domingo, 25 de abril de 2021

La rueca continuó girando...

 




La rueca continuó girando…

Gárgamel

El tiempo continuó girando la estrujante rueca* con la satisfacción infinita de trascendencia, incrementando minuto a minuto el fragor interno del sufrimiento y desesperación que él sentía. 

En el oscuro bar, la humedad enquistada y el olor ácido del ambiente contribuían a aumentar la depresión por la muerte de Aurora. Con la última copa de tequila en la mano, deshebraba culpas del revoltijo angustiante de recuerdos. En la barra, el barman y un hombre con gabardina y sombrero junto a él, reflejaban en el espejo frontal, la decadente simpleza de una existencia rutinaria.

—¿Te puedo invitar una copa?, el perfil rectilíneo del vecino lo observaba con bondad, como si conociera su trascendencia y circunstancia. Asintió, con triste sonrisa.

Si me permites la intromisión, conozco tú problemática: segundo a segundo te he acompañado en el recorrido, quisiera que entendieras la vida: no se puede luchar contra lo inevitable… ¡el pasado!  Registro cada momento. Te quedan algunos años por delante, no los desperdicies.

Cerró lo ojos al escuchar las palabras del vecino y La humedad resbaló por sus mejillas. Cuando volvió a abrirlos, ¡estaba sólo!... El dependiente se acercó y preguntó: ¿la cuenta?

—¿Y, el señor que estaba al lado?...

—¿cuál?…

Deambuló por calles intemporales, oscuras y vacías, con la sombra del tiempo al resguardo. Llegó a casa, abrió la puerta y escuchó la voz infantil:

—¡Papi, papi, ¡qué bueno que llegaste! ¡Mamá, papá, está aquí!... 

*Daniel González Dueñas.                                        

25 de abril 2021







sábado, 17 de abril de 2021

La venganza del dragón

 La venganza del dragón

Gárgamel

—Puedes despedirla, Juan, nada más dame una semana. No se lo digas a nadie.

Era el viernes prometido Flavio, hijo del dueño de la empresa, la esperaba a una cuadra de distancia. La invitó a comer y después de algunos tragos… al hotel. La había asediado durante varios meses, sin resultado. Le sorprendió que ahora hubiera aceptado.

Judith, con la seguridad del animal de presa, se desvistió lentamente, mientras Flavio observaba su excelente figura; al desvelar la espalda y quedar desnuda, él observó el magnifico tatuaje que decoraba la región lumbar: un dragón, cuya cola lindaba con los glúteos. Intrigado, preguntó por el significado. Es la imagen del guardián de la familia a través de generaciones, se le atribuye ser sabio, poderoso y vengativo, dijo ella. Sin prestarle mayor atención al asunto, Flavio comenzó con las caricias…

El sabor salado del sudor al recorrer lentamente con la lengua el dibujo del dragón que extendía sus alas en la espalda de Judith, excitó sus papilas gustativas; el tatuaje cobró vida con las contorsiones de placer que con lentitud descendieron hacia las caderas. Cuando la vehemente sensación de éxtasis alcanzó la cola del reptil, las manos de Flavio prensaron los turgentes glúteos con brusca suavidad y la sensualidad exacerbada, abrió las piernas…

Judith pasó a la oficina del gerente administrativo de la empresa. El funcionario le explicó que debido a que la compañía estaba sufriendo pérdidas por la falta de ventas, se veía en la necesidad de reducir personal, le agradeció sus servicios a lo largo de diez años; con un guiño y una sonrisa, le entregó un sobre con su liquidación.

Flavio abrió la correspondencia. Las fotografías del sobre mostraban la cola del dragón acariciada por la ágil lengua del junior. En el mensaje anexo: “Recontratación o confirmación en familia, tengo la grabación”.

