Aroma de muerte
Gabo era un lector de mentes, tan verosímil en sus pronósticos como el destino es con la vida. Atendía a su clientela en el café "Marrakech", situado en una de las estrechas e intrincadas calles del Centro histórico; una vialidad para caravanas de camellos, dónde inopinadamente, circulaban automóviles escoltados por multitud de transeúntes que emulaban hormigueros en frenética actividad.
Leía el café y las cartas, pero más que nada... intuía a la gente. Y, sin saber cómo, transformaba en palabras las imágenes que le llegaban, definiendo los caminos de su clientela y creando dependencias difíciles de despojar.
Llegaba por la tarde después de trabajar en sus escritos. Se posesionaba de su papel, cambiando la cotidiana vestimenta por ropajes dignos de su prosapia clarividente; estrellas, cometas y lunas decoraban el azul oscuro de la túnica, que armonizaba con el claro del turbante, adornado con una pluma de pavo real.
Dos o tres días por semana tenía la visita de Marguerite, una francesa que había vivido en Grecia y acudía a revelarle sus sueños, con el fin de que los interpretara y le indicara el camino a seguir en su licenciosa vida.
⏤¿Qué soñaste ahora Marguerite?
⏤Que era la diosa Kali, hermosa como ninguna en el Universo; y que unas diosas celosas del don que se me había otorgado, me decapitaron y unieron mi cabeza al cuerpo de una prostituta muerta; y desde entonces vago por el mundo en busca de hombres para satisfacer su lascivia.
¿Qué puede significar eso?
El Gabo leyó meticulosamente las cartas que extendió sobre la mesa delante de ella, haciendo diversos conteos: horizontales, verticales, diagonales y salteados. Moviendo la cabeza. Murmurando hacia su interior palabras incomprensibles. Levantó la vista hasta fijarla en la interlocutora, se acomodó el turbante y la pluma, y le dijo:
⏤ Marguerite..., yo creo que su educación tradicional la ha restringido de los placeres carnales y ahora su cuerpo le está exigiendo una actualización radical y utiliza los sueños para pedírselo.
El ambiente en el cuarto se entibió por las emanaciones de feromonas que comenzó a expedir el cuerpo inquieto de Marguerite, sus ojos negros adquirieron la brillantez de los faros que en la niebla buscan naves errantes. Su rostro, enrojeció con el rubor propio de una fingida inocencia, y... cruzando los muslos en una actitud defensiva, alcanzó a preguntar:
⏤¿Y..., mi marido, doctor?
⏤¡Alto!, ¡alto Marguerite! Yo le dije el qué, no le dije el cómo, ni el con quién.
Marguerite salió del café, dejando en el ambiente un fuerte rastro de exhalaciones sensuales que invitaban a la seducción.
Entró al gabinete, Joyce Gallaher: alto, rubio y elegantemente vestido ⏤como corresponde a un periodista prestigiado⏤ y saludó familiarmente al clarividente.
⏤ ¡Hola mi buen Merlín! ¿Llego a tiempo a mi cita? Qué aroma tan cautivador se respira en tú changarro, ¿cambiaste de loción?
⏤¡Siéntate y cuéntame tus sueños! que ando atrasado.
⏤Pues bien, ayer soñé que estaba en una taberna en una buena trifulca, tirando patadas y puñetazos; me caí al suelo a recibir un bofetón y, desde ahí, le grité a chico Chandler ¡Dónde está mi gorra de pegar!... Inmediatamente me la aventó y cuando me la puse, sentí crujir mi cabeza al recibir un botellazo. Cuando caía, percibí a lo lejos la imagen de una bella mujer de ojos negros, un sensual aroma me envolvió en un torbellino de pasión y vi, a lo lejos, un hombre que me apuntaba con un arma…
Después de hacer los rituales correspondientes del extendido de las cartas, el Gabo concluyó:
⏤Creo que la taberna es tu casa y oficina; la pelea, es tu vida. El botellazo, la mujer y la amenaza con el arma, están relacionados; tal vez indican muerte por un idilio apasionado con una mujer comprometida.
⏤ Gracias Gabo, hoy estás muy dramático, nos vemos la próxima semana.
Saliendo de la consulta, percibió el aroma a tres mesas de distancia, fijó su mirada en los ojos negros, e… inició el camino hacia su destino.
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