El
tesoro
Gárgamel
Las cuatro lunas iluminaban el torbellino que arrastraba
miles de toneladas de cristales de metano formando un muro vibrante y
avasallador. La oruga mecánica se aferraba al oleaje de dunas, penetrándolas
para encontrar la fortaleza que resguardaba el tesoro de la Civilización Paal:
“El elemento original del Universo”, la partícula que dio vida a todo. El
vehículo avanzaba rebasándo montañas de máquinas destrozadas, producto de
cientos de miles de intentos frustrados.
El plan era desenergizar al eterno guardián ⎯los científicos, por fin, habían desarrollado
el arma⎯. Al
acercarse a la fortaleza, una enorme llamarada iluminó el firmamento y la nave
comenzó a arder, a dar tumbos y ser comprimida.
⎯¡Ur!,
activa el escudo!... y ¡enciende el desenergizador! —gritó el capitán.
El equipo, con enorme esfuerzo, absorbía la
viscosa materia brillante, enlutando el entorno. El guardián rugía con
desesperación, al perder fuerza, explosiones
de energía, rayos y torbellinos incandescentes . La ferocidad se
eclipsó al diluirse en la negrura total.
⎯¡Vamos por el tesoro!, Grost —gritó Ur—, ¡enciende la oruga!
Los motores zumbaron brevemente, tosieron, y…
el silencio castrante amancilló nuevamente la ambición, en la profundidad eterna
del Universo.
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