17 de marzo de 2021


viernes, 9 de abril de 2021

Mi amigo Pancho

Mi amigo Pancho 

Gárgamel 

Con el semáforo sanitario en color naranja, que en esta pandemia del Virus SARS-COV2 significa que estamos mal, pero que pronto estaremos peor, a gran parte de los habitantes, les gusta echar a la suerte su vida y les aflora el machismo intrínseco, al no llevar cubre boca. 
    Mi amigo Pancho, era de esos, circulaba por las calles con una amplia sonrisa a guisa de máscara, exhibiendo su estulticia como título nobiliario, despreciando la candidez de los que creían en “la gran mentira de las empresas farmacéuticas”. Su estatura y corpulencia intimidaban. A mí me gustaba como era, fuera de sus ideas sobre un complot para reducir la población del mundo, su carácter era alegre y bondadoso. 
    Trabajábamos en la misma firma de abogados desde hacía diez años. Nuestra amistad se hizo más estrecha desde que compartíamos un departamento. Me habló por teléfono, angustiado y lloroso señalando que había dado positivo a la prueba. Rogó que no lo abandonara; y decidió seguir el tratamiento en el departamento. Un negro presentimiento me abordó con la noticia. Le aseguré que tendría mi apoyo incondicional. Se refugió en su recámara con los medicamentos requeridos, yo lo asistía con diligencia. 
    Lo que considerábamos como un semáforo naranja en casa, se recrudeció día con día hasta enrojecer vívidamente. El arrebol de su rostro evidenciaba la fiebre alta. La frecuente expectoración de secas llamaradas, contaminaba el ambiente. Con la más amplia protección cumplía yo con su cuidado. Sin embargo, a los cuatro días, la dificultad para respirar obligó a llevarlo al hospital. 
    Fue intubado y solo sobrevivió una semana. El negro presagio tuvo certeza en un rojo atardecer en el que, en la entrada del nosocomio, el doctor me informó de la muerte de mi querido amigo. 
    Con la aflicción estrujándome el cuerpo y la angustia deslizándose por las mejillas, me atreví a preguntarle: ¿Doctor, el Covid puede transmitirse por la vía sexual?... 

  


domingo, 4 de abril de 2021

Transferencias

 Transferencias

Gárgamel

La tía Magdalena vivía en el Oro, poblado rural y minero del Estado de México en una vieja hacienda rodeada de reliquias y personal de servicio. Hacía una cena anual la noche del día primero de noviembre a la que invitaba a la familia y a la comunidad. Era una ferviente adoradora  de  los muertos. La conmemoración se había hecho costumbre por la abundancia de comida y la original ofrenda, que  incorporaba esplendidos arcos de flores de cempasúchil en honor a Cihuacóatl, la recolectora de almas,  el papel picado, cuyo afán por volar ayudaba al tránsito entre la vida y la muerte; y la luz de las velas, que en su bamboleo, atraían a las almas al altar sahumado de copal y alejaba a los malos espíritus; la comida y bebida abundaba, y esparcidas entre ellas, la múltiples fotografías de personajes muertos que incitaban a los espíritus a rememorar olores y sabores de su paso por la humanidad.

Ese día, a sus diez años de edad, Felipe observaba  desde un balcón el patio de la hacienda desbordante de vida, personas ávidas de contemplar el exhorto a los espíritus de sus seres queridos. Los mariachis animaban la reunión, los fuegos artificiales, tintaban el espacio de múltipes colores. Los adultos comían, bebían y comentaban vidas ausentes, anécdotas, alegrías y fatalidades…

En el balcón vislumbró la distinguida figura de la tía Magdalena hablando sola, moviendo sus brazos y señalando hacia los invitados. Le entró la curiosidad y atravesó el pasillo para llegar a su habitación. En la oscuridad, ella resplandecía por la contraluz; la rodeaban cuerpos translúcidos, evanescentes, que la apretujaban, mostrándo desesperación. Trató de identificarlos y ¡con sorpresa y pavor, reconoció las fotografías de la ofrenda!... Quiso huír, pero su cuerpo no respondió. Paralizado escuchó:

—Esta será mi última transferencia, mi mandato fue cancelado, por lo que lo seguiré hasta que la energía lo permita…

—Tío Juan, ocupa el cuerpo de Anita, la del vestido verde, abuela el de aquél adolescente de pantalones negros… Su voz fue perdiendo fuerza y el cuerpo se encorvó conforme  terminaba las designaciones. Una turba de seres translúcidos, la apretujó hasta su desfallecimiento.                                             4 de abril de 2021