Ultima
esperanza
Gárgamel
Soraya se dejaba llevar por el ritmo de los timbales, su cuerpo
ondulante se acercaba con movimientos provocativos al Emir que contemplaba el
rubí desplazarse de una mano a la otra, en complicados arabescos. La joya era
la promesa para lograr la excitación sexual del anciano caudillo, que con
abotagados ojos reflejaba su lujuria, mientras balanceaba su obeso cuerpo al
ritmo de la música. Terminó la canción y el mandatario soltó un sonoro: ¡No!...
¡mátenla!
La bailarina se enfrentó al monarca y le gritó: "¡Hoy, no!... será
mañana", al momento de tragarse la joya.
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