Burbujita
Polux
El erotismo, ese triunfo del sueño sobre la naturaleza,
es el refugio del espíritu de la poesía,
porque niega lo imposible.
Emmanuelle Arsan
Se
analizaba una novela en el curso que tomaba en la Universidad, no recuerdo el
nombre de ella, ni el del autor. Veía a la distancia al grupo de estudiantes
que participaba con entusiasmo en el glose de la obra que se había leído
durante la semana. Se escuchaba el murmullo constante y sordo de un avispero y
en el vaivén de la intensidad, el sonido se esparcía confundiendo la
comprensión de las intervenciones. Alguna frase o punto de vista captaba mi
atención y se diluía seguida y lentamente en la oscuridad de la conciencia. Mi
interés se concentraba en unas hermosas piernas frente a mí: se cruzaban y
descruzaban lánguidamente, como si con el dedo índice de la mano solicitaran mi
presencia. Mi observación era absolutamente estética, al menos así lo creía, porque
lo único que alcanzaba a admirar eran los tobillos y
el inicio de las hermosas extremidades cubiertas por la falda larga. Sus
pantorrillas elásticamente
esbozadas, se definían sutilmente al engrosarse
alternativamente. Subí la mirada y con dificultad observé parte de sus caderas
y el talle esbelto aunque encorvado por la posición, cubierto por una insulsa
blusa que no lograba ocultar la delicadeza de las formas que luchaban por
insinuarse. Finalmente descubrí la perenne sonrisa de la boca grande y delgada
embelleciendo un rostro de pequeños ojos oscuros y nariz recta. Una
arborescencia tintada de gris esculpía el contorno, arropándolo con ternura. Me
encantó la visión
y me prometí recrearla el resto de la semana.
Terminó la clase y la vi alejarse
pausadamente hacia la salida, interrumpiendo su caminar con la despedida amable
de sus compañeros. Su pequeñez iluminó su figura y me recordó la canción de un
anuncio comercial visto en la televisión —en blanco y negro, por supuesto— en
los años sesenta del siglo pasado, que rezaba así:
Burbujitas, burbujitas, burbujitas,
de la sal de uvas Picot. Cuando alguien tiene mala digestión, al instante
burbujita entra en acción.
La
burbujita era representada por una hada, similar a la denominada Campanita,
en la película de caricaturas de Peter Pan.
¡Necesitaba conocerla! Hacerme
presente a su lado… acercarme…
olerla… tocarla… sentirla cerca de mí. Que supiera que yo existía, verme
reflejado en su sonrisa y precisar si intuía mi interés notando mi
existencia.
La encontré en el pasillo de salida días después,
y conteniendo el nerviosismo, la saludé con un beso en la mejilla. Sentí una
atracción violenta que me impulsaba a abrazarla y besarla, a extasiarme al
inhalar su aroma, a permanecer junto a ella y sentir su calor… sólo alcancé a
decir:
—Hola, ¿Cómo estás?
Y después de un intercambio de
frases triviales y de circunstancia, preguntar:
—¿Tomarías un café conmigo?
En el nerviosismo que el encuentro
me producía, volví a
recordar el estribillo:
Burbujitas, burbujitas,
burbujitas... Y me reí internamente de mi torpeza al interactuar con ella.
En
el café comentamos nuestras vidas: situaciones actuales, experiencias y anécdotas
que ilustraron el actuar de los dos por el mundo, sus consecuencias y los
efectos causados. Un rompecabezas que se comienza a armar a partir de los
bordes, el inicio del conocimiento mutuo, la exploración de los hechos pasados;
alegrías y penares, cicatrices que el tiempo dejó impregnadas y estigmatizaron nuestras
existencias, como las raíces del viejo árbol que aferradas a la superficie sobreviven
incrustándose. Así, esas vivencias impactaron nuestras mentes.
Varias
comidas sellaron el conocimiento mutuo y afirmaron la amistad. En una larga noche de verano, con olor a humedad y una
luna enmascarada por difusas nubes que no ocultaban su luz, descorchamos la
pasión desbordante y espumosa, rebosando saltarinas burbujas de erotismo que humedecieron
el encuentro de nuestros cuerpos y el disfrute pleno de aquello que intuíamos y
anhelábamos. Nos asaltó un cúmulo de sentimientos y arrebatos desconocidos, el
redescubrimiento de placeres agazapados; sudores y olores confundidos; jadeos
de excitación y movimiento rítmico de los cuerpos. Entrelazados, primero;
precipitados, voluptuosos y desordenados, después. Exacerbando la lujuria
adormilada en nuestros corazones. La sonrisa del goce al sentirse poseída,
enardeció el momento y potencializó mi respuesta erótica desbocando un
torbellino de pasiones descontroladas. La ansiedad, angustia y desesperación
acuciantemente sentida, se resquebrajó con la llegada voraz de un clímax
explosivo: temblores, sudores y
taquicardia compartidos en una larga y sostenida emoción fluyeron en torrentes
del calor frenético
largamente apresado, liberando energía e irradiando paulatinamente una placidez
prolija y adormecedora que envolvió nuestros cuerpos en un tranquilizante manto de amorosa satisfacción.
Con
el tiempo, la emoción de los primeros encuentros transformada en un amor
maduro, siguió proporcionándonos burbujas de placer; el disfrute de la
convivencia mutua, la seguridad de una compañía solidaria, querida, admirada y
respetada. Burbujita permaneció a mi lado. Con esmero, me cuidó y en el último problema de mi vida, como propugnaba el
comercial… Al instante, burbujita entró en acción…
21
de septiembre de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario