sábado, 21 de julio de 2012

La lluvia de julio



La lluvia de julio


En  este mes de julio, la naturaleza inunda la campiña de verdor en el verano. Las flores armonizan el paisaje y tiñen de  azules, naranjas, rojos o amarillos el ambiente, contribuyendo a vestir los añosos árboles.
            Disfrutaba de la acogedora calidez  de la sala, apoltronado en mi viejo y cómodo sillón, observando el recorrido errático de las gotas de lluvia aferrándose al cristal; leía una biografía de personajes históricos, escuchaba  música relajante y tomaba una copa de vino.
            Era indudable que no podría disfrutar mucho tiempo de esa paz y tranquilidad, porque mi  entenado estaba desesperado por salir a su paseo nocturno y sólo estábamos esperando que terminara de llover -bueno, lo esperaba yo, porque él disfrutaba meterse en los charcos y mojarse; era un perro de la raza labrador que disfrutaba de una vida holgada de perro.
            Salimos cuando escampó y se asomaron tímidamente algunas estrellas entre las persistentes nubes. El olor húmedo de la tierra y el vapor que se desprendía del pavimento envolvió nuestro caminar. Ursus, un perro grande, curioso y no muy bien educado, comandaba la exploración a unos diez metros delante de mí.
            La calle, solitaria y mal alumbrada me ocultó en un momento la visión del oscuro animal. Le chiflé varias veces, lo llamé de diferentes formas y finalmente, vociferé su nombre sin obtener respuesta.
            Un apagado ladrido llamó mi atención varios metros adelante. Era una zona de obras hidráulicas del Municipio, cercadas por un listón amarillo que prohibía el paso, pero Ursus ignoró el anuncio. Cuando traspasé el cordón preventivo, vi que el animal estaba nadando en un foso como de cinco metros de diámetro, sin bajadas por ningún lado. ¡Había saltado! Y se divertía nadando en la improvisada piscina.
            Rodeé el socavón buscando alguna hendidura que le permitiera salir, pero no la encontré. Preocupado, me acosté boca abajo sobre el borde del agujero y lo llamé para tratar de levantarlo de su collar -Comenzó nuevamente a llover.
            Lo tomé con ambas manos de su collar y tiré con todas mis fuerzas. Él trató de ayudar apoyándose en la barrosa pared y... ¡Sucedió! Me jaló hacia el foso y caí hasta el fondo. Tenía como medio metro de profundidad. Enfurecido, empapado y lleno de lodo, traté de controlar la situación. El borde superaba la altura de mis brazos extendidos... ¡No podía salir!
            Decidí sacar primero al Ursus: lo Levanté y empuje de las ancas y al mover sus patas para salir, me cubrió todo el rostro de lodo. Después de algunos intentos frustrados lo logramos.
            ¡Él estaba en la calle otra vez! Daba vueltas de gusto alrededor del foso, se  asomaba y ladraba, corría de un lado al otro y volvía a ladrar, tal vez preguntando ¿por qué no salía yo?
            Limpiándome la cara con el agua de la lluvia, comencé a acumular piedras para construir un montículo. Poco a poco fui haciendo la plataforma que me permitiría salir; después de un largo rato y múltiples esfuerzos  lo logré.
            Caminamos a la casa acompañados por la lluvia y el silencio. A mi lado, Ursus como disculpándose, me rozaba con su cuerpo. Ya para llegar, me golpeó con su cola la rodilla y volteando a verme, con la lengua de fuera y sus negros ojos brillando de gusto, pareció decirme ¡Estuvo divertido! ¿No? 



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