martes, 18 de abril de 2023

La suerte

 La suerte

El buscón de Zalamea


Caminaba por la calle de Francisco Sosa en Coyoacán, los vetustos árboles sombreaban mi deambular en el ambiente otoñal que la suave brisa acariciaba sutilmente. En ese atardecer, la ocre hojarasca desairada por el follaje caía y bailoteaba en el viento, para desfallecer finalmente en el embaldosado. Al circular por añejas construcciones que enmarcaban el entorno y se prolongaban en el horizonte, me sentía protegido por la historia y tradición que observaron en su existencia. 

Necesitaba esclarecer mi vida, definir acciones sobre el trabajo y especialmente, en el aspecto sentimental. Analizaba el actuar de varios subordinados y directivos de otras áreas que, en aparente colusión, trababan mis iniciativas o las hacían fracasar. Aunque me estresaba el tener que combatir o negociar para obtener mejores resultados, eran gajes del oficio y se irían solucionando, para bien o mal, en el tiempo.

En el aspecto sentimental, era diferente. La relación con Carmela cada día era más fría y distante. Los eventuales encuentros eróticos, se habían convertido en rutinas insulsas que no satisfacían a ninguno y por el contrario, contribuían a distanciarnos más. Últimamente sospechaba que tenía otra relación. Los celos me alteraban y eran motivo de constantes discusiones…

A media cuadra de distancia observé un grupo de mujeres extrañamente vestidas, de vistosos atuendos largos, algunas con chaquetilla y blusas abombadas en las mangas; cubiertas las cabezas con pañoletas con estampados; aretes grandes y pulseras doradas. Al acercarme, tres o cuatro me abordaron y con afabilidad y confianza, me preguntaron si quería saber mi destino: 

—El pasado, presente y futuro, está marcado en tus manos. Nuestro encuentro no es coincidencia, los astros se interesan en ti, por eso nos encontramos, dijeron.

—Dame tu mano derecha y deposita en ella un billete, me indicó una mujer morena, joven, de grandes ojos negros, nariz recta y boca grande —de un color bermellón atrayente—, con amplia sonrisa.

Dado que precisamente estaba en un momento de análisis de mi vida, decidí aceptar el ofrecimiento y saqué un billete de cincuenta pesos de mi cartera y los deposité en la palma de mi mano. Con suavidad me la extendió sobre la suya y comenzó a delinear las líneas marcadas. Las demás me rodearon y se acercaron para mirar.

—Mira, güero, esta línea horizontal es la de la cabeza y la de abajo es la de la vida. Parece que ahora tienes muchos problemas en el área productiva. Aquí me dice que confíes en la persona que en el trabajo se encuentra frente a ti, su influencia te ayudará a resolver problemas…

 ¡Claro, pensé, Armando es íntimo del jefe y me tiene en alta estima!

—Para leerte la línea del corazón, tu mano debe cubrirse de otro billete.

Volví a depositar otro billete en la mano y ella continuó:

—Tú línea muestra que has tenido pocos amores y aquí —señaló una bifurcación—se ve un conflicto y una línea delgada que se separa. Puede ser o separación o infidelidad…

El alma se me fue al piso, se me aceleró el pulso y comencé a sudar. Titubeando, pregunté:

—¿Qué puedo hacer?...

—Mira, güero, pon doscientos pesos en mi mano y te daré un ensalmo que hará que tu mujer te adore, que no quiera apartarse de ti, que seas el prototipo de hombre que añora.

Le di el dinero y me entregó el gotero con el elíxir que salvaría mi vida.

De regreso a casa quise tomar un taxi, pero no encontré mi cartera. Era de noche, quise ver la hora y tampoco estaba mi reloj, que me había quitado: “para que fluyera libremente mi destino”. Grité a todo pulmón: ¡Pinches viejas rateras! Y emprendí el regreso a pie con el ánimo descompuesto.

En la cena, puse tres gotas del elixir en el vaso de Carmela y comimos en silencio. Me quedé a leer un poco en la sala y cuando llegué a la recámara ¡Me esperaba Carmela con un negligé negro y una pasión contenida, que no tardamos en satisfacer! Una hora después, la exigencia de amor se repitió. En la madrugada, volvió a suceder. Y Carmela, no dejó pasar el mañanero.

¡Gracias, brujas!, grité dentro de mi.

La paradoja de mi vida es que:

¡Aún no termina el mes y… ya tengo miedo de llegar a casa!


18 de abril de 2023


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