Augurios
La superstición en que fuimos educados conserva su
poder
sobre nosotros
aun cuando lleguemos a no creer en ella.
Gotthol Ephrain
Lessing
El
licenciado Benítez, presidente municipal del pueblo, sintió ligeras cosquillas
en la oreja izquierda y se rascó inconscientemente. Al oír un rápido y
persistente parpadeo cercano y molesto, despertó. Volteó hacia el buró y
encendió la luz de la lámpara. Trató de descubrir la causa, escudriñó en el
mobiliario de la habitación, se hincó y observó bajo la cama sin localizar
nada, se sentó en el borde del lecho y levantó la vista para revisar las
paredes. La encontró cerca de la ventana, una enorme mariposa negra y parda con
sus alas extendidas a ambos lados del cuerpo, en medio de ellas dos círculos negros
como ojos amenazantes, y un par de antenas velluda que moviéndose lentamente,
cual dedos índices,
largos, torcidos y amenazantes, que marcan un destino ineludible, un próximo desastre o una
muerte cercana. Así se lo habían inculcado desde pequeño y aún lo creía.
las mariposas negras anuncian calamidades —le decía con frecuencia su
madre. Fue por una escoba y trató de sacar la polilla al jardín sin lastimarla,
porque en el pueblo también se comentaba que estos insectos son los espíritus
de los muertos visitándonos para traer mensajes; por esa condición, no pueden
ser lastimarlos. Abrió la ventana y con cuidado la empujó hacia el jardín. El
lepidóptero voló erráticamente en dirección a la luz de una luna enorme, parcialmente
escondida por las ramas de los árboles, incorporándose al transitar de un
sinfín de insectos. Somnoliento apagó la lámpara, e intentó dormir. Nuevamente
sintió el aleteo cercano a la cara. Alumbró la habitación y descubrió más ojos
amenazantes pronosticándole desastres. No durmió el resto de la noche tratando
de expulsar los insectos de la casa.
Llegó a la oficina somnoliento, con
los ojos semicerrados, abotagado y con dolor de cabeza. Se extrañó de que
Antunes y Martínez, anduvieran igual.
Observó con mayor atención y se dio cuenta de que varios empleados de la
oficina parecían desvelados y cansados. Platicando con ellos, se enteró de que
habían tenido extrañamente las mismas dificultades. Citó a una reunión de Cabildo
en la que concluyeron que era una plaga como la de 1807, que originó desmanes y
muertes en el pueblo. No podían combatirla porque destruirían el medio por el
cual los espíritus estaban tratando de comunicar su mensaje. Tendrían que
esperar a que el destino cumpliera su cometido. Sólo se recomendó a los
pobladores que por las noches se encerraran, para no ser los destinatarios de
las misivas de muerte.
El cura del pueblo, en su homilía
dominical, aventuró que la forma de vida de algunos habitantes había desatado
la ira divina y con ella la plaga; el Creador mandaba una amenaza, un aviso, advertencia
que deberían tomar en serio; conminó a los creyentes a efectuar actos de constricción
y arrepentimiento. Realizó procesiones y
misas todos los días.
Los grupos religiosos, atentos a los
mensajes del Creador se dieron a la tarea de detectar a las ovejas
descarriadas, a los vecinos cuyas vidas licenciosas habían ofendido a Dios. Las
brigadas comenzaron la destrucción de lugares pecaminosos; como consecuencia se inició el caos, el saqueo de almacenes para
abastecerse de alimentos, acumulando víveres para sobrevivir a la plaga,
encerrados en sus casas.
Murmuraba la gente en la iglesia que
por las noches se escuchaban los mensajes de las mariposas transmitidos a través del pensamiento: las
acusaciones formales contra vecinos de vida pervertida, ateos y practicantes de
dogmas ajenos a la religión verdadera. Comenzaron las detenciones y los juicios
populares desatándose el odio y la violencia…
Las mariposa negras, portadoras de
mensajes de destrucción y muerte, acertaron en sus augurios… hoy, el pueblo
está abandonado.
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