Arte abstracto
Jorge Llera
Al deambular por el centro de la
ciudad me llamó la atención el anuncio de una exposición de arte contemporáneo
abstracto en una galería. Entré e inicié mi recorrido tratando de entender el
mundo de las ideas convertidas en formas y colores que se presentaban a mi
vista. Algunas obras me seducían con sus coloridas caricias y los reflejos de
la luz en un arcoiris armónico envolvían mi mirada; otras, me agredían por la
colisión de contraste, matices y texturas alterando mi estado anímico. Así,
navegando en un mar de diversas propuestas, mis emociones variaban de un cuadro
a otro, pasando de la admiración a la náusea, del sarcasmo a la incredulidad.
Cuando observaba un lienzo
amarillo con un punto negro en el centro y dos líneas verticales color naranja
que lo bordeaban, volteé y vi a un individuo delgado, vestido elegantemente con
un saco deportivo azul, bien parecido, de nariz recta y ojos negros enmarcados
en la sombra de grandes pestañas que, con modales delicados y voz impostada me
dijo:
- ¡¿No es maravilloso?! se llama
“Entrada al microcosmos espiritual” y es de la afamada pintora rusa Olga
Krushtinova. Es el cuadro más caro de la galería y saldrá a subasta mañana con
un precio base de ochocientos mil dólares.
En mi interior me dije: “¿Pagarán
esa cantidad por la estupidez que tengo enfrente de mí? No lo puedo creer…Yo
podría vivir toda mi vida con ese dinero”. Pero, con aire de conocedor
contesté:
- Sí, realmente es una obra con
mucha profundidad, destaca por su ambicioso colorido y los contrastes de
tonalidades al reflejar la luz en diferentes momentos. Al interiorizárme en el
cuadro me he transportado a los confines de lo pequeño, disfrutando de la
compañía de protones y neutrones en un borbotón cromático que ilumina el mundo infinitesimal.
-¡Caray! veo que es usted un
conocedor de arte abstracto contemporáneo. Pocas personas me han impresionado
por sus conocimientos en el tema. Me acerqué a usted porque creo reconocerlo.
¿Estudió la preparatoria en el Colegio Americano?
-sí. Y fijándome en él, lo
identifiqué: ¡Rolito, que gusto en verte de nuevo!
- Ahora soy el arquitecto Rodolfo
Candiani - enfatizando la distancia económica y cultural entre los dos - y soy
el dueño de la galería y ¿tú Chava?
Aprovechando la oportunidad – que
pocas veces se le presenta a un proletario – le dije que era ingeniero, pero
que desde hace tiempo me dedicaba a la pintura abstracta.
Me invitó a comer a un lugar muy
elegante y en la plática insistió en ver mi obra. Quedamos que en una semana le
llevaría dos o tres cuadros a su departamento en Polanco. En mi vida había
pintado, pero pensé que lo que vi en la galería lo podría imitar fácilmente. De
camino a casa, pasé a comprar pinturas, varios lienzos, pinceles, aguarrás y
acepté la sugerencias del vendedor sobre la adquisición de algunas espátulas.
Me encerré en mi departamento de la Portales a piedra y lodo. Casi sin dormir y
comer, terminé tres cuadros en el lapso comprometido.
Me recibió con un beso en la
mejilla y una bata de seda guinda estampada con dragones amarillos. No me
alteré porque supuse que así se estilaba saludar en el medio cultural.
Admiramos mis obras recostados
sobre el diván de la sala y con una copa de vino en las manos. Mientras me
decía que podíamos pedir veinte mil pesos por dos de ellas y treinta mil por
otra, sentí que una delicada mano se introducía bajo mi camisa y ¡salté hacia
atrás desconcertado! Con una sonrisa me indicó "…una cosa por otra".
Salí molesto inmediatamente con mis cuadros.
Me llamó en varias ocasiones para
invitarme a cenar y me negué pretextando algunos compromisos. La necesidad me
motivó a instalar mi obra en el camellón situado frente a mi casa. A la fecha,
he vendido dos cuadros, uno en quinientos pesos y otro en doscientos. Estoy
pensando que lo mío no es el arte abstracto. Algo tendré que hacer para cambiar
mi situación.
- ¿Ya viste Juana que carro tan
bonito trae el ingeniero?
- Sí, le ha de estar yendo bien,
porque pagó las rentas atrasadas y dice que se va a cambiar a Polanco.
19 de septiembre de 2012
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