domingo, 29 de marzo de 2020

Culpa

Culpa

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Sí, todas las noches lo visita… En sueños, bajo la penumbra de la inconsciencia, abre la puerta a los miedos y pecados, a la sinrazón que lo obliga al refugio cauteloso de la cordura en la oquedad de un tiempo infinito; al letargo inquietante en espera ansiosa de la lucidez de un nuevo día.
En esa desesperante irracionalidad ve la sombra deslizarse sobre las paredes de la habitación, con cautelosa y reposada lentitud, con sempiterna paciencia, paladeando sus momentos de pesadumbre y zozobra. La aterrante imagen resplandece con un sutil halo ámbar que, titilante, proyecta la repulsiva sonrisa de superioridad y desprecio hacia el esclavo. La hiriente mirada lo congela, lo paraliza de miedo; el asco emerge de sus entrañas al ser invadido de un fuerte hedor que irrita sus fosas nasales y le provoca náusea.
            Sí, todas las noches lo visita… desde aquel acontecimiento que cambió su vida, y que recuerda a cada minuto:
Atardecía cuando recobré la conciencia. Los rayos tímidos del sol se filtraban por el variopinto vitral sagrado de la pared frontal del templo, impactando con pálidos colores mi cuerpo semidesnudo, y confundiéndose entre las máculas oscuras del liquido vital. Aterrorizado y aún con el arma en la mano, recorrí con la mirada el espectáculo horripilante del cadáver ensangrentado. Grité enloquecido sin saber qué hacer y entender qué había pasado. Enmudecí, abrumado por el dolor y el eco redundante de mi exacerbada desesperación impactando las paredes del sagrado recinto. Enfurecí contra el ente maligno que había obligado a mi brazo a introducir el arma en el pecho desnudo de la pecadora. Lo insulté y maldije con odio surgido desde lo más profundo de mis entrañas.
 Arrepentido, me hinqué y pedí perdón al Creador: bebí la sangre de su sangre, y comí el cuerpo de su cuerpo, implorando bondad, compasión y perdón.
Estando en mi acto de contrición, me interrumpió una carcajada resonante, y su golpeteo repetitivo perdiéndose en el espacio hasta la inaudibilidad… Después, la estentórea sentencia:
­            —¡La mataste!, ¡la obligaste a la felación y a permitirte el ultraje de su cuerpo para el perdón de sus pecados! No pudiste soportar la carga moral de tu acción, y tampoco sabes cómo salir del embrollo. No te preocupes, ¡yo, te salvo!, el precio es bajo…

Sí, todas las noches lo visita, desde que no tuvo otra opción, que aceptar su oferta…
            Sí, todas las noches… Pero esta será la última, pensó al sentir el frío metal rozar su mejilla.

26 de marzo de 2020

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