La primera…
Tomando mi cara entre sus manos me
enfrentó, me recorrió. Tensa mientras sus brazos velludos rozaban suavemente mi
rostro en una brisa de caricias y movimientos lentos, me exploró. La excitación
creció al sentir la opresión de su cuerpo, moví las piernas para liberar
angustia y me dejé llevar. Observó mi
comportamiento y sonrió, tratando de tranquilizarme. Metió su instrumento
lentamente, zarandeándome, haciéndome emitir un leve quejido. —Es la primera… dijo.
—¡De las cuatro que hay que sacar!...
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