viernes, 8 de julio de 2016

Intolerancia

Intolerancia

La tolerancia frente a la intolerancia
 es el peor de todos los crímenes.
 Ni siquiera la intolerancia es tan grave.

Hola, Manuel, ¿me permites entrar?, tu esposa dijo que estabas trabajando desde hace varias horas. Te traje los libros que solicitaste, no fue fácil encontrarlos, visité varias librerías. Pasé por el club de periodistas y me encontré a Ramón el de la revista Época, me enteró de la grilla política y dijo que hace meses que no vas… Sí, ya sé,  no me importa, sólo te comento lo que dijo Ramón.
            ¿Me invitas a sentarme?... jalaré la silla del rincón para estar cerca de ti. Sí, eso quiero… tu amabilidad me conmueve.
             Ramón comentó que tal vez estabas molesto porque en la última reunión presentaste un artículo que no gustó a la mayoría y te llovieron críticas. Bueno… bueno, tal vez no lo entendieron, tienes razón… no te molestes.
            Algo ha de tener contra ti ese Ramón. ¿Es tú amigo?... ¡Ja-ja-ja!, ¿cómo que tus amigos no rebuznan? Tal vez a algunas de tus amistades sólo eso les faltaría. No, no, no digo nombres, porque se ofenderían los burros, Ja-ja-ja. Está bien me callo la boca, que no, el hocico. Te propasaste ¡eh!…
            ¿Qué, qué más dijo?... No tiene caso, hablemos mejor del próximo artículo que vas a presentar. ¿No lo has hecho?, ¿no te ha llegado la inspiración?. Llevas toda la mañana frente al escritorio y ¿no has escrito ni una línea?, bueno eso pasa a veces…
            No insistas, ¿para qué quieres saber qué más dijo Ramón? Bueno, de todos modos creo que lo sabes y no te importa. Dijo que en las reuniones no te sientes a gusto, no tienes muchos amigos, y que tú fatuidad es semejante a la de los pavorreales que extienden su colorido plumaje como medio de defensa y no saben hacer otra cosa que esconderse tras él,  para evitar evidenciar su estulticia. ¡No! No te pongas así, ¡no rompas los papeles!, pueden ser importantes; deja de crispar los puños, te vas a lastimar.
            Ya me voy, trata de calmarte. ¡Sí, ya me voy!, contigo no se puede hablar, te comenta uno algo y reaccionas como energúmeno.  De acuerdo, te tranquilizarás al respirar profundo varias veces. Hazlo. Así, así… está mejor. Y ¿de qué se trataba el artículo qué no les gustó? Bueno, te lo pregunto para cambiar de tema. ¿Cómo qué ya estás sereno?, qué siga contándote. Bueno, si insistes…
            Cuando estábamos en el tema, se acercaron varios camaradas y comenzaron a opinar: Alguno dijo que eras tan formal que lindabas en la intolerancia y en el oficio, se debe ser intolerante con la formalidad. Que te sentías poseedor de la verdad, y subestimabas a los compañeros… No te sonrojes, o aquí le paro. Alguien dijo que eras cuadrado, poco flexible, tal vez por tu educación puritana. ¿Estuviste en un Seminario? o, ¿tú familia era muy religiosa? No… no me importa, realmente. Te lo preguntaba por lo que se comentó. Deja de mover los pies, tranquilízate. ¿Qué, más? Bueno, Sergio, el del Universal, sonriendo opinó qué, tus artículos eran tan malos, que deberías dedicarte a redactar anuncios en la sección del Aviso oportuno, y al oír esto, todos soltaron la carcajada… ¡No, yo no!, ¡Te lo juro!. ¡Calmate!, baja la silla, ¡no la azotes contra los muebles!, los vas a destrozar. ¡Tranquilo, Manuel!... ¡La computadora, no!... ¡Mira lo que has hecho… la destrozaste!
            ¡Señora!, ¡señora!, Manuel está enfurecido, ¡contrólelo!...


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