denotó la impresión  causada por la noticia. Una humedad lenta resbaló sobre las mejillas y conmovido, sonreíste con levedad antes de disculparte para introducirte a la recámara.
            Sentado en el borde de la cama, leíste nuevamente el resultado de la prueba de laboratorio:
            Azoospermia secretora:
 0% de espermatozoides en el semen

2 de abril de 2017


           


             

